Si eres una persona muy activa en redes sociales, una celebridad, o simplemente haces dinero en Internet como creador de contenido tras haber conseguido muchos seguidores, seguramente estés al tanto de uno de los riesgos más actuales del momento. Se trata de la cancelación en Internet, también conocida como ser cancelado en redes sociales. Descubre lo que es y las repercusiones que tiene esta cultura punitiva que se origina en el medio digital.
Todos tenemos derecho a opinar y la nuestra es una cultura que favorece o debería favorecer la libertad de expresión. Lo contrario nos conduce mentalmente a países radicales donde uno llega a temer por su vida por hablar o actuar de una forma determinada. Nuestra cultura, por el contrario, nos permite expresar una opinión, aunque sea susceptible de polémica, y además pone a nuestra disposición unos medios gratuitos para hacerlo a través de las redes sociales.
Sin embargo, a la hora de la verdad, y dentro de esa libertad de expresión, no todo vale. A juzgar por el aumento de la cultura de la cancelación, uno no puede soltar por esa boquita y fuera de su casa aquello que primero le venga a la cabeza. Ni mucho menos dejarlo por escrito frente a un número indefinido de personas, como sucede en Twitter y otras redes sociales.
Hablar sin pensar, o mejor dicho, escribir o comunicar en el sentido más amplio sin pensárselo uno dos veces en redes sociales tiene un riesgo muy alto y puede devenir en el desastre personal y profesional. Hablamos de la cancelación de una persona por haber dicho o hecho algo inapropiado o políticamente incorrecto a ojos de la mayoría. Generalmente será en redes sociales pero, otras veces, el error podrá cometerse en persona a través de algún acto público. En ambos casos, las consecuencias posteriores serán las mismas.
Por cancelación nos referimos a un tipo de boicot colectivo a alguien valiéndose del medio de las redes sociales. Las razones más comunes para la cancelación se encuentran en haber emitido juicios de valor en temas socialmente espinosos o ligados a la intolerancia y a la exclusión. Entre estos puede estar el racismo, la xenofobia, la homofobia, el machismo, o incluso el pronunciarse sobre ciertos asuntos políticos.
Las verdaderas intenciones de las palabras que suscitan la cancelación de una persona no le eximirán de unas consecuencias devastadoras. En algunas ocasiones incluso lo habrá hecho sin querer, o al menos sin medir los resultados de sus actos. Se tratará de un comentario poco oportuno, pero que se ha malinterpretado.
Así y todo, ni el dar explicaciones ni el intentar aclararlo o pedir perdón serán suficiente para poner freno a una cancelación cuando esta ha tenido lugar. El castigo social es, en este sentido, implacable: una vez disparado, la víctima lo va a tener muy difícil para poder volver a su estatus inicial, para poder recuperar su reputación y, por ende, la normalidad en su vida.
Generalmente, y por suceder en Internet, se asocia a perfiles sociales muy conocidos y con miles de seguidores. Habitualmente, por tanto, afectará a personas muy influyentes como puedan ser celebridades o figuras públicas en general, ya sean del mundo de la política o de la cultura. Como consecuencia a este castigo público en forma de justicia social, la vida de la persona afectada podrá ponerse patas arriba y cambiar de un momento a otro.
A nivel personal, la cancelación se traduce en un escarnio público desmesurado y cargado de descalificaciones, ofensas y acusaciones. Como cabe esperar, las consecuencias en el estado anímico de la persona, en su autoconcepto y en su autoestima, serán devastadoras. El afectado podrá, así, entrar en una depresión y volverse inseguro, con actitudes paranoides, y siempre en constante vigilancia sobre lo que se dice de él en el medio digital.
En lo profesional, por otra parte, la cancelación podrá desmantelar la carrera de esta misma persona, a quien dejarán de llamar y con quien dejarán de contar profesionalmente. Así, los actores dejarán de hacer películas, los cantantes de dar conciertos, y los puestos políticos o cargos públicos se verán obligados a dimitir, cuando no sean despedidos directamente.
Prácticamente cualquiera que tenga una cuenta social puede meterse, sin quererlo, en un jardín del que será muy difícil salir. Al margen ya de las celebridades, ser cancelado le puede suceder también a cualquier marca comercial a través de una publicidad poco afortunada o que se malinterprete. Y el resultado será la pérdida de sus clientes, durante un tiempo indeterminado.
A pequeña escala, también nos podría ocurrir a cualquiera de nosotros, e incluso a los propios niños, que pueden pasar de un día para otro de ser los más populares del colegio, a los más odiados. La cancelación en Internet se trata, pues, de un tipo de bullying colectivo y magnificado en el que cualquiera está invitado a participar en el hostigamiento a una persona normal, figura pública o marca.
Los adolescentes, como buenos nativos digitales que son, y por ser ellos mismos una parte fundamental de los actores e inventores activos que van moldeando Internet, están concienciados del riesgo de la cancelación y lo asumen como parte del juego. Por tanto, si tienes hijos, hablar de ello es un buen tema de conversación con un trasfondo moral sobre el que conviene reflexionar.
Está claro que cada uno debe ser dueño y responsable de sus actos y palabras, y que las redes sociales pueden, y quizá deban, aplicar algunos correctivos ante el que confunde la libertad de expresión con la ofensa. Así y todo, ¿hasta qué punto la sociedad tiene derecho arruinar la vida de una persona de un día para otro?
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