Las redes sociales pueden llevarte al psicólogo
En el sano uso de las redes sociales, como en casi todo en la vida, la virtud reside en el equilibrio.
En sí mismas las redes sociales no son ni buenas ni malas. En todo caso y de manera objetiva, como herramienta al servicio de la comunicación, enriquecen los canales para el establecimiento y mantenimiento de relaciones interpersonales y también para la difusión y el acceso a la información. A priori, todo deberían ser ventajas.
Pero todo depende del uso que se haga de ellas y de la función para la cual se recurra a ellas. Una herramienta que agiliza el contacto entre personas no puede sustituir a otro tipo de herramientas, no puede convertirse en la plataforma de comunicación preferente y exclusiva, y tampoco debe copar tanto de nuestros recursos y de nuestra atención como para que acabemos descuidando otras facetas personales o áreas de vida. Por sí solas las redes no son maliciosas, pero sí es cierto que reúnen algunas características y ofrecen un tipo de estimulación tan determinado que, de no ser bien gestionadas, es fácil incurrir en un uso pernicioso que atente contra nuestra salud psicológica y emocional.
Por características determinadas -y definitorias- de las redes sociales me refiero por ejemplo a su naturaleza basada en la conectividad, sus demandas de atención y su disponibilidad constantes, la inmediatez y la masividad de las interacciones que promueven, la distancia virtual que permiten colocar entre las personas (esa barrera virtual puede llegar a permitir incluso el anonimato) o su inmenso potencial para ser personalizadas de tal modo que cada uno se expone al mundo de la manera que encuentra más atractiva. En este último sentido, ningún canal de comunicación induce tanto a la distorsión de la realidad como lo hacen las redes sociales, como le ocurre a la publicidad, por facilitar ilimitadamente el sesgo y el filtro de la imagen personal que se muestra en el escaparate.
Y, de la facilidad de incurrir en un uso pernicioso o en el abuso, surgen toda una serie de nuevas patologías vinculadas a Internet que, si bien no representan a día de hoy ningún tipo de cuadro diagnóstico clínico, sí que son un evidente reflejo de cómo Internet y las nuevas tecnologías han cambiado nuestra forma de vincularnos a los demás. Y se acompañan, además, de sintomatología que sí puede llegar a necesitar de atención psicológica y a denotar la presencia de otros trastornos psicológicos subyacentes.
- Se habla de FOMO, ‘Fear Of Missing Out’ o la necesidad de estar siempre conectado por miedo a perderme la última novedad, a quedar fuera del grupo, desvinculado o desactualizado, motivo por el cual no disponer del móvil en la mano genera ansiedad y las redes se comprueban de manera compulsiva y sistemática a cortos intervalos de tiempo.
- De WHATSAPPITIS, lo que haría alusión a un abuso de esta aplicación de chat que concurriría con excesiva dedicación en detrimento de otros canales de comunicación, experimentación constante de ansiedad, aislamiento social por evitación del contacto físico y hasta tendinitis.
- PHUBBING, que describe la vivencia de situaciones vitales significativas a través de la pantalla del móvil, privándose la persona de vivir y disfrutar esa experiencia con plena atención.
- NOMOFOBIA, que se refiere a la sensación de rechazo y exclusión social que cursa con síntomas ansioso-depresivos, y que aparece como consecuencia de la imposibilidad para disponer del teléfono móvil porque lo hayamos perdido, nos lo hayan robado o se haya estropeado.
¿Cómo debemos gestionar entonces nuestras redes sociales? ¿Cómo debemos enseñar a nuestros hijos a que hagan un adecuado uso de ellas? Las fórmulas, tanto en la teoría como en la práctica, son relativamente sencillas:
- 1. El manejo saludable radica en utilizar la red social como medio para un fin, y no como un fin en sí misma. Es decir, que el objetivo no es relacionarnos a través de la Red, sino utilizarla como vehículo para promover la vinculación a los demás, amigos o desconocidos, y mantener esas relaciones sociales después en otros ámbitos de nuestra vida y a través de otros canales de comunicación.
- 2. Las redes no pueden compensar carencias (por ejemplo, pobres habilidades sociales o dificultades para el establecimiento de relaciones sociales) pero sí pueden servirnos a modo de herramienta facilitadora del contacto con los demás y con el mundo.
- 3. Tampoco deben servirnos para dar rienda suelta a las pulsiones que de otro modo no nos atrevemos a liberar: la conducta de todos y cada uno de nosotros en las redes no debe conllevar actitudes que no seamos capaces de defender en persona, en cualquier escenario de nuestra vida, delante de otros.
- 4. Las redes sociales bien utilizadas deben sumar y no restar, es decir, deben facilitar que formemos parte de nuestros grupos de referencia en el mundo real, no solo en el virtual, sin generar ansiedad, tristeza o aislamiento.
- 5. Y, en ningún caso, deben acaparar nuestra atención en detrimento de las vivencias que atravesamos en tiempo real. La conexión virtual se ha malentendido cuando se produce en paralelo a una desconexión de nuestro entorno más natural.