Atrás quedaron los tiempos de “bultos sospechosos” y “trotes cochineros”; los tantas veces denostados árbitros de fútbol ya no son un mal necesario del juego. Ahora presumen de haberse convertido en una parte importante del sistema. Fueron años muy duros, donde el fútbol se basaba en animar a tu equipo e insultar al árbitro; en los que cualquier excusa pasaba por aquel señor de negro que, con toda seguridad, había sido comprado para que tu equipo no ganara el partido.
Años en los que fueron obligados a ser reconocidos por sus dos apellidos y todo porque un murciano, Ángel Franco, en tiempos de la dictadura, recibía insultos por los campos como “Franco eres muy malo”, “Franco vete a casa” o titulares de prensa como “Franco fue abucheado”. Años donde el fútbol era un hobby que les reportaba 15.000 pesetas y al que apenas prestaban atención.
Luciendo orondas barrigas, en los que la policía les tenía que sacar camuflados de los estadios, la prensa les recordaba aquél partido que pitaron hace años, donde no señaló un fuera de juego y se inventaban campeonatos paralelos “la otra Liga” para saber qué hubiera pasado sin los malditos errores de los árbitros.
Pero todo esto forma parte de la historia, los árbitros de fútbol en España han ido creciendo en preparación, conocimiento e influencia, paralelamente al desarrollo de La Liga, hasta alcanzar un estatus que les sitúa como los mejor pagados del mundo, con una notable diferencia. La travesía en estos años no ha sido sencilla, pero poco a poco, a veces con inteligencia, otras a codazos, han ido encontrando su espacio.
Desde López Nieto (administrador de una empresa de alquiler de coches), Díaz Vega (director de sucursal de banco) o Núñez Manrique (funcionario del Ministerio de Defensa) a los Undiano (licenciado en Sociología y Ciencias Políticas), Teixeira ( Ingeniero de Telecomunicaciones), Daudén (profesor de ciencias biológicas), Rubinos (Químico) o Velasco (Ingeniero Industrial).
Todos ellos han ido construyendo el nuevo escenario en el que el árbitro ha dejado de ser el patito feo de la película, para convertirse en actor principal. Por vestir, ya no visten de negro, llevan micrófono incorporado para comunicarse con el exterior, spray para marcar distancias y un grupo de expertos que les asesora en directo, desde una sala con televisión y modernos sistemas de medición (VAR) sobre posibles errores en los que, lejos de perseverar, ahora se les permite corregir.
El árbitro español de 2018 es un profesional que compite en salario y notoriedad con los más altos ejecutivos de las mejores empresas del país. Los últimos acuerdos de La Liga de Fútbol Profesional y la Federación Española de Fútbol les coloca en una situación de privilegio. Como los Messi, Modric o Griezmann, con cifras y condiciones inimaginables hace pocos años y que invita a muchos niños a cambiar el sueño universal de la pelota por el nuevo y próspero negocio del pito.
A partir de la presente temporada y en convenio firmado por cinco años, los árbitros de primera división en España percibirán en torno a 300.000 euros anuales (competiciones internacionales al margen), recibirán además 3 millones de euros, a repartir, por lucir publicidad en las camisetas, dietas, billetes de avión en primera clase, estarán inscritos en la Seguridad Social (con cargo a La Liga) y cuando se retiren del arbitraje, la propia Liga se compromete por convenio a recolocarles en el mundo laboral.
Además de los árbitros de primera división, el acuerdo alcanza a los asistentes que pasan a percibir 130.000 euros, segunda división, 170.000 , asistentes de segunda división, 80.000 y árbitros de la sala VAR que cobran 1600 euros por partido, el principal y 800 euros por encuentro, cada uno de los ayudantes.
Los 300.000 euros que pasan a cobrar los árbitros de fútbol en España (otros incentivos al margen) les sitúan a la cabeza en el mundo como los mejor pagados. En Inglaterra los árbitros reciben 23.000 euros por diez meses de competición para un total de 240.000 euros. En Italia, 80.000 euros como fijo, más 4.000 euros por partido pitado, lo que viene a ser 150.000 euros por cada temporada. En Francia, el fijo es de 2.750 euros al mes y 2.430 euros por partido, que suma 73.000 euros al año. En la Eurocopa, 10.000 euros por partido dirigido, en el Mundial 59.000 euros de fijo más 2.500 euros por partido y en Champions League, un árbitro recibe por cada partido que dirige 7.000 euros.
Ahora es cuando el sapo se convierte en un apuesto príncipe, cuando el enemigo público número uno de todos, durante años, pasa a ocupar un puesto destacado y la presunta recompensa se convierte en reconocimiento. Por fin los árbitros pueden mirar cara a cara al futbolista al que están juzgando y pensar “Ya jugamos en la misma liga”. Algo está cambiando en el fútbol, donde ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos, donde el “señor de negro” ya come en la misma mesa que los demás y comparte los mismos problemas y alegrías, o como decía el genial Gila en sus monólogos… “¿Está el enemigo? Que se ponga”.
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