Jorge Luis Borges a 120 años de su nacimiento
El relativismo, gangrena de nuestros tiempos, está presente en la idea de la esfera que aparece en dos grandes ficciones de Jorge Luis Borges: "El Aleph" y "La esfera de Pascal".
Se cumplen 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges. El mismo que hizo de la ceguera, la mayor de las luces. Del humor, la verdad completa. Del peronismo, una caricatura: “Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”. De la amistad, la vida misma: “Uno de mis mejores amigos se casó y se olvidó de decirme que se había casado. Porque como hablábamos de temas generales y era muy tímido también, le parecía que contar algo personal podía ser una impertinencia. Nunca nos hicimos confidencias. La amistad puede prescindir de la confidencia. El amor no. Si no hay una confidencia, yo lo siento como una traición”.
De García Márquez, lo que muchos pensábamos: “‘Cien años de soledad’ es una gran novela, aunque quizá con cincuenta años hubiera sido suficiente”. Y fue generoso el cínico de Buenos Aires, pues bastaban diez. De la muerte, el mito de Ginebra como ciudad absurdamente literaria. De la política, la lucha por romper desde el ingenio la monotonía del servilismo, la crueldad y la estupidez. Pero también de la lucha contra el relativismo y contra el poder absoluto, venga de donde venga. Y a este aprendizaje rinde cuentas el más triste de los presentes simples de nuestra vida corriente.
“Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”, Jorge Luis Borges.
La política, la castigada política…
El relativismo, gangrena de nuestros tiempos, está presente en la idea de la esfera que aparece en dos grandes ficciones de Jorge Luis Borges: “El Aleph” y “La esfera de Pascal”. En ambos casos, la esfera es un ente geométrico “cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. Hoy en día, existen organizaciones políticas cuyo centro de gravedad es indefinible, por mutante, y su circunferencia tiende a expandirse ilimitadamente como una cuerda infinita en busca y captura de todo votante que se precie. No son escasos los ejemplos en la inmediatez de la vida política actual en los que se aprecia que tan irrelevante puede ser para algunos saber dónde está su eje y centro, como intrascendente es conocer dónde están sus límites, pues no aspiran a otra cosa que a absorber por centrifugación el mayor volumen de votos posibles.
Es un mundo cuya mayor expectativa no es otra que la detentación del poder. En esa esfera inasible, las ideas son prescindibles de modo que el espacio de la esfera es elástico y admite todo tipo de estiramientos si con ello consigues atraer adhesiones. Al fin y al cabo, la Babilonia que describe Borges en su obra y que funciona bajo los arcanos de su lotería, es el Babel español, por lo que la idea de confusión y caos de valores y lenguas no es sino, con todas las diferencias lógicas, la misma que presenta nuestro castigada política nacional.
“‘Cien años de soledad’ es una gran novela, aunque quizá con cincuenta años hubiera sido suficiente”, Jorge Luis Borges
La Compañía y los impostores
Y todo ello, bajo el control todopoderoso de una entelequia que Borges, en ‘La lotería de Babilonia’, denomina “La Compañía”. Pero ¿qué es “La Compañía?”: “La Compañía, con modestia divina, elude toda publicidad. Sus agentes, como es natural, son secretos: las órdenes que imparte continuamente (quizá incesantemente) no difieren de las que prodigan los impostores. Además, ¿quién podrá jactarse de ser un mero impostor? El ebrio que improvisa un mandato absurdo, el soñador que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme a su lado, ¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de la Compañía? Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de conjeturas”.
Este tenebroso dispositivo de poder arbitrario y caprichoso no es sino un espectro del Estado totalitario. Y “La Compañía” no es sino la resonancia, corporativa o no, de quienes detentan el poder y abandonan a los gobernados a su suerte. Borges siempre creyó en el individuo y abominó de los gobiernos, puesto que pretendía reventar las formas de organización política que sometían al individuo. La Compañía toma el poder para zaherir a los hombres y abandonarlos a su infortunio. Quizá, hoy y ahora, el dominio implacable de las nuevas tecnologías y del Internet de todos y sobre todos.
“¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso”
Nuestra época en ‘El Libro de Arena’
Basta con leer al personaje borgeano de Eudoro Acevedo en ‘El libro de Arena’ y acertar a entender el sino de nuestra época: “¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más completa que este resumen”.
Añado que la realidad actual también es más completa que este resumen, pero al menos siempre quedará la esperanza de que nos toque la lotería de verdad, la de Navidad.
*Fotografía principal: Gtres