No te lo tomes a lo personal… y vivirás más feliz

Aunque te cueste creerlo, muchas de las cosas que te afectan y desestabilizan cada día lo hacen solo porque tú se lo permites.

Ana Villarrubia. 09/03/2017

Cada día nos enfrentamos a decenas de situaciones que tienen un enorme potencial para descolocarnos, enfadarnos, ofendernos o dañarnos de cualquier modo. Son muchas las interacciones que cada día mantenemos con los demás, muchos los conflictos a los que nos enfrentamos, y muchas más las situaciones en las que las cosas no salen tal y como habríamos deseado. Comentarios que escuchamos, gestos que percibimos o planes truncados se prestan cada día a sacarnos de quicio… Eso sí, sólo si lo permitimos.

No dejes que te afecte tanto, no merece la pena
No dejes que te afecte tanto, no merece la pena

Porque sufrir por lo que percibimos de otros está en nuestra mano. Depende de nosotros. Sí sí, has leído bien: puedes decidir que las cosas te afecten o que dejen de hacerlo. Una ‘simple’ elección personal se encuentra en el origen de muchas de las emociones negativas que experimentamos cada día. Y que pueden llegar incluso a quitarnos el sueño.

Lo que los demás hacen o dejan de hacer te ofende cuando lo interpretas de manera rígida desde tu propio modelo del mundo. Nos ofendemos porque “yo jamás me pondría así por eso” o porque “para mi es inconcebible portarme así con otra persona”. Nos colocamos falsamente en el lugar del otro y juzgamos sus actos, gestos o actitudes desde nuestra propia escala de valores, desde nuestras inercias y nuestros esquemas acerca de cómo deben de ser las cosas. Damos por sentado que esa forma de pensar es la más lógica y natural. Lo ‘normal’ y esperable.

Lo ideal es ponerse en el lugar del otro, pero no es nada fácil
Lo ideal es ponerse en el lugar del otro, pero no es nada fácil

Sin embargo, la persona que tienes delante tiene otro padre y otra madre. Otra historia de vida. Otros valores incluso también. Otra mochila de experiencias, distinta de la tuya. Da por sentado cosas distintas y su actitud ante el mundo es el reflejo de sus propias prioridades. Por eso actúa de otro modo, porque ha aprendido a hacerlo, porque su personalidad y sus vivencias le han ido condicionado por un camino diferente al que tú has seguido.

Creemos que somos empáticos cuando en realidad no lo estamos siendo en absoluto. Colocarse en el lugar del otro no es pensar en qué habría hecho o sentido uno mismo de haber estado en tal situación. Todo lo contrario: empatizar implica sentir con el otro desde el momento vital del otro, con sus condicionantes y sus experiencias previas como telón de fondo.

Hay motivos de sobra para que te sientas mal pero que no puedan contigo
Hay motivos de sobra para que te sientas mal pero no debes caer en ellos

Nos pasamos la vida interpretando todo cuanto acontece a nuestro alrededor. Y de esas interpretaciones parten nuestras mayores frustraciones y enfados con los demás. Si buscas motivos para sentirte mal, ten por seguro que los encontrarás. Los hay a puñados cada día: una mirada por parte del conductor del autobús que nos ha llevado hasta el trabajo, un tibio “buenos días” de un compañero que ni nos mira a los ojos al saludarnos, la bordería de un amigo, la impertinencia de un familiar, el desplante de un cliente, la prisa de un jefe…  Todas esas situaciones son potencialmente dañinas si nos las tomamos por el lado personal, es decir, si creemos que nuestro interlocutor ha actuado de tal modo porque hay algo en nosotros que justifique su actitud de alguna manera.

La ofensa reside en la interpretación que nosotros hagamos de lo que nos sucede y de lo que recibimos de los demás. Si pienso que Fulanito ha sido un borde “y lo ha sido sólo conmigo porque me está reprochando algo” me sentiré enfadada, rabiosa y alerta a futuros desencuentros. Si su bordería se debe simplemente a “cosas suyas que a saber de dónde vienen” entonces yo quedo fuera de la ecuación y me protejo con una membrana impermeable frente a lo que me pueda llegar de las torpezas o meteduras de pata de los demás. Que, dicho sea de paso, también son humanos y sienten y padecen, y también se desbordan o se equivocan. No es lo mismo pensar que nos han tratado regular porque nos lo merecíamos o porque querían herirnos, que porque el otro estaba teniendo un mal día, estaba muy preocupado o tenía la atención centrada en otra cosa.

No es contra ti, es que seguramente la otra persona tiene un mal día
No es contra ti, es que seguramente la otra persona tiene un mal día

¿Quieres regular la permeabilidad de esa membrana que te protege o desprotege frente a lo que te llega de los demás? Cambia el sesgo desde el que interpretas las conductas y actitudes ajenas:

  • No esperes que lo demás actúen como lo harías tú. Lo mas normal es que eso no suceda. Y no pasa nada.
  • No deposites sobre los demás la capacidad para regular tus sentimientos. Tus emociones solo te competen a ti.
  • Asume que las opiniones y puntos de vista de los demás son necesariamente distintos de los tuyos. De los comentarios y críticas que recibas quédate con lo que mejor te venga mientras creas que es constructivo, y desecha lo que no vaya contigo.
  • Asume que muchas veces te faltan muchos elementos para interpretar o juzgar lo que los demás hacen o dejan de hacer: limítate a lo meramente observable y no hagas asunciones sin base alguna.
  • No le des muchas vueltas a los roces que hayas tenido con los demás. Si puedes hacer algo para resolver la situación ponte a ello inmediatamente y, si no, olvídalo.
No estás solo en el mundo
No estás solo en el mundo, aprende a convivir con la diversidad de opiniones de los demás

Afortunadamente no somos el centro del mundo y lo que el resto de personas hace tiene mas que ver con ellos mismos que con lo que puedan pensar de nosotros. Tu relación con el mundo y tu nivel de desgaste diarios dependen de cómo regules toda una serie de interpretaciones que crees lógicas pero que en el fondo son egocéntricas y arbitrarias.

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