Luis Gutiérrez Rojas, psiquiatra del Servicio Andaluz de Salud, define las reglas para el buen funcionamiento de la familia:
En primer lugar, agradecer a los lectores -y sobre todo lectoras- el maravilloso feedback que cada semana recibo en relación a los contenidos publicados, vuestras opiniones me son de gran ayuda. Esta semana quiero abordar una realidad que tiene un gran protagonismo en esta época del año. Las vacaciones reúnen a todos los miembros de la familia y es muy normal que salten chispas en todas las direcciones. Además, se suele terminar con la frase: “Pero ¡qué ganas tengo de que se acaben las vacaciones!”.
Si analizamos el contexto del comentario, habitualmente está pronunciado por una madre incomprendida, con crisis de autoridad, cansada de hijos, marido y parentela. Bajo mi punto de vista, es una situación perfectamente evitable. Las vacaciones son una excelente oportunidad para enseñar y ejercitar la autoridad por parte de los padres y la obediencia por parte de los hijos. Ambas son virtudes muy necesarias para la convivencia en sociedad.
Ni que decir tiene que la educación conlleva tiempo y sacrificio por parte de todos. He de afirmar que, en nuestra sociedad, no hay crisis de valores, sino de práctica de virtudes, porque no son lo mismo. Mientras los valores se quedan al nivel de las propuestas, las virtudes se encuentran al nivel de las acciones. Hoy se habla mucho de propuestas de valor, en todo el sentido del término, pero no ponemos en práctica los valores y como resultado, no tenemos virtudes.
Pasando a la práctica, otra regla que aconsejo es la de “no pedir a las personas lo que no pueden dar, o no están en condiciones de dar en el momento en que lo pedimos”. Y, entre estas condiciones están las reglas ‘no escritas’, a las que hago referencia al comienzo del artículo: “Las madres siempre llevan la razón”, aunque a la larga se demuestre lo contrario, pero tener esto en cuenta evita muchos quebraderos de cabeza inmediatos.
Luis Gutiérrez se refería también a que lamentablemente muchos matrimonios se rompen por nimiedades de este tipo, por no saber pasar por alto, normas no escritas -como esta- que llevan al éxito o al fracaso, simplemente por no tener en cuenta la levedad y la fragilidad de la condición humana. Por cierto, esto no tiene nada que ver con la igualdad. La condición humana es frágil, limitada y hay una cosa que se llama empatía, o lo que es lo mismo, ser capaz de ponerse en el lugar del otro. Lógicamente, esto conlleva olvidarse de uno mismo, estado del cual prescinden los mensajes que recibimos en la publicidad o desde los medios.
Animo a dedicar las vacaciones a practicar el deporte de las virtudes -repetición de actos buenos- por si alguien no lo sabe- porque a la repetición de los malos, se llama vicio. Quiero terminar con la tercera y cuarta regla para lograr un buen clima familiar este verano, que también tienen como protagonista a las mamás:
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