Con todo el verano por delante y con largos días de vacaciones todavía por venir, los padres con varios hijos se pueden considerar afortunados sabiendo que sus niños siempre tendrán con quién jugar. La existencia de varios hermanos permite a las familias aventurarse a ir incluso hasta el sitio más recóndito, resultando esto especialmente oportuno en tiempos de pandemia. Las familias numerosas suelen ser la envidia de los padres con hijos únicos: estos se las ven y las desean para buscarles amiguitos con los que no se aburran y así evitar que sean demasiado dependientes con ellos y las figuras adultas en general. Sin embargo, lo que puede ser una bendición a priori, puede convertirse en una pesadilla en aquellos hogares en los que los hermanos, en vez de jugar y distraerse juntos, se pasan el tiempo peleando entre ellos. ¿Debemos preocuparnos si nuestros hijos se pelean? ¿Dónde está la frontera entre las riña normales y las peleas serias entre hermanos?
Constantemente oímos hablar de acoso entre niños, y generalmente se refiere al contexto del colegio. Efectivamente, el bullying tiene lugar entre niños de edades similares y que comparten actividades similares. Es por ello que, clásicamente, donde más se produce es en el entorno escolar. De ahí la nomenclatura “acoso escolar”. Sin embargo, no es el único sitio donde el acoso puede suceder. Existe otro lugar donde rara vez se nos ocurre mirar, y es nuestra propia casa: el acoso entre hermanos es más frecuente de lo que pensamos.
Suceden continuamente, y tal vez por eso no les damos la atención que merecen. Las peleas entre hermanos de edades similares son una constante diaria dentro de muchas familias. Además de gritos, peleas e insultos, las disputas entre hermanos muchas veces van acompañadas de golpes y patadas. Es verdad que suelen durar poco, y al rato los hermanos están otra vez jugando, pero las consecuencias de sus continuos rifirrafes, a parte de generar muy mal ambiente familiar, pueden resultar en algún accidente.
Por otro lado, sostenidas en el tiempo, tienen el potencial de crear dinámicas de hostigamiento que generen en uno de los hermanos un sentimiento de inferioridad o dinámicas de dominación entre ellos. Clásicamente el hermano “abusado” suele ser el más pequeño de la casa.
Las riñas entre hermanos son habituales y constituyen uno de los mejores escenarios para que los niños aprendan a defender sus intereses y a mostrar asertividad. Además, les proporciona la oportunidad de aprender a negociar y a ceder en un entorno de seguridad. En este sentido las peleas son positivas, ya que extrapolarán estos aprendizajes a otros contextos clásicamente más agresivos (o en los que tienen menos protección), como el colegio.
Aunque no suelen ser graves, existen ciertos tipos de peleas que, repetidas en el tiempo, pueden ser consideradas un auténtico acoso. De hecho, pueden tener consecuencias demasiado perniciosas como para no tomarlas en cuenta. Para considerar las peleas un problema necesitaremos hacer una observación detallada y mantenida en el tiempo. Debemos empezar a preocuparnos si observamos lesiones y agresiones físicas, pero también si notamos que hay algún tipo de intimidación psicológica.
El hogar y la familia constituyen la primera existencia social del niño, hasta el punto de que cuando es muy pequeño, creerá que la suya es la única realidad posible. Es precisamente en este contexto primario donde uno aprende a relacionarse y a comportarse con los demás. Los hermanos “abusados”, en este sentido, aprenden un modelo relacional muy equivocado en el que la normalidad es la agresión.
La consecuencia más grave para el niño maltratado por sus otros hermanos, al margen de lesiones físicas y morales, es que llegan a ciertas conclusiones equivocadas a través del que es su primer modelo social, y que tenderá a repetir posteriormente fuera de su casa. Un niño acosado por sus hermanos sentirá mucha confusión acerca de cómo debe ser una relación afectiva normal. Además, podrá sentir miedo en su propio hogar, que es precisamente donde debería sentir apoyo y amor incondicional, especialmente por parte de sus padres. La consecuencia de esta inseguridad es la indefensión, muy relacionada con los trastornos depresivos.
Así son las peleas entre hermanos cargadas de hostigamiento y violencia similares al bullying:
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