Mariló Montero: “Improviso mucho. Eso le da bastante salsa a mi vida”

Amalia Enríquez. 27/10/2023
Foto: Cortesía

Me da un poco de vértigo recordar los años que hace que nos conocemos, pero me produce una alegría inmensa comprobar que el paso del tiempo lo que ha hecho es enriquecerlos. Mariló Montero está convencida de que la vida es mejor cuando la vas descubriendo y de que, en estos momentos, está en una permanente conquista vital. Coincido con ella en que daríamos media vida por volver a estar con nuestras madres y, sí, querida Mariló, yo también me quedaría a vivir en “Memorias de África”…

The Luxonomist: ¿Qué te ha dado el periodismo que no has encontrado en otra actividad de la vida?
Mariló Montero: Una identidad profesional y la asunción de la importancia del ejercicio periodístico como fiscalizador de los todos los poderes. El convencimiento de que es una de las profesiones más comprometidas con la verdad que yo haya conocido. Es vocacional.

TL: ¿De niña ya eras la líder de la clase?
MM: De muy pequeñita mi madre me dijo algo que aún rememoro con mucho amor. Me comentó en una conversación que no recuerdo bien sobre qué, ”cariño, es que tú tienes mucha personalidad”. Le pregunté qué significaba eso. Me respondió que era lo que me hacía diferente. Reconozco que atraía a los grupos del colegio sin ningún esfuerzo ni intencionalidad. Pero, sí, generaba imán.

“Estoy en una permanente conquista vital”

TL: ¿Cuándo te das cuenta de que puedes vivir de esto?
MM: Desde que me contrató mi primer jefe, Don Javier Ferrer, para trabajar en Radio Navarra A3. La prestigiosa periodista Ana Portillo mi invitó a hablar en el micrófono porque se le había caído el invitado previamente concertado. Le hablé de los precios del mercado de la plaza a la que había acompañado a mi madre. Javier, el director de RNa3 que iba escuchando la radio en su coche de camino a la emisora de Tafalla desvió su ruta hasta Estella para conocerme personalmente. Tenía 17 años y fue a casa para pedirles permiso a mis padres para que empezase a trabajar en la radio. Él vio algo, escuchó algo especial y me convenció de que ese era mi naturaleza, contar historias.

TL: ¿En algún momento te has arrepentido de tomar el camino de esta maravillosa pero, al mismo tiempo, inestable profesión?
MM: Si leyera mi vida en un libro me entusiasmaría ver cómo ha ido discurriendo. En mi relato hay verdad, naturaleza de la vida con sus infinitos colores que asumo con serenidad. He recorrido países donde he vivido, observado, trabajado, escrito, experimentado, arriesgado… Las decisiones que he tomado las determiné con argumentos potentes en cada uno de esos momentos. No puedo arrepentirme ni de mis propios errores. Buscaba algo y, si lo encontré con éxito o no, lo interpreto como un crecimiento enriquecedor.

TL: ¿Estar en primera línea es un peaje costoso de llevar?
MM: Es recomendable gestionar a vista de dron lo que pueda suceder en manos de terceros. Desde lejos se ven con más claridad sus intenciones. Yo sé quién y cómo soy, qué hago, por qué y cómo. Las críticas que se reciben estando en primera línea se deben asumir con madurez y aplicando el sentido común.

“El insulto viene de corazones y mentes tormentosas”

TL: ¿El insulto hace callo?
MM: Desde luego. Pero si eres consciente de que el insulto es una herramienta con una única utilidad, ves su propia invalidez para ofender o humillar. Suelen venir de corazones y mentes tormentosas.

TL: ¿Eres de cocinar la vida a fuego lento?
MM: Y de regular el fuego y las pasiones para cada plato… sí. Ahora, Amalia, he de confesarte que improviso mucho, cosa que le da bastante salsa a mi vida.

TL: ¿Lo mejor siempre está por llegar?
MM: Pienso que sí, porque la vida es mejor cuando la vas descubriendo. El pasado ya te lo sabes. Lo nuevo es lo que la hace interesante. Le sumas la experiencia vivida para saber aplicarla con más destreza a futuras situaciones y, desde luego, siempre llegan cosas mejores y haces mejor las cosas.

TL: ¿A qué momento de tu pasado regresarías?
MM: A estar al lado de mi madre.

TL: ¿Tu mayor conquista?
MM: Mi propio crecimiento personal. Conquisto la edad, las experiencias y lo voy encajando bien. Digamos que estoy en una permanente conquista vital.

“Mi madre me dijo que mi personalidad me hacía diferente”

TL: ¿Recuerdas ese momento de absoluta felicidad?
MM: El amor que brota en tu alma en cuanto abrazas a tus hijos nada más nacer.

