Hoy es el Día del Libro. En Cataluña se regalarán libros y rosas, y en el resto de España aprovecharemos para hacernos algún guiño como lectores, siquiera sea aprovechando los descuentos de las editoriales. Lo más interesante en una jornada tan señalada es recordar la importancia de la lectura, que afecta a nuestro desarrollo cognitivo desde la infancia, pero continúa influyendo en nuestro intelecto a lo largo de toda nuestra vida. Por ello, es fundamental seguir leyendo y, a ser posible, hacerlo de forma analítica para nutrirnos de aquellos textos que verdaderamente nos merezcan la pena. Te explicamos por qué es una buena idea dejarse llevar por la pasión de los libros, sea cual sea el género literario de tu elección.
Hay distintas formas de leer, al igual que hay muchas formas de amar y de tratar con los demás. Y si en nuestras relaciones no nos entregamos a la primera de cambio ni tan fácilmente, tampoco lo haremos con un libro. De hecho, en un mundo plagado de textos, muchos de ellos gratuitos, tenemos tanto donde elegir, que no tenemos por qué regalar nuestro tiempo a nadie. Muy al contrario, a la hora de posar nuestra mirada, nos venderemos al mejor postor, que lo será por decisión de unos ojos subjetivos, pero que dispondrá de apenas unas frases para captar nuestra atención.
“Hay estudios que dicen que no se leen más que las dos primeras líneas de cada correo electrónico”, comenta José Bernardo San Juan, doctor en periodismo por la UCM, escritor, columnista y profesor titular de literatura en la Universidad Rey Juan Carlos. Además, alega que “las columnas de los periódicos han disminuido su longitud un 20% en los últimos años”.
Esto no hace sino ratificar la sospecha que todos tenemos de ser ya una sociedad más audiovisual que lectora. “Como tal, hemos olvidados algunas certezas de las sociedades lectoras: una de ellas era que pensar no es un proceso silencioso”, recuerda Bernardo. “La mayoría de las veces pensamos en voz alta y pensamos escribiendo. Sabemos muchas cosas más de las que creemos, y tenemos convicciones que no sabemos que tenemos, hasta que las explicamos a alguien o hasta que las escribimos. Forzarnos a escribir nos ayuda a auto-estructurarnos, o a saber quiénes somos. Y, desde esas certezas, es mucho más fácil avanzar en nuevos pensamientos, tener nuevas hipótesis, y explicar con más facilidad lo que nos sucede”.
Aunque como todos sabemos, para escribir bien, primero hay que leer, tanto para nutrirse de conocimientos como de normas de ortografía y estilos literarios. Y la forma más elevada de lectura es la analítica: aquella que nos invita a reflexionar y hacer una observación pausada de lo que leemos.
Para llevarla a cabo, José Bernardo aconseja a sus alumnos “que lean despacio, que anoten todo aquello que les sugiera lo que están leyendo, y que apunten también aquello que les distrae y no les deja concentrarse en la lectura, y así podrán olvidarse de ello”.
Si quieres llegar a un buen análisis, será importante prestar gran atención al texto e incluso dejarse seducir por él:
Para facilitar el proceso puede ser conveniente echar mano de lápiz y papel e ir apuntando todos estos aspectos, o mejor, hacerlo en el propio libro a través de subrayados y anotaciones en los márgenes. “Yo soy muy partidario de garabatear, de ensuciar los libros con anotaciones. A veces subrayo aquello que quiero pensar después, o lo que me ha gustado, o aquello que no me ha gustado nada”, señala el docente. Lo importante es llevar a cabo una reflexión sobre lo leído, que a posteriori dirá mucho de nosotros, de nuestra personalidad y pensamiento.
Lo mejor de dejar huella en el libro es que nos permitirá releer nuestras propias anotaciones años después. De este modo, podremos revivir lo sentido, y tal vez ponerlo en contraste con nuestro presente y forma de sentir más actual.
“En España hay un millón y medio de universitarios”, nos recuerda Bernardo. A lo que añade que hay tantos tipos de lectores como personas. “En términos generales la lectura analítica es una práctica que se acaba convirtiendo en un carácter. Y ahora la incidencia de las tecnologías fomenta muchas aptitudes maravillosas, pero el análisis y la lectura no están por lo general entre ellas. La lectura analítica se aprende antes, en los años de la educación secundaria. En la universidad a menudo hay que recordarles el beneficio de una lectura analítica y mostrarles la belleza de encontrarse, a través de ella, con Cervantes, con Ortega… Ojo, pero también E. L. James (Cincuentas sombras…) y George R. R. Martin (Juego de tronos)”.
Analizar un texto en su forma y fondo es algo que se puede hacer en cualquier libro, ya que siempre ayudará a mantener despierta la atención. Dicho esto, señala José Bernardo, “hay libros, como los ensayos, que suelen ser más propicios a este análisis. Pero en cualquier libro es válido. Por ejemplo, en los de divulgación –más dados a las generalizaciones– es habitual no estar de acuerdo con alguna propuesta y, por eso, es fácil, escribir diálogos con el autor y hasta incluso proyectar sistemas alternativos”.
Respecto a las novelas, las resalta para asociarlas con nuestro lado privado o más íntimo. “En las novelas es fácil encontrar modos de decir que nos ayudarán en nuestra vida personal. Y, si uno es exigente, puede encontrar incluso estructuras narrativas que pueden resultar interesantes”.
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