Hace dos mil años ya se utilizaban perfumes. El Imperio Romano dominaba el mundo, pero las esencias que se usaban llegaban de los rincones lejanos de Oriente. Ese es el gran descubrimiento de un grupo de científicos que han conseguido descifrar los ingredientes reales de un perfume del siglo I d.C encontrado en una urna funeraria en el municipio de Carmona (Sevilla).
El hallazgo lo ha realizado el equipo de investigación FQM 346 de la Universidad de Córdoba. Un equipo dirigido por el catedrático de Química Orgánica, José Rafael Ruiz Arrebola. El informe ha sido publicado en la revista científica suiza Heritage en un artículo en el que narran todo el proceso técnico y científico para volver a “oler” al Imperio Romano.
La historia de este descubrimiento se remonta a 2019, cuando localizaron los restos de este perfume en un mausoleo de la localidad. Se habían conservado solidificados en el interior de un recipiente tallado en cuarzo, que aún se mantenía perfectamente sellado. La tumba pertenecía, según los expertos, a una familia de alto poder adquisitivo. En ella se encontraron las urnas cinerarias de seis adultos, tres mujeres y tres hombres.
En una de las urnas, fabricada en vidrio, sobre los restos óseos cremados del difunto, en este caso una mujer de entre 30 y 40 años, se había depositado una bolsa de tela. Contenía tres cuentas de ámbar y un pequeño frasco o ungüentario de cristal de roca (cuarzo hialino) tallado en forma de ánfora.
Este hallazgo ya supone un gran descubrimiento. Los recipientes de perfume solían ser de vidrio soplado. En muy pocas ocasiones se han encontrado ejemplares fabricados en este material. Por sus características y dificultad para el tallado debido a su dureza, los hacían muy cotizados y extremadamente caros.
Además, la utilización de dolomita, un tipo de carbonato, como tapón y el betún que se usó para sellarlo, hicieron posible que se conservasen solidificados restos de perfume. Esto ha permitido su análisis para conocer los componentes con los que fue elaborado.
De esta forma, se han identificado dos componentes: una base o aglutinante, que permitía la conservación de los aromas, y la esencia en sí. En este caso, la base era un aceite vegetal, posiblemente y según algunos indicios reflejados en los análisis, aceite de oliva, aunque este punto no ha podido ser confirmado en su totalidad.
De lo que no hay duda es de la esencia utilizada. “Roma olía a pachulí”, aseguran los investigadores, que han certificado que este perfume estaba elaborado a partir de una planta de origen indio. Se trata de la Pogostemon cablin, muy empleada en la perfumería actual y de cuyo uso no se tenía constancia para época romana. No obstante, a la vista del material en el que se fabricó el recipiente que lo contenía, sugiere que se trataba de un producto de alto valor.
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