Entre las nuevas e incipientes profesiones de rabiosa actualidad se encuentra el de “organizador profesional”, a veces llamada también “coach del orden”. Con la ayuda de esta nueva figura conseguiremos tener una casa, sino a prueba de revista de decoración, a prueba de suegras y de visitas inesperadas a cualquier hora del día. Incluso si tenemos niños, siempre que les formemos a ellos también en la rutina del orden. Porque enseñar a los niños a ser ordenados no es tan difícil.
La culpa de todo la tuvo en su momento Marie Kondo, con su súper ventas La Magia del Orden, un libro en el que explicaba la evolución de su obsesión por el orden hasta llegar a su actual metodología, el Método KonMarie. Aplicándolo, conseguiremos cambios profundos en nuestra vida, siendo el primero y más obvio el conseguir un entorno mucho más ordenado en nuestro hogar. Pero, ¿por dónde empezar? Y, sobre todo, ¿cómo conseguir la implicación del resto de la familia?
Unos más que otros, casi todos soñamos con tener y mantener un hogar ordenado, pero no siempre lo conseguimos, sobre todo si hay niños en casa. Ser meticuloso con el orden es una variable personal que se manifiesta desde la infancia y, prueba de ello es la diferencia que se aprecia entre hermanos dentro de cualquier familia. Sin embargo, hay una buena noticia: el orden se puede inculcar, se puede educar. Y lo mejor es empezar cuanto antes, desde la primera infancia. Esta es la recomendación de los expertos en orden profesional, para quienes los niños no son un problema en este sentido, sino que pueden convertirse en unos buenos aliados.
“Hay quien tiene el don de organizar de forma innata. Pero es una habilidad como cualquier otra, que se aprende con la práctica”, explica Mar Ferré, organizadora profesional y autora del perfil social de la cuenta @ordenterapia, con miles de seguidores. La experta nos advierte del peligro de etiquetar a los niños con el adjetivo de ser ordenados, o , por el contrario, desordenados y caóticos. “Muchas de las personas a las que acompaño en sus procesos de orden desde pequeñas les han puesto la etiqueta de caótica, o creen que el orden está reñido con la creatividad. Y las creencias condicionan nuestras conductas más de lo que pensamos”.
Una postura más sensata será educarles y enseñarles en el orden desde que son pequeños. “Lo primero de todo, debemos diferenciar entre ordenar y organizar. Ordenar es dejar una cosa en su lugar. Organizar abarca mucho más. Es determinar cual será ese lugar, es crear un sistema para que las cosas funcionen, es un proceso para mejorar aquello que no funciona”, matiza Ferré. “A los niños debemos enseñarles ambas cosas, a ordenar y a organizar, teniendo presente siempre el lema ‘Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.” Lo conseguiremos repartiendo la responsabilidad de hacerse cargo de sus objetos, nos explica. “Hemos de enseñarles a darles la importancia justa a las cosas y a conocer mejor qué necesitan y qué no les va a permitir ser más autónomos y responsables. Eso, evidentemente, repercute en otras facetas de su vida, como en las relaciones con los demás o en su desarrollo emocional”.
Las razones para elegir el orden son múltiples. Nos las recuerda Mar Ferré: “Vivir en un entorno caótico afecta a nivel físico, emocional y mental. Es también mucho más difícil de limpiar y mantener en condiciones higiénicas óptimas. Además, no encontrar las cosas cuando las necesitas y perder tu valioso tiempo en buscarlas genera frustración, rabia, y mal humor”. Por no hablar de la economía: “Gastas más dinero del necesario porque tienes que volver a comprar eso que has perdido y entonces… va y aparece. Extravías recibos o notificaciones importantes que luego has de pagar con recargo”. A nivel emocional, el desorden hace que te sientas mal: “Un entorno desordenado facilita la dispersión mental, afecta a tu concentración e impide que puedas poner foco en una única tarea”.
En el plano familiar el desorden también se cobra caro, señala Ferré. “Todas estas situaciones te llevan a vivir con un elevado nivel de estrés que propicia tensiones familiares con nuestra pareja e hijos. Además, cada uno de nosotros tenemos un concepto de lo que es un entorno organizado que no siempre coincide con el de las personas con las que vivimos y eso también genera dificultades en la convivencia”.
