Cada 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia, una fecha establecida desde el año 1993 por la ONU para promover políticas afines al grupo social que se considera la base de la sociedad. Aprovechamos la ocasión para poner el foco sobre los estilos familiares y cómo estos pueden afectar en el desarrollo de un niño. Cuando la sobreprotección es la tónica habitual en casa, hablaremos de hiperpaternidad, un modelo educativo habitual en nuestros días y con el que, lejos de ayudar, crearemos a futuros adultos inseguros y dependientes.
Aunque no existen los padres perfectos, sí que existen los modelos educacionales negativos con graves consecuencias para los más pequeños, como es el caso del estilo sobreprotector del hiperpadre actual. “La hiperpaternidad hace referencia a un modelo educativo donde los padres asumen las responsabilidades de sus hijos, están constantemente pendientes de ellos y no les dejan resolver sus conflictos por ellos mismos”, explica Nuria García Alonso, psicóloga infantojuvenil y directora de Ayudarte Estudio de Psicología.
Sin ser un concepto nuevo, está cobrando cierta relevancia en nuestros días gracias a la periodista Eva Millet, autora de ‘Hiperpaternidad’ y posteriormente de ‘Hiperniños‘ en los que ahonda sobre el tema del ‘over-parenting’, un concepto que en realidad no es nuevo y que ha ido cambiando de nombres a partir del inicio de la investigación sociológica y psicológica allá por los años 60. Así, ya hemos oído hablar del estilo indulgente o sobreprotector, de padres helicópteros, de madres apisonadoras o padres quitanieves, e incluso de padres mayordomos. “Diversos autores han hablado de este estilo educacional, aunque han utilizado nombres distintos para referirse a él, como Diana Baumrind, considerada una pionera en el estudio de estilos parentales de socialización y que hablaba del estilo permisivo; o el psicoterapeuta Dr. Haim Ginott que se refería a los padres helicóptero en su libro ‘Entre padres e hijos‘”, nos recuerda García Alonso.
En qué consiste la hiperpaternidad
Ya sea por miedo, por temor o desconfianza, muchos son los padres que tratan de ayudar a sus hijos constantemente proporcionándoles redes de seguridad y convirtiéndolos en el centro de sus preocupaciones familiares. En su afán de proteger, estos progenitores “actúan de parapeto ante el dolor, la tristeza y cualquier otro sentimiento negativo, frenando su frustración y solucionando ellos mismos cada problema que se les presenta”, comenta la directora de Ayudarte.
Haciéndolo así, sin embargo, no se benefician ni los hijos, ni los padres. En cuanto a los padres, éstos manifiestan una actitud desequilibrada respecto a su hijo, adoptando un rol poco realista, además de esclavo. “Los padres así necesitan que todo vaya bien, gestionan ellos mismos cualquier imprevisto, envuelven a sus hijos en una burbuja y los elevan en un pedestal dentro del núcleo familiar”, expresa Nuria García Alonso. Aunque su intención sea buena, “no se dan cuenta de que con esta forma de actuar y de educar, lo que conseguirán a la larga será un resultado muy diferente: niños miedosos e inseguros y con pocos recursos para sacarse ellos mismos las castañas del fuego”, asevera la experta.
La sociología de la hiperpaternidad
¿Desde cuándo nos hemos vuelto hiperpadres? Haber llegado hasta aquí no es casualidad, sino que obedece a factores sociológicos con los que han evolucionado las familias. De hecho, no hay un momento exacto para determinarlo, sino que la hiperpaternidad es fruto de los cambios que han ido existiendo en este último siglo: “Distintos modelos de familia, dificultades para conciliar y menos número de hijos en la familia”. Todo esto deriva en que los padres sientan que tienen que proteger a sus hijos (que muchas veces será un hijo único), focalizando toda su atención en él. “Los hiperpadres ofrecen a sus hijos todas las oportunidades a su alcance para recuperar el tiempo perdido porque se sienten culpables por trabajar y no estar con ellos. Sin embargo, proteger no es sinónimo de sobreproteger”, asegura la experta.
Cómo saber si somos unos hiperpadres
Para descubrir nuestra propia verdad habremos de hacer una introspección honesta observando el modo en que “gestionamos” la vida y educación de nuestros hijos. Desde Ayudarte nos recomiendan formularnos las siguientes preguntas. Si la respuesta es afirmativa en la mayoría de los casos, sin duda estamos ante un “hiperpadre”.
Cómo cambiar de estilo parental
Aunque no será fácil, aceptar que el rumbo adecuado es educar en autonomía en lugar de sobreproteger, se puede hacer. Incluso si el padre y la madre manifiestan diferencias entre ellos. En este último caso, García Alonso afirma que lo importante es la comunicación y tratar de negociar para que nuestra pareja tienda a ser menos hiperprotectora. En general, “no se trata de dejar de serlo de un día para otro, sino de hacer pequeños cambios y fijarse metas para, gradualmente, ir siendo menos hiperpadre, con más seguridad en uno mismo y en el hijo para poderle dar más autonomía”.
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