Así son y así trabajan los perros de terapia
Las mascotas son buenas compañeras de juego y el beneficio de su compañía es bien conocido. Cuando el animal se convierte en parte de la terapia las bondades se multiplican.
Casi todos hemos tenido mascotas o, como mínimo, hemos deseado tenerlas en nuestra infancia. Entre ellas, el perro se presenta como el compañero ideal soñado por los niños a la hora de elegir a su mejor amigo. El papel de estos animales, sin embargo, puede trascender con mucho a lo lúdico para convertirse en un aliado terapéutico con el que asistir a algunos trastornos neurológicos como el del espectro autista. ¿Cómo intervienen las mascotas en el tratamiento de niños con necesidades especiales o trastornos del desarrollo?
Se trata de la ‘Intervención asistida con animales (IAA)’, como explican desde el centro Entrelazadogs, en Barcelona sus directoras, Mireia Bosch Falgueras y Andrea Bracho Falcón. La primera, también psicóloga, la define como “una terapia innovadora y con enfoque multidisciplinar, en la que se plantean objetivos terapéuticos y se saca el mayor provecho al vínculo que se establece entre la persona y el animal para crear un ambiente rico en estímulos”. De este modo, además de reducir la ansiedad a nivel fisiológico, propicia la focalización de la atención, así como la integración del niño en su medio social.
Parte del éxito de la terapia está en la naturalidad con la que se absorben los beneficios: “Los animales sirven como nexo de unión entre el terapeuta y el paciente, que de una manera natural y espontánea mantienen contacto, sin que la persona sea consciente del tratamiento que está recibiendo”, aclara la experta. Además, “este tratamiento permite trabajar desde una perspectiva más lúdica aquellas patologías que afecten tanto a la salud física como a la salud mental”, estando por ello muy indicadas para niños.
No se trata de sustituir, sino de sumar y complementar otros tratamientos, en este caso actividades con las que los pequeños sentirán que están jugando. “Las intervenciones asistidas con animales consiguen que el paciente disfrute de la actividad a la vez que desarrolla habilidades en diversas áreas: motrices, conductuales, de sociabilización, etc. Cuanto más agradable sea la terapia para la persona, mejores efectos tendrá”, aseguran Bosch y Bracho.
El papel del perro
El animal en sí no ejerce como terapeuta, ni tampoco es curativo, aunque sí puede considerarse un coterapeuta. “Será el profesional el que mediante su compañía, utilizará sus capacidades para ejercer influencia directa, ya sea física o emocional, sobre el usuario, adaptándose a sus necesidades y estableciendo pautas dirigidas a la mejora personal”, explican desde Entrelazadogs. Especialmente con los niños, los animales y, en concreto, los perros, “son una fuente de estimulación y motivación muy poderosa”, aseguran. Y lo son por sus propias características, como “el pelo, el tamaño, la textura, el color, el sonido, o el olor; además de por su constante movimiento y comunicación visual y no verbal”, gracias a lo cual no se muestran tan desafiantes como los adultos.
“El perro representa una figura de apoyo en la que confiar, y con la que comunicarse. Los animales no utilizan un sistema de comunicación tan invasivo como el de los humanos”, aclara la psicóloga. El resultado de utilizar el lenguaje no verbal para expresarse y de ser todo mucho más visual y gestual despierta la manifestación de emociones y estados de ánimo, “lo que facilita que se puedan mantener conversaciones entre los niños y los animales sin que los niños se sientan amenazados”. En concreto, “el perro de terapia será el apoyo que le dará la confianza suficiente para ir explorando el entorno que lo rodea y acercarse a las personas, hará de nexo de unión entre él mismo y el terapeuta y facilitará la comunicación”.
Así son los perros co-terapeutas
Los perros que participan en las terapias son apaciguadores y “buscan siempre la estabilidad y la calma entre las personas u otros canes que se encuentran a su alrededor, lo que hace que se comuniquen con el niño de una manera muy suave y cuidadosa y le transmita paz y seguridad. Además, desde el punto de vista psicológico, adoptan una actitud afectiva y de gran apego, no juzgan, son lúdicos, cariñosos, curiosos y juguetones”. Como consecuencia, fomentan la amistad y la interacción con las otras personas y la responsabilidad de su cuidado en los niños. Para llegar a este punto es muy importante hacer una buena selección de los animales.
“Deben presentar un carácter dócil y equilibrado, sin ningún signo de agresividad, y estar preparados para enfrentarse a situaciones difíciles y contactos fuertes e incluso bruscos”. Su adiestramiento es crucial, no sólo para el niño, sino para el propio canino: “un perro bien entrenado y acostumbrado a todo tipo de materiales, personas, y situaciones, disfrutará más de las sesiones y también sufrirá menos estrés”.
Aunque la selección de los animales se hace en función de su temperamento, “algunas razas como el Golden o el Labrador Retriever son muy populares en la terapia asistida con animales, debido a su carga genética, aspecto físico y carácter equilibrado y tranquilo”, explican desde el centro de Barcelona. Así y todo, insisten en que lo más importante es el temperamento del perro y no tanto la raza.
Tratamientos y animales de elección
Aunque no existe un animal específico para cada tratamiento, “hay algunos animales con los que es más fácil trabajar unas cosas u otras”, explican las directoras de Entrelazadogs. “Por ejemplo, con los caballos, lo que más se trabaja es la parte postural, ya que el movimiento del caballo es el más parecido al paso humano y de esto pueden beneficiarse muchas personas con discapacidades físicas o dificultades motrices. No obstante, son animales muy sensibles, por lo que reaccionan enseguida al estado emocional del jinete”. Esto los convierte en buenos candidatos para trabajar con niños con trastornos de conducta, muy impulsivos e hiperactivos, entre otras cosas.
Con los perros pasa lo mismo: “Si tenemos un animal muy tranquilo y achuchable podemos trabajar gracias a él aquellos aspectos más físicos, de estimulación táctil (el llamado Perro Manta) o con niños con autismo que necesitan un canal de comunicación simple y poco invasivo. No obstante, si tenemos un perro muy activo y con ganas de hacer muchas cosas, es perfecto para trabajar con adolescentes con problemas conductuales o niños con TDAH, para fomentar el autocontrol y las normas sociales”.