Comienzan las vacaciones de verano y es un gran momento de felicidad para toda la familia, sobre todo para los hijos. Los niños que padecen bullying en su entorno escolar no ven el momento de poder librarse de asistir a lo que ha sido para ellos una tortura diaria. Sin embargo, no podemos cantar victoria tan rápido: el ciberbullying o ciberacoso puede seguir activo en verano, ya que no se produce de forma presencial, sino que sólo necesita de un dispositivo y de una conexión a la red. Por esta razón los padres debemos seguir atentos al comportamiento de nuestros hijos también en vacaciones.
Si bien antiguamente el acoso se producía in-situ al estar supeditado al entorno escolar, hoy no da tregua y permite un asedio continuado a través de las nuevas tecnologías y de lo que ahora se conoce como “ciberbullying” o “ciberacoso”, también en las horas y días en los que el niño no va al colegio, como puedan ser los meses de verano. Aunque cierre el colegio por vacaciones, el verdadero altavoz del acoso se encuentra ahora en Internet, en las redes sociales y en la mensajería instantánea. Por otro lado está el agravante de la difusión vírica alcanzado a través de los canales como YouTube, Whatsupp, Instagram, Twitter, o Snapchat.
Los niños tienen una manifiesta falta de madurez les impide empatizar lo suficiente con los demás, y por ello algunos suelen aprovechar los “defectos” de sus compañeros, sean reales o imaginarios, para ridiculizarlos. El prototipo de niño acosador o bully buscará convertirse en protagonista, o sentirse mejor y más fuerte a los ojos de los demás.
Las consecuencias del ciberbullying pueden ser, si cabe, aún más devastadoras que las producidas en un encuentro cara a cara, al faltar el aspecto de la comunicación no verbal. El daño a los niños y adolescentes se produce porque todavía no tienen recursos para enfrentarlo por su falta de madurez, ni tampoco saben discriminar entre la gravedad de unas palabras que, inicialmente, pueden tratarse de una broma. El carácter viral que pueden afectar los mensajes ofensivos multiplica también el daño que sufre el niño, que se siente públicamente rechazado y humillado a cualquier hora del día y de la noche.
En el ciberbullying, la víctima y el ciberacosador se conocen personalmente del entorno escolar, por lo menos al inicio de la “campaña de acoso”, puesto que en el desarrollo de esta modalidad, el “ciberacosador” puede terminar siendo varias personas, que en verano continúan ejerciendo el hostigamiento a través de las nuevas tecnologías.
Lo importante es estar atentos a las señales para poder detectarlo cuanto antes. En este caso no contamos con la primera de las pistas que nos hará sospechar sobre un posible acoso: el intento de evitación del centro escolar. Para averiguar si pasa algo, pues, habrá que mostrarse muy comprensivos con el niño, favoreciendo una comunicación sincera en la que él se encuentre seguro y jamás juzgado o culpabilizado por lo que está pasando.
Los padres deberán fijarse en los cambios de humor y de comportamiento respecto a otros veranos o periodos vacacionales:
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