¿Cómo gestiono los celos de mi hijo con la llegada de su hermanit@?
Con un niño muy pequeño que apenas toma conciencia de ello puede ser muy natural pero… ¿Cómo se hace cuando mi hijo/a ya es el príncipe de la casa?
Aunque no haga referencia a un diagnóstico oficial, el ‘Síndrome del príncipe destronado’ no es sólo una bella y literaria metáfora, sino que describe a la perfección toda una serie de síntomas emocionales que, por desgracia, son muy habituales en una familia cuya estructura no tiene más remedio que reorganizarse con la llegada de un nuevo miembro. La llegada de un nuevo hermano al hogar obliga a reconfigurar los roles y ajustar las funciones de cada miembro de la familia y esto es algo que sufren los pequeños de manera muy especial. Si los hermanos llegan muy seguidos es fácil que no exista problema alguno y que el bebé acoja con cierta naturalidad la llegada de otro bebé. Pero esto no es lo más habitual.
Es más frecuente que niños que han crecido unos cuantos años desempeñando un papel bien claro en la familia se sientan amenazados ante la llegada de otro hermano que, desde su sesgado punto de vista, se ha empeñado en venir al mundo para arrebatarle lo que es suyo y competir por la atención o los afectos de papá y de mamá. Suele ser la llegada del segundo hermano la que más acusan los mayores: cuando llegan otros sucesivos es de esperar que la adaptación sea más sencilla y que la aceptación se haya trabajado antes. Es en este momento cuando el miedo, la inseguridad y la incertidumbre se apoderan del pequeño, que sintiéndose desplazado teme perder el protagonismo que sus padres le han concedido y el lugar predilecto que para ellos ha ocupado.
¿Cómo manifiesta mi hijo que se siente desplazado por la llegada de su hermano? Muchas veces de manera abrupta, al poco de llegar el bebé a casa y sin haber mostrado preocupación alguna durante el embarazo de mamá. Las manifestaciones más habituales pueden englobarse bajo las siguientes etiquetas:
- Conductas regresivas: Desplegando de repertorios conductuales que no corresponden a su nivel de desarrollo madurativo y que ya habían sido superados, como las rabietas descontroladas ante la frustración, volver a recurrir al chupete o a chuparse el dedo, pedir comidas en puré, utilizar lastimosamente un tono de voz más infantil, volver a mostrarse sensible ante algunos miedos antes superados… Puede llegar incluso a perder de nuevo el control de esfínteres.
- Conductas disruptivas: Con llamadas de atención inoportunas y excesivamente extravagantes, acompañadas de la transgresión de algunas normas, tanto en casa como en la escuela, que nunca antes había tenido problema en acatar.
- Desregulación emocional: Con enfados frecuentes, llanto, una inusitada labilidad emocional (oscilando de la rabia o la agresividad a la ternura o la dependencia) y otras muestras de tristeza, apatía, desmotivación… También puede aparecer agresividad hacia el hermano o hacia otras personas, inquietud generalizada o sintomatología ansiógena en general. Esta ansiedad llega a causar problemas para conciliar y mantener el sueño.
- Somatizaciones: Dolores y molestias físicos (difusos aunque normalmente centrados en la cabeza, la tripa) que manifiesta con quejas generalizadas y recurrentes.
¿Por qué le ocurre esto a mi hijo? No existe una única explicación al respecto. En el desarrollo de este tipo de síntomas influyen el carácter del pequeño, las rutinas de vida que hasta el momento haya llevado, la relación que mantuviera con los padres u otro cuidadores… Y, sobre todo, este cuadro emocional es el resultado de un proceso e adaptación necesario a lo largo del desarrollo madurativo del pequeño. Los celos hacia el hermano pequeño forman parte de la adaptación a unas nuevas circunstancias de vida que ciertamente alteran la vida del niño y modifican la estructura del mundo tal y como él lo ha conocido.
Una nueva configuración familiar le plantea el reto de encontrar de nuevo su lugar, recuperar la seguridad que el cambio ha hecho tambalear y asumir fuera de su lógico narcisismo y egocentrismo que no es el único en el mundo merecedor del afecto de sus padres. Toca acatar un humilde protagonismo compartido. No es tarea fácil, pero sí una experiencia fundamental en su proceso de aprendizaje. Por lo tanto, llegado el caso, de nada sirve buscar culpables. No has hecho nada mal, tan solo tienes por delante a un menor al que acompañar y unos roles familiares por reajustar. La forma en la que la familia gestiona la situación sí puede aminorar el impacto de esta situación sobre el niño y reducir con ello la intensidad de la sintomatología que experimenta. Manos a la obra.
¿Cómo ayudar al pequeño a que supere esta etapa de ajuste?
- Reduce su incertidumbre. La mejor manera para hacerlo es proporcionar al niño información acerca de lo que está por llegar, dosificada a lo largo del tiempo para que no le resulte abrumadora, y de manera que pueda entenderla.
- No generes falsas expectativas. Porque el bebé en sus primeros meses de vida no es divertido para su hermano, ni de lejos. No es cierto que vayan a poder jugar o hacer cosas juntos. Se le puede hacer difícil convivir con un bebé y debe estar preparado para ello, sabiendo que sólo necesita un poco de paciencia y que las cosas cambiarán con el tiempo.
- No caigas en una excesiva permisividad. Te enternece verle sufrir. Se te hace pesado, claro, pero es tu hijo y resuenas con él. Por eso es fácil y hasta comprensible que caigas en la indulgencia o la permisividad; pero resulta nefasto desde el punto de vista educativo. Es importante que respondas de manera contingente ante conducta de tipo disruptivo o regresivo. Entenderle sí, pero justificar por ello comportamientos inadecuados, no.
- Practica la extinción. Porque algunos comportamientos, más que ser castigados, merecen ser entendidos. Es el caso de las llamadas de atención o de las actitudes excesivamente infantiles o autocompasivas.
- Tampoco le pidas demasiado. Bastante le cuesta adaptarse a esta nueva situación como para que encima le pidas otros cambios significativos. No conviene que esta época coincida con otros hitos importantes como dejar el chupete, empezar la guardería, cambiar de cuarto o empezar a dormir solo… No es difícil prever todo esto con tiempo y perspectiva, y adentrase a la llegada del bebé sí es necesario.
- ¡No hagas comparaciones! Y esto es algo que todos deberíamos tatuarnos en la mente hasta el final de nuestros días. No nos hacemos a la idea de la facilidad con la que hacemos algunos comentarios comparativos y del tremendo impacto que tienen en la autoestima de los niños. Además de que alimentan los celos y obstaculizan la aceptación del hermano.
- Dedícale a tu hijo mayor algo de tiempo en exclusiva. Aunque sea poco, pero que pueda contar con él. Si siempre la ha tenido, perder de golpe la atención de sus padres es muy doloroso. Por supuesto que las cosas han cambiado, estáis cansados y no disponéis ni del mismo tiempo ni de las mismas fuerzas; pero en su adecuada proporción podéis seguir encontrando un espacio para compartir juegos y actividades con él. El resto de la familia puede involucrarse también en esta misión.
- Atribúyele algunas responsabilidades. Adecuadas a su edad y desde el enfoque motivacional de quien se hace mayor y por lo tanto ejerce también un papel más trascendental en su entorno. Algunas de estas responsabilidades pueden tener que ver con el cuidado de su hermanito y por lo tanto le agradará ver lo mucho que te alegra recibir su ayuda.
- Proporciónale un rol. ¡El rol de hermano mayor! Esto no va tanto de responsabilidades sino más bien de privilegios, de orgullo, de identidad… Psicológicamente él será siempre para su hermano pequeño un referente emocional y un referente vital.
- Fomenta su empatía hacia el hermano. No es un trabajo fácil pero sí muy agradecido. A un niño ya le cuesta colocarse en el lugar de los demás, como para pararse a comprender las necesidades de un bebé. Muéstrale fotos de cuando él era pequeño, cuéntale anécdotas y normaliza con ello los cuidados y las tareas que el hermano pequeño requiere.
- Muéstrale todo tu cariño. Parece que no es necesario ni nombrar este punto pero a veces estamos tan cansados que se nos olvida… Ya tengas que reprenderle por algo o ponerle un límite, hazlo siempre desde el afecto más que desde el enfado. La firmeza y la disponibilidad afectiva no están reñidas. Ponle también palabras a esas emociones: «Tu hermano, por lo pequeño y dependiente que es, y por todos los cuidados que requiere, nos consumen mucho tiempo, pero esto no cambia en nada lo mucho que te queremos a ti…»