Cada vez en más colegios adopta una política en cuanto a la celebración de los cumpleaños infantiles. Siendo una medida tan irritante como inconveniente para nuestros bolsillos, teniendo en cuenta que en cada clase habrá, como mínimo alrededor de 20 alumnos, resulta favorable para el conjunto de los niños. Pero, ¿por qué se hace así y qué pasa si nos saltamos a la torera esta norma?
La importancia que le da un niño a la celebración de su propio cumpleaños necesita poca explicación. En la vida infantil, cada aniversario adquiere la importancia de, poco más o menos, una boda. El pequeño obtiene todo el protagonismo y se siente querido por sus padres y hermanos, que son los que más celebran esta fecha. Y en realidad no es poca cosa lo que se celebra: nada más y nada menos que el nacimiento de ese niño. Con el cumpleaños se hace un gesto simbólico de agradecimiento a la incorporación de su vida a nuestra vida. Y los niños absorben toda la alegría e ilusión nuestra, multiplicándola por mil.
No obstante, la celebración no suele ser simbólica ni de espíritu, sino real y materializada en una fiesta. Y será en un parque de bolas, en un jardín con magos, o en un parque temático, según corresponda por año y edad. Y es en esta fiesta en la que deberemos someternos al intervencionismo de la dirección escolar. Normalmente se suele exigir lo siguiente por parte de los colegios:
Con el fin de que esta política se respete a rajatabla, los profesores suelen tener además la consigna de no repartir las invitaciones a los cumpleaños, salvo que sea una invitación a todos y cada uno de los componentes de la clase, o de acuerdo a la separación por género antes explicada. Esto nos complica aún un poco más mas cosas a los padres, al obligarnos a realizar toda la gestión de las invitaciones y su seguimiento, muchas veces sin tener el contacto de los otros progenitores.
Hasta el momento sólo hemos mencionado la parte negativa, pero hay otra que es muy positiva y fácil de entender. Se trata, básicamente, de hacer un ejercicio de empatía hacia aquellos niños tendentes a la exclusión social. Es decir, para aquellos niños a los que habitualmente no se les invita de forma natural. No olvidemos que los niños presentan sus propias afinidades y preferencias sociales, que son las que les llevan a elegir de forma natural a unos compañeros como amigos, mientras que a otros no.
Con la medida de invitar a toda la clase en los cumpleaños se pone en práctica la protección de los alumnos socialmente menos favorecidos, quienes suelen estarlo por manifestar alguna diferencia respecto a los demás. Esta muchas veces se produce a causa de algún tipo de trastorno del que ellos no son en sí mismo responsables. Ejemplo es ellos es el TDAH, que puede generar un comportamiento irritante para los compañeros, o el Síndrome de Asperger, por el que el niño no comprende bien el lenguaje no verbal y resulta raro ante los demás. En general, los niños especiales tienen mayor riesgo de bullying, pero cualquier alumno puede ser víctima del acoso escolar, incluso aunque haya sido anteriormente el más popular del colegio. Es por ello que los adultos debemos ejercer una protección activa, que comienza por la prevención en la escuela.
Continuando con lo anterior, no todo el acoso escolar es pegar y ejercer una violencia física o verbal. Existe también un tipo de violencia mucho más sutil, que es la que se produce dejando a un niño solo y sistemáticamente de lado respecto al grupo. Esto es lo que le sucede al niño al que nunca eligen a la hora de hacer equipos, a la hora de jugar, ni, por supuesto, a la de asistir a un cumpleaños al que sí van a ir los demás.
El resultado de aislar a un niño y no hacerlo sentir partícipe de su grupo escolar tiene consecuencias muy graves para su desarrollo psicológico y emocional. Partimos de la base de que las personas somos seres sociales desde nuestro nacimiento, y es por ello que necesitamos a los demás y tendemos a agruparnos, comenzando por la familia.
Si a cualquiera de nosotros, como adultos, nos duele el sentirnos rechazados, en el niño, carente de recursos para gestionar sus emociones, las repercusiones negativas serán mucho mayores tanto a corto como a largo plazo. Por este motivo, en el ámbito escolar es muy importante detectar las dinámicas grupales y los lazos sociales que se establecen entre los niños.
Existe también otro tipo de regla, esta vez aplicable a los regalos. Suele ser implícita e implementada por el sentido común de los padres y se refiere a sustituir los regalos por una determinada cantidad de dinero, que suele ser la misma en todos los casos, y está entre los 10 y 20 euros. Con ella se pretende el evitar convertir nuestra casa en un bazar, comprarle un regalo más importante o mejor al niño entre todos, o costear los gastos del cumpleaños.
Aunque la última tendencia es decir que no regalen nada o destinar el dinero recaudado a alguna fundación, quedándose el niños sin regalos. Algo a lo que muchos no están dispuestos a renunciar. ¿Qué os parece esta medida? Sin duda tenemos aquí otro debate por explorar.
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