Cuando se habla de China en economía se da por supuesto que es la fábrica del mundo, orientada a la exportación, dