Rusia 2018: El último viaje de una Selección inolvidable
La selección española de fútbol camina por el mundial de Rusia entre la inercia de un presente de ilusión y la ansiedad de un futuro inquietante.
Cuando Iniesta golpeó aquel balón en Johannesburgo, que consiguió hacer vibrar a todo un país y que su apellido pasara a formar parte de la historia de España, Marco Asensio aún iba al colegio, en pantalón corto, junto a su hermano Igor, alternando su tiempo de estudios con el sueño de la pelota en las categorías inferiores del Mallorca. Como Kepa, el larguirucho portero de Ondarroa que jugaba en el juvenil del Athletic, años antes de ser reclutado por Caparrós para el primer equipo; o Saúl, el centrocampista alicantino quien con 15 años llegó a pasar toda una noche sin dormir cuando el entonces entrenador del Atlético de Madrid, Quique Sánchez Flores, le llamó al juvenil para entrenar con Agüero, Forlán y compañía.
El futuro ya está aquí. El relevo generacional que resulta un movimiento imperceptible en la distancia corta, pero que se convierte en una fuerza tenaz e implacable con la perspectiva del tiempo, ha llegado. La selección española de fútbol, que ha ido desgajando poco a poco los héroes del gran éxito del pasado, Xavi, Casillas, Pujol, Torres, Villa, Alonso… se prepara para afrontar en Rusia el último gran servicio de una generación inolvidable, que quedará grabada a fuego en la memoria de los aficionados. El adiós de unos futbolistas que han marcado una época, sublevándose contra un pasado desalentador y con un rasgo diferenciador que les llevó a la cima: la pelota.
El fútbol español salta de generación en Rusia, el aficionado tiene sed de nuevos referentes y pronto conoceremos a los líderes del futuro, encargados de lograr revertir el escepticismo en admiración.
Cuando dentro de cuatro años, Qatar abra sus puertas a la XXII edición de la Copa Mundial de Fútbol, un total de 17 de los 23 futbolistas que están jugando en la actualidad y representando a España en el Mundial de Rusia habrán superado los 30 años de edad y ocho de ellos superarán los 36. Jugadores como Piqué, Ramos, Silva, Busquets, Alba, Reina o Iniesta, que han formado parte de la estructura más exitosa del fútbol español, encadenando un mundial y dos campeonatos de Europa, el núcleo duro de un estilo, habrán cerrado un ciclo, el mejor de la historia.
Ellos darán paso a los millennials, los jugadores que hasta hace bien poco coleccionaban los cromos de sus estrellas y de los que ahora deberán recoger el testigo más pesado e ilusionante que se recuerda, ligando pasado y futuro, sin que cambie un ápice su identidad, con la inercia de un pasado glorioso que nos acerque a un futuro prometedor.
¿Quiénes son los llamados a mantener el crédito conseguido? ¿Tenemos una generación de futbolistas capaces de sostener una idea y un estilo? ¿ Se está haciendo bien la siempre difícil travesía por el desierto? Interrogantes que solo el tiempo podrá descifrar y que de momento lo convierten todo en una expectativa.
Las puertas del futuro están abiertas de par en par, pero existe un punto de divergencia que aparece como sombra en el horizonte, el poco peso de los que llegan en el obligado tránsito generacional, eso que se llama jerarquía y que puede llegar a ser muy nociva si se utiliza mal. Asensio, Kepa, Saúl u Odriozola son los nombres a seguir como líderes de lo que viene, arropados por los que hasta ayer eran los jóvenes prometedores y que el tiempo ha ido poniendo en su lugar, De Gea, Thiago, Koke, Isco o Carvajal.
Produce vértigo ver como nada se puede resistir al paso del tiempo. ¿Qué vamos a hacer sin los jugadores que han formado parte de nuestras vidas? Iniesta y Sergio Ramos, cuatro mundiales; Piqué, Busquets y Silva, tres; futbolistas abanderados de un estilo inconfundible y forjadores de una ilusión, cuya pronta ausencia nos hace plantearnos si es necesario revisar el modelo para no terminar muriendo de éxito.
Marco Asensio es el jugador que luce los galones emocionales de los jóvenes líderes del fútbol español; su pujanza y talento le avalan hasta situarle en la pole position para el nuevo estatus que se requiere a los que aguardan ansiosos en la sala de espera, entre la impaciencia por llegar y los riesgos del mal de altura. Él es el presente que preludia el futuro pero, ¿es suficiente para convertirlo en el nuevo Iniesta? ¿Le da a Saúl para alcanzar el talento de Silva? ¿Cómo se va a resolver el tacticismo de Busquets? El verdadero guardián del estilo, y ¿qué pasará con los centrales Ramos/Piqué? La mejor pareja de baile del mundo en lo suyo.
Algunos ya están con el grupo, en periodo de prácticas. Otros como Soler, Rodri, Oyarzabal, Yeray o Fabián empiezan a llamar a la puerta con insistencia. Lustre tienen, ilusión también, aunque el listón está lo suficientemente alto como para ser conscientes de que la travesía será larga y compleja.
De momento y a la espera de los cambios, no conviene retrasar lo inevitable, la selección de los sueños imposibles se examina en Rusia 2018. Un acto en el cual volverán a poner a prueba la ilusión colectiva de una país, mientras barruntan que éste es el último viaje, el último gran servicio de una generación eterna que dará paso, me temo, a una melancolía inolvidable.