Según una reciente encuesta, los propósitos de Año Nuevo son una realidad compartida por el 55 % de los españoles. Este año parece que el ejercicio físico y la mejora de la salud mental han ganado a las dietas y el abandono de malos hábitos como metas a conseguir durante los próximos 365 días. Curiosamente dos aspectos que tienen mucho que ver con una de las tradiciones más sanas y con más significado que asociamos al 1 de enero. La de empezar el año en el monte.
Y es que una actividad tan sencilla y a la vez tan liberadora como salir a caminar por el monte tiene mucho que ver con esa sensación de «empezar de cero» tan ligada al primer día del año. Porque a pesar de que el 1 de enero es, objetivamente, un día más; subjetivamente puede ser el principio de muchas cosas. Es el punto de partida que muchas personas necesitan para iniciar algo que quieren, desean o se proponen.
«Despejar la mente en un día de campo, monte o montaña es sano y muy reparador», nos cuenta la psicóloga clínica Ana Villarrubia. «Parar un poco para conectar con la naturaleza y sobre todo con uno mismo, sin distracciones superfluas y sin ruido, resulta sanador. Sobre todo en una fecha en la que hacemos propósitos y fijamos las direcciones que queremos que nos guíen durante el año».
Así, la experta nos confirma que esa sensación purificadora que muchas personas buscan (y encuentran) al empezar el año en el monte es real. Los motivos son físicos y también mentales; y ambos tienen que ver con esa sensación de libertad, de luz y de plenitud en el sentido más amplio de la palabra que nos da el contacto con la naturaleza.
Villarrubia explicaba a este medio hace un tiempo que «basta un rato de evasión o un paseo energizante fuera del entorno urbano para que disminuyan los niveles de estrés y sintamos que el tiempo se aprovecha de manera distinta. Es una sensación subjetiva pero también el resultado de una contrastada relación entre la desconexión natural y el descenso de los niveles de cortisol. Hablamos de la conocida hormona del estrés que, cuando no es adecuadamente regulada, cada día nos intoxica un poco más hasta hacernos enfermar y desarrollar problemas de ansiedad».
Por eso un paseo por el monte para empezar el año es mucho más que una actividad física -de la intensidad que se quiera- al aire libre. Es toda una declaración de intenciones; una terapia en la que nosotros somos pacientes y terapeutas; un reset físico y mental en toda regla; y un punto para coger carrerilla y enfrentarnos a lo que tenga que ser.
Algo que nos purifica y puede hacernos pensar, sin ruido -no solo el de la ciudad sino también el que nos aturulla, nos turba y en ocasiones nos ahoga- en lo que de verdad vamos a hacer o cambiar para que el siguiente sea el año de nuestra vida.
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