Mucho se habla del “empoderamiento femenino”, sobre todo en fechas señaladas como el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. De hecho, las nuevas generaciones de niños y niñas Centennials han crecido oyendo hablar de conceptos como la igualdad, el respeto y sobre romper techos de cristal. Tanto sus padres como la misma sociedad les están educando así, y por eso las jóvenes y adolescentes muchas veces son las primeras en asistir a las manifestaciones feministas cuando estas se convocan. Sin embargo, lamentablemente, muchas de estas “todavía” niñas feministas dejan de serlo en el seno de sus primeras parejas. ¿Qué está pasando con estas relaciones adolescentes? ¿Estamos asistiendo a un nuevo tipo de machismo juvenil?
A pesar de recibir una sólida educación feminista, en su camino hacia convertirse en mujeres fuertes e independientes algunos hombres continúan poniéndoles palos en las ruedas. La realidad es que el machismo sigue produciéndose entre las nuevas generaciones de adolescentes. Los expertos alertan de un nuevo tipo de ensañamiento hacia la mujer que tiene lugar en un escenario mucho más actual: el que proporciona la tecnología y que ha derivado en una alta incidencia de violencia de género digital.
Uno de los motivos por el que se reproduce la violencia machista entre los más jóvenes está en la confusión sobre lo que es y no es aceptable e incluso deseable. Y los referentes femeninos no son tan claros. Para encontrarlos tampoco hay que irse muy lejos: basta con ver algunas series o ponerse las listas de música pop que escuchan en Spotify.
Muy a pesar del éxito de Shakira y del Flowers de Miley Cyrus, las niñas a menudo tienen unos referentes en los que se observa a la mujer como un ser frágil y cuya felicidad y valía está supeditada a la aprobación de sus parejas. Así, mientras que el abandono masculino se vive como un fracaso que justifica un tremendo dolor expresado como quiera que fuese, el tener un hombre al lado parece sinónimo de éxito y tranquilidad psicológica, amén de normalidad social.
Culturalmente existe también la idea de violencia de género como algo únicamente ligado a la agresividad física. Sin embargo, no es así, sino que hay otros tipos de maltrato mucho más sutiles. Hablamos de la violencia verbal o psicológica, por ejemplo, que reproduce modelos de relación aprendidos a partir de la observación.
Por otro lado, existe mucha confusión respecto a lo que es positivo en términos de amor y de pareja. Los nuevos modelos y referentes de las niñas hacen que estas confundan el control, los celos y la dominación de su pareja con el amor o con unas vivencias emocionantes y apasionadas propias de las películas o las series que ven, cuando en realidad son conductas machistas y de abuso.
La violencia de género debuta, pues, en edades tempranas y las primeras relaciones de pareja en adolescentes dan claras muestras de desigualdad y de dominación. Este afán de posesión masculino se manifiesta principalmente en un escenario digital, a través de los dispositivos y de la vigilancia de las redes sociales y puede considerarse un tipo específico de ciberacoso. Así, cuando una niña recibe amenazas o es intimidada a través de su móvil por parte de su novio está siendo víctima de la violencia de género digital.
Dentro de las jóvenes parejas, el ejercicio de violencia tiene lugar fundamentalmente a través del control continuado de la pareja y de la manifestación de conductas celotípicas y agresivas.
En este escenario son frecuentes los mensajes en los que se echan en cara comportamientos normales como el que la niña se relacione con otras personas en las redes sociales o el que vista de una determinada manera. Detrás de estos reproches existe una vigilancia anormal e inquisitoria a la mujer que en ningún caso debería estar justificada.
Otra de las fórmulas más habituales es la de tratar de aislar a la chica de su entorno de seguridad, conformado por familia y amigos. Ambos hechos conducen a la niña a un estado de soledad cada vez más acusado que mina su autoestima y la hace sentirse deprimida. En este estado, ella buscará a su novio (única persona disponible o “permitida”), incurriéndose en un círculo vicioso de dependencia basada en la dominación.
En las relaciones de parejas adolescentes otra de las vías de maltrato tiene que ver con la ausencia de límites y la privacidad. Así, se observa a menudo que el chico convence a la chica de que no debe haber secretos entre ellos bajo la premisa de que sus intereses son comunes y de que buscan la consumación de un amor tan apasionado que no todos entienden. En esta coyuntura, muchas veces la adolescente accederá a un control cada vez mayor por parte de su pareja, dándole las claves de su móvil y permitiendo que domine toda su actuación en redes sociales.
Cuando la niña se da cuenta de que se está quedando sola y sin amigos puede ser demasiado tarde y aparecer entonces el miedo a su pareja y a las repercusiones que podría tener el dejarlo. Entre otras cosas puede aparecer el temor al chantaje si el novio cuenta con material sexual compartido a través del sexting en momentos de intimidad y en los que había confianza en el otro.
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