Un mantel para la Mesa del Congreso de los Diputados

La situación que se vivió al constituir la Mesa del Congreso de los Diputados bien podría ser un capítulo de 'Alicia en el País de las Maravillas', donde el Lirón, el Sombrerero y la Liebre de Marzo representan a los políticos actuales.

Mario Garcés. 11/12/2019

Cuando las Cortes se convierten en un plató de televisión, y no en aras de la transparencia, sino del espectáculo, y cuando las ideas son coartadas intercambiables, antojos de estrategas de ciento veinte caracteres y de sonrisas blanqueadas en televisión, la desesperación del absurdo se apodera de la razón. Y esa ceremonia de la confusión tiende a repetirse lamentablemente cada cierto tiempo en el Congreso de los Diputados, y más recientemente como resultado de la función a la que asistí para constituir su Mesa. La Mesa del Congreso o el Congreso en la mesa. Y en todo caso, un mantel para la mesa. En momentos de tiranía de lo absurdo, bien vale Alicia en su madriguera.

Una merienda de locos. Bajo este título del capítulo ocho de Alicia en el País de las Maravillas, Carroll sitúa un pasaje que difícilmente pudiera ser escrito mejor en la actualidad. Piensen en las negociaciones para constituir la Mesa del Congreso, piensen por un momento en que los cuatro personajes, Alicia, el Lirón, el Sombrerero y la Liebre de Marzo, representan a algunos candidatos políticos. Y verán:

La situación que vive Alicia con el Lirón, el Sombrerero y la Liebre de Marzo en el País de las Maravillas es muy parecida a la que se vive hoy en el Congreso de los Diputados

Alicia se adentra en el mundo irracional del País de las Maravillas

«Había puesto la mesa debajo de un árbol, delante de la casa, y la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Sentado entre ellos había un Lirón, que dormía profundamente, y los otros dos lo hacían servir de almohada, apoyando los codos sobre él, y hablando encima de su cabeza. ‘Muy incómodo para el Lirón’, pensó Alicia. Pero como está dormido, supongo que no le importa.

La mesa era muy grande, pero los tres se apretujaban muy juntos en uno de los extremos.

-¡No hay sitio! -se pusieron a gritar, cuando vieron que se acercaba Alicia.

¡Hay un montón de sitio! -protestó Alicia indignada, y se sentó en un gran sillón a un extremo de la mesa.

-Toma un poco de vino -la animó la Liebre de Marzo.

Alicia miró por toda la mesa, pero allí sólo había té.

-No veo ni rastro de vino -observó.

-Claro. No lo hay -dijo la Liebre de Marzo.

-En tal caso, no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo -dijo Alicia enfadada.

-Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada -dijo la Liebre de Marzo.

-No sabía que la mesa era suya -dijo Alicia-. Está puesta para muchas más de tres personas».

Alicia decide sentarse a tomar el té con el el Lirón, el Sombrerero y la Liebre de Marzo aunque no estaba invitada

Dices lo que piensas o piensas lo que dices

¿Quién es el Lirón sobre el que dormitan, a modo de almohada, la Liebre de Marzo y el Sombrerero? ¿Hay mesas para tres donde caben cuatro o solo caben realmente tres? ¿A quién pertenece la mesa? ¿Cabe ofrecer lo que no se tiene o es una mera ilusión? Despejen las incógnitas con la actualidad ustedes mismos. En este episodio del libro, Alicia alcanza el límite de la irritabilidad, porque no hay nada en el desarrollo de la trama ni en el diálogo que la aproxime a la realidad. Un profundo sinsentido la embarga e intenta poner orden en el caos a través de la dialéctica, para huir así del desequilibrio que le hace perder toda esperanza de entender todo lo que ocurre.

Y llega así a un momento de la conversación, núcleo de un problema sorprendentemente metafísico, en el que ella misma pierde el suelo y se aleja por el mundo del absurdo: 

-«Entonces debes decir lo que piensas -siguió la Liebre de Marzo.

-Ya lo hago -se apresuró a replicar Alicia-. O al menos… al menos pienso lo que digo… Viene a ser lo mismo, ¿no?

-¿Lo mismo? ¡De ninguna manera! -dijo el Sombrerero-. ¡En tal caso, sería lo mismo decir ‘veo lo que como’ que ‘¡como lo que veo!». 

Finalmente Alicia se adentra con los tres personajes en el mundo de lo absurdo del País de las Maravillas

Huir o buscar una lógica a la realidad

Pienso lo que digo o digo lo que pienso. Este es el gran dilema. En este momento político tan complejo, hay quien antepone lo que se dice a lo que se piensa, que ya habrá tiempo de buscar motivaciones. Y hay quien habla y no se le entiende, por falta de coherencia o por falta de destreza. Y en esto no van sobrados los adanes de la nueva oratoria: «¡Habla en cristiano! -protestó el Aguilucho-. No sé lo que quieren decir ni la mitad de estas palabras altisonantes, y es más, ¡creo que tampoco tú sabes lo que significan!».

Mientras, Alicia decide adentrarse en el bosque: «¡Es la merienda más estúpida a la que he asistido en toda mi vida!» En manos de cada español está pensar si lo más inteligente es huir o buscar una nueva lógica de la sorprendente realidad.

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