Ya decía Dalí que “la única diferencia entre un loco y él mismo era que él no estaba loco”, dando con ello qué pensar y poniendo sobre la mesa el estereotipo que vincula la locura con la creatividad. El padecimiento o propensión a ciertas enfermedades mentales como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, e incluso el tener familiares que lo padezcan, parece relacionarse con la genialidad, o al menos con las profesiones más artísticas y creativas.
¿Pero es así realmente, o es una leyenda urbana? Todo apunta a que este dilema entre arte y enfermedad mental, o algunos tipos de esta, sí parecen encontrar un cierto fundamento científico. Y lo hace principalmente a través de los neurotransmisores, pero no exclusivamente. Un equipo de investigadores suecos del Karolinska Institutet de Estocolmo, y liderado por Órjan Manzano, descubrieron que, a menor densidad de uno de los receptores de la dopamina en el tálamo (el D2), se producía un menor filtro y censura en la información en su camino hacia el córtex cerebral, permitiendo el desarrollo de la creatividad.
Para llegar a estas conclusiones, los autores observaron la actividad cerebral de personas sanas en ciertas áreas del cerebro cuyas anomalías en la función dopaminérgica se asocian con síntomas de enfermedad mental, mientras medían su pensamiento divergente (aquel capaz de generar gran cantidad de ideas diferentes y creativas para la solución de un problema). Encontraron algunas similitudes entre las mentes sanas más creativas y las esquizofrénicas, ya que ambas presentaban una disminución en los filtros de la información que procesa el cerebro y que facilitan el pensamiento más creativo.
En el año 2013 y también en este mismo instituto de Estocolmo, el doctor Simon Kyaga y sus colaboradores publicaron los resultados de una extensa investigación longitudinal de 40 años en los que se había utilizado una muestra de casi un millón doscientas mil personas suecas en la que encontraron una relación entre las esquizofrenias leves y la creatividad. Aunque encontraron que la enfermedad mental en sí misma no aumentaba las probabilidades de tener una profesión creativa (a excepción de un pequeño despunte en el trastorno bipolar), hallaron que hermanos y familiares de primer grado de pacientes con esquizofrenia tenían una representación muy significativa en profesiones creativas, sugiriéndose tal vez que éstos heredaran una versión suavizada de la enfermedad por la que adquirieran sólo los aspectos creativos y no los debilitantes.
Como dice el escritor Juan José Millás, “si vamos circulando con un vehículo por la cordura, no nos avisa un cartel como el que anuncia que entramos en el Principado de Asturias para decirnos que abandonamos la cordura y entramos en el terreno de la locura”.
“Con la locura y la creatividad sucede lo mismo: un problema de fronteras”, advierte Raúl Gómez Gómez, psicólogo y director de recursos de atención social de Fundación Manantial. “Ni todo loco es creativo, ni toda creatividad necesita su dosis de locura para ser bien valorada. Pero bien es cierto que alguna relación de vecindad tienen. Muchos escritores, pintores y artistas han llevado la experiencia de la creación al límite, al borde y más allá de la locura. Alguno, incluso, se llevó su vida por delante”, nos recuerda Gómez con nombres como Artaud, Van Gogh, Emily Dickinson, Virginia Woolf, Pessoa, o James Joyce. “Arte y locura pueden vivir en un mismo edificio, pero no son inexorables compañeros de cama”, matiza el experto.
Así, ni estar loco te convierte en genial, ni por ser un genio has de estar algo trastornado. También lo explica Scott Barry Kaufman, director e investigador del Imagination Institute y de profesor de psicología de la Universidad de Pensilvania: “Ser creativo es similar a la enfermedad mental en el sentido de tener una capacidad aumentada y una inclinación a producir una gran cantidad de ideas y asociaciones”. Lo que distingue a unos y otros es lo que hacen con esa información. “La persona sana es capaz de manejar la avalancha de ideas, seleccionando las útiles y desarrollando eficazmente las buenas y descartando las otras”, aclara. Mientras que la trastornada no las procesa y toda la información se convierte en un conjunto de ideas caóticas y sin sentido.
Otras de las variables más importantes a tener en cuenta en el supuesto matrimonio entre locura y creatividad son el dolor y el sufrimiento, como señala el director de Fundación Manantial. Allí tratan a cerca de 3000 personas al año en centros de atención social, ofreciendo distintos programas y servicios a las personas con problemas de salud mental y sus familias, siempre buscando romper las barreras del estigma a favor de la inclusión e integración social “El riego que hay de representar la locura en el ámbito de la creación artística es caer en un romanticismo y un misticismo de la enfermedad mental que a veces no concuerda con la realidad: En la locura hay mucho sufrimiento. Y es difícil crear bajo tanta angustia”, subraya Gómez.
La creación puede tener, asimismo, una función en la locura a través de la expresión artística en sus distintas formas y con fines terapéuticos. “En Fundación Manantial utilizamos algunas expresiones artísticas como forma de manifestar capacidades, virtudes personales, y proyectos pendientes de alcanzar. Pero también como manera de canalizar y expresar emociones, de hacer frente a emociones anteriormente inhibidas, y de trabajar la elaboración cognitiva y capacidad para comunicarse con los otros y con el mundo”, explica Raúl Gómez.
Y si bien el “loco” puede usar el arte para canalizar su expresión, también puede simplemente disfrutarlo para identificarse con él, e incluso encontrar cierto alivio a su enfermedad, participando como espectador en charlas, talleres o exposiciones. Un ejemplo cercano lo tenemos en un reciente encuentro con el escritor Gustavo Martín Garzo, según rememora Gómez. “La sala estaba llena de gente, muchos de ellos pacientes de un centro de salud mental por patologías graves, y durante una hora no se movieron de la silla, hallando en las palabras del fabuloso escritor vallisoletano una forma de conectar con el mundo de la imaginación, pero también con su propia realidad”, proclama el portavoz de Fundación Manantial. “Una realidad que a veces nos pasa desapercibida por el estigma que soporta tener un diagnóstico de enfermedad mental”.
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