TL: ¿Qué no le perdonarías nunca a un amigo o a alguien que quieres?
MM: La mentira. La deslealtad.

TL: Si fueras un producto, ¿cuál sería tu slogan?
MM: Depende de qué producto fuese. Supongo que: «Es auténtico».

TL: ¿Qué le preguntarías a tu yo dentro de veinte años?
MM: Lo que toque en ese momento, que desconozco cuál será, dónde y cómo estaré. Trato de no ir dejando cuentas pendientes para que no me sorprendan con cargos futuros dolorosos.

TL: ¿Sin cuál de los cinco sentidos podrías vivir?
MM: Viendo a miles de personas que han superado grandes baches en sus vidas, que tras accidentes pierden alguna de sus capacidades y que se superan encontrando motivos de felicidad debería afrontarlo como ellos me inspiran. Con valentía y positividad.

TL: ¿Un personaje histórico con el que te sentarías a cenar?
MM: Muchos: la madre Teresa de Calcuta, Santa Teresa de Jesús, Isabel la Católica… grandes mujeres que hicieron grandes cosas.

“En mi relato hay verdad y naturaleza vital»

TL: Diez segundos para un deseo. ¿Qué pides?
MM: Salud.

TL: ¿Qué harías si un desconocido te besara en la calle?
MM: Darle un bofetón y explicárselo clarito. Y no es de ahora, ya de adolescente me topé con algunos imbéciles.

TL: ¿Cómo haces reír a alguien?
MM: Amándole.

TL: Te da un ataque de risa en una situación inapropiada o en un lugar del que no puedes salir. ¿Cómo lo solucionas?
MM: Cuando ha sucedido se ha salido con la misma naturalidad con la que se llegó a tener ese ataque de risa. Quizá la risa incontrolable más incómoda fue en una cena con un breve grupo de comensales. Lo mejor para aliviar la situación fue explicar el motivo de la risa para normalizar el tema para que no creyeran que me reía de ellos.

TL: ¿Un día perfecto?
MM: Soy muy feliz con mi familia e íntimas amigas. Pasando el día, el finde o las vacaciones en los que nos dedicamos todo el tiempo. Cuando organizamos comidas, charlamos, bromeamos, bebemos, paseamos, jugamos, cantamos, bailamos… Soy feliz cuando intento construir momentos felices para hacerles felices. Me gusta escribir relatos que mantengan en su memoria, son los mejores regalos, la herencia más importante.

«Me quedaría a vivir en Memorias de África»

TL: ¿Cuál es ese tema del que te avergüenza saber tan poco?
MM: De todo: me hubiera gustado tener la suma de todas las personas que podría admirar por diferentes motivos. Cada uno en su rama, pero con un denominador común: la fortaleza, la sabiduría. Haber tenido la sagacidad de Marie Curie, la pasión de Rosalind Franklin, la determinación de Clara Campoamor, el pensamiento de Simone de Beauvoir, la constancia de la Reina Isabel de Inglaterra, la voz de Barbra Streisand y la libertad expresiva de Frida Kahlo.

TL: ¿Una película en la que te quedarías a vivir?
MM: Memorias de África.

TL: ¿Tu mito sexual cuando eras niña?
MM: Uy! Supongo que varios, claro… Me impactó, vamos, me enamoré de John Travolta cuando estrenó Grease. Vi la película en barrena, las dos sesiones que echaban cada día en el cine los fines de semana. ¡De locos! Tom Cruise que aparecía en Top Gun con todos los looks perfectos para cada momento y lugar… en una moto de morirte, unos uniformes que te hacían caer rendida cuando pilotaba… en fin… Y Rod Steward. Me resultaba el hombre más sexy y me lo sigue pareciendo. Su voz y música multiplican tu atractivo…

«Rod Steward es el hombre más sexy»

TL: ¿El lugar más loco en el que has terminado después de una noche de fiesta?
MM: Lo mejor… en la playa de amanecida… No es de locos, pero los momentos locos no los voy a compartir públicamente.

TL: ¿El objeto más extraño que conservas?
MM: No por extraño sino por sensacional. En una aldea de África, un chico de un grupo perdió una de las tobilleras con las que hacían música mientras bailaban. Perdieron una que yo recogí y no pude devolvérsela. Está hecha con las tapas de refrescos engarzadas por un alambre y para proteger de rozaduras el pie, un  viejo trapo azul. Aquí la tengo siempre a la vista. Me traje con ella aquella inolvidable sensación de plenitud y felicidad que viví recorriendo África.

TL: ¿Esa pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder?
MM: Me encanta este reencuentro contigo. Mantengo mi afecto intacto hacia ti después de tantos años, admirada Amalia.

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