Está en el imaginario colectivo la posibilidad de encontrar información perdida de civilizaciones como el Antiguo Egipto, Mesopotamia o el Imperio Maya para describir más al detalle cómo vivían, evolucionaron y conocer muchos más datos de su extinción. La mayoría de las causas de la desaparición es por un desastre natural, algo difícil de detener si se produce a gran escala. Sin deseos de regocijarme en el Apocalipsis y el fin de la nuestra, ya hay muchas mentes interesadas en no repetir errores del pasado y por ello han creado lo que ya se ha bautizado como ‘La Bóveda del fin del mundo’.
Un lugar de almacenaje de la información más relevante de la humanidad a cinco grados bajo cero y en uno de los considerados lugares más seguros del planeta: el Polo Norte. Como cabeza pensante del proyecto está Rune BjerKestrand, fundador de este Archivo Mundial del Ártico, que permite recopilar archivos en analógico que se puedan leer en la misma película y con una resistencia al tiempo de unos quinientos años.
Hace más de un año que se ha inaugurado, y gobiernos e instituciones comienzan a depositar lo que desean o consideran que debe pasar a la posteridad. ¿Qué encontraríamos si el mundo desapareciera? ¿Qué imagen tendría de nosotros la civilización que nos sucediera? Imaginemos que nuestro fin del mundo recae con líderes similares a Trump. ¿Qué destacarían? No puedo evitar viajar a la imagen de la serie Perdidos cuando encuentran documentos de la Darhma con imágenes de los que estuvieron en aquella isla en los 70. No puedo evitar pensar que todo archivo a disposición para su uso, de gobiernos e instituciones, no será el bunker de información ideal por si nos extinguimos.
Puede que a muchos les importe poco, pero ya que nos ponemos con un Archivo Histórico de la Humanidad, por qué no tratar de crear entre todos un organismo, constituido por personas ilustradas y no del ámbito político, que decidan qué debe conservarse para la posteridad. Es cierto que existe la tecnología para lograr que ante una hecatombe puedan resistir esos cientos de miles de archivos, cosa que no sucedió con los ilustrados del XVIII que lo intentaron. El embrión nació del primer archivo de la humanidad también ubicado en el Ártico, pero dedicado a la preservación de la biodiversidad del planeta con 500 millones de semillas. Ahora la información, en unos años… ¿Embriones humanos e instrucciones para volver a construir de cero nuestra civilización?
La ciencia ya va mucho más rápido que nuestra cabeza porque ya logra aquello que ni nos planteamos. El negocio de los archivos de la humanidad está en alza; en menos de un año ya son dos: semillas y datos. No es difícil pensar en mi siguiente propuesta, pues si no se desea repetir el mismo error habrá que darle vueltas a cómo lograr reproducirnos de nuevo si desaparecemos. Seguro que la ciencia ya se está encargando de desarrollarlo, quizás no se haga tan público ni tan rápido.
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