En aras de seguir visibilizando mujeres que fueron olvidadas antes de ser conocidas, recomiendo encarecidamente la exposición de la fotógrafa Berenice Abbott en la Fundación Mapfre de Barcelona. Ella fue una moderna antes de que si quiera se supiera que significaba serlo. Una transgresora que traspasaba los límites de los permitido y supo, con su mirada, ofrecer una serie de fotografías que documentaron el crecimiento de Nueva York en los años treinta, y retratos con los que ganó su prestigio como fotógrafa independiente.
Figuras de renombre como Peggy Guggenheim, James Joyce, Janet Flanner o Jean Cocteau, se pusieron delante de su objetivo para ser inmortalizados por su mirada. La comisaria de la retrospectiva Estrella de Diego describe –“que Abbott contempla Nueva York como una gran dama que va desde el cielo al suelo, desde las alturas aprovechando la construcción de muchos rascacielos, hasta el nivel más bajo”- Ella supo captar la esencia de la ciudad captando el cambio en los comercios, pequeños y grandes, y la propia estructura urbanística de la ciudad.
Comenzó sin financiación su denominado Changing New York que unos años más tarde fue incluido en el programa Federal Art Project. Abbott nacida en pequeño pueblo de Ohio en 1898 logró con su mirada testimoniar el cambio de una de las grandes ciudades del mundo, avanzándose a la mente de muchos que todavía no habían reparado en el abandono de Nueva York de la era industrial a la era moderna. Ella se adelantó, lo mismo hizo con sus peculiares retratos de figuras andróginas: intelectuales europeos que se permitían salir de lo establecido y vivir en una libertad poco conocida. Ella se interesó en mostrar ese despojamiento de las convenciones en hombres y mujeres.
Influenciada por el surrealismo del fotógrafo Man Ray y por la explosión de libertad de Paris y Berlín. –“El desafío para mí ha sido ver las cosas como son, ya sea un retrato, una calle de ciudad o una pelota. En una palabra he tratado de ser objetiva. No me refiero a la objetividad de una máquina, sino a la de un ser humano sensible, con su misterio y su personal criterio”– Son reflexiones de Abbott en su libro La fotografía en la encrucijada, donde dejó por escrito la razón de su trabajo y del arte de fotografiar. Su trabajo marcó un antes y un después en la fotografía documental del siglo XX para captar el paso del tiempo en los paisajes urbanos de las grandes capitales del mundo.
Ella fue pionera y superó sus propios límites y convenciones como mujer y como artista –“La fotografía no te enseña a cómo expresar tus emociones. Te enseña a cómo mirar”– Muere en 1961 y, su reconocimiento real no llega hasta 1979 cuando tiene lugar la primera retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Ella es una más de las fotógrafas que fueron olvidadas, invisibilizadas por la desigualdad y que, ahora, gracias a exposiciones como ésta, ponen de relieve tanto su memoria como su trabajo.
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