Pero no nos quedemos solo en cómo nos afecta un entorno desorganizado. La relación entre una persona y el espacio que habita es en doble dirección. De esto precisamente hablan los expertos en Feng Shui, para quienes nuestro hogar refleja por lo que estamos pasando a nivel interno. Por ello, apuestan por reorganizar los espacio en armonía. Monserrat Beltrán, asesora en Feng Shui con sede en Barcelona y creadora del Método online ÓSATE, apuesta por una buena distribución de todos los objetos, colores, materiales, mobiliario y decoración, para favorecer los distintos aspectos de nuestra vida.
La experta en esta disciplina milenaria asegura que “desorden fuera es desorden dentro, ya que hay una relación directa entre el trasterío en casa y el trasterío en nuestra mente”. Y advierte del efecto devastador del desorden en cualquier persona, pero sobre todo en los niños: “El desorden nos afecta negativamente, seamos conscientes o no: provoca desconcentración, nos aturde, nos bloquea, nos hace irascibles y en muchos casos, nos hace sentir que no encontramos nuestro lugar en el mundo y que andamos perdidos y sin rumbo. Y a los niños les provoca algo similar con el agravante de que son más sensibles, por lo que lo perciben antes”.
Uno de los mayores problemas de nuestra sociedad es la acumulación, según la experta de @ordenterapia. “Todos somos acumuladores, en mayor o menor grado. Somos los hijos y nietos de generaciones que pasaron por situaciones de carencia y escasez extremas. Y por eso guardamos las cosas por si acaso algún día las necesitamos. Y hemos crecido en una sociedad eminentemente consumista, en la que creemos que cuanto más tengamos,más felices seremos”.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Así nos lo advierte: “Si guardamos todo y consumimos descontroladamente, llega un momento en que el espacio donde vivimos ya no da más de si y nos solemos decir ‘Necesito más espacio’, sin caer en la cuenta de que en realidad lo que necesitamos son muchas menos cosas”.
Detrás de todo ello está el miedo a que un día lo pueda necesitar y el miedo a olvidar, pero también el miedo al rechazo, a no ser suficiente, y hasta a no valer. Ferrer lo explica por los condicionantes sociales: “En una sociedad donde se te valora por lo que tienes, es evidente que cuanto menos tengas, menos te van a valorar. Por eso nos resistimos a dejar ir”.
Los niños son como esponjas y lo que vean en casa desde pequeños les parecerá lo normal. Por eso es importante que rompamos con la idea de la acumulación como sinónimo de riqueza y seguridad. Este es un ejercicio que primero debemos realizar nosotros como padres, cuestionándonos cuáles son nuestras resistencias para deshacernos de las cosas que vamos acumulando en casa con el paso de los años.
Con los niños, si queremos comenzar a hacer una limpieza intensiva y desprendernos, por ejemplo, de sus juguetes viejos, tendremos que ayudarles, pero sin hacerlo nosotros. Monserrat Beltrán propone que involucremos a los niños. “Muchas veces infravaloramos la inteligencia de nuestros peques. Ellos aprenden de nosotros. Si somos capaces de llevar un buen orden y de involucrarlos cuando lo estamos realizando, ellos lo verán como algo normal. En ocasiones el problema es nuestro: la acumulación de juguetes hace que sea más difícil mantener el orden. Mi consejo es no hacer el trabajo por ellos”.
Aunque generalmente nos preocupa el desorden de nuestros hijos, en el polo opuesto están también los niños que llegan a obsesionarse. De hecho, existe una fina línea entre la neurosis obsesiva (TOC) y el orden excesivo. ¿Cómo rebajar sus exigencias respecto al orden para que lo que a priori es una buena cualidad, no se convierta en algo inadaptativo para él? Como en todo, los extremos no son buenos, ni en niños ni en adultos. No olvidemos que uno de los componentes más importantes del orden es el control. Por ello, “un exceso de orden habla de rigidez, de perfeccionismo, de autoexigencia y de mucha necesidad de control”, nos recuerda Ferré. Y eso no es favorable para su desarrollo emocional. Si el niño raya la obsesión, la mejor opción será ir a un psicólogo infantil.
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