Emocionarse en Navidad no es ninguna cursilería. Y desear que el calendario marque el 7 de enero no supone ser un Grinch. Más allá del simbolismo religioso, es innegable que las navidades son tradición, las tradiciones son sinónimo de recuerdos y este tipo de recuerdos viene asociados a un intenso torrente emocional. Que estos días se conviertan en un jolgorio o en un suplicio depende de en qué momento y situación vital nos encontremos. La llamada depresión blanca no es un diagnóstico clínico como tal, pero sí una realidad.
Una realidad observable en muchísimas personas que estos días se enfrentan a la angustia por los fantasmas del pasado, a la angustia de las reminiscencias de los que no están – las sillas vacías –, al estrés de sus problemas personales, económicos y familiares o al afrontamiento de multitud de tipo de duelos.
Y es que no es lo mismo afrontar las Navidades con un presupuesto holgado, niños en casa llenos de ilusión o proyectos de vida edificantes que hacerlo en un momento complejo de balance vital. Quizás con la agonía del trabajo que no termina de llegar, sin la posibilidad de tomarse vacaciones, sin poder regalar a los demás o sufriendo una pérdida de un ser querido o una separación.
Las personas que se encuentran en este segundo tipo de situaciones se enfrentan a un duro agravio comparativo. El de no poder desprenderse de su desasosiego en un contexto de cientos de estímulos que nos exigen alegría y felicidad.
Conecta con ellas, reconócelas, etiquétalas y disponte a expresarlas. No dudes en recurrir a los demás o pedir ayuda. No importa que creas que no sintonizas con tu entorno, hay muchas más personas dispuestas a entenderte de lo que puedas imaginar.
Conecta con tu realidad en lugar de negarla o tratar de llenar tu vacío con cualquier tipo de comportamiento evitativo o compulsivo (alcohol, comida, compras, etc.). Especialmente si te encuentras en peno duelo, la negación solo empeorará, intensificará y retrasará tu proceso de readaptación a la vida. Este es un año para el recogimiento, ya vendrán otros en otros términos.
Olvida el estereotipo que se nos impone. Sin aislarte, por supuesto, pero sabiendo decir ‘no’ a aquellos compromisos o peticiones que te supongan un esfuerzo excesivamente doloroso. Rodéate de quien tú quieras, aprovecha eso de “tenemos que vernos” para acercarte a esas personas a las que durante el año te gustaría haber visto más. De inicio puede darte algo de pereza, pero lo cierto es que el confort posterior siempre habrá merecido la pena.
No te prives a la hora de evocar experiencias pasadas, contar anécdotas o permitir que los más pequeños conozcan a aquellos que ya se fueron. Cualquier gesto simbólico que contribuya a perpetuar el recuerdo y la trascendencia de quien físicamente no está con nosotros generará un vínculo de empatía y afecto que te unirá más que nunca a los tuyos y fortalecerá tu identidad.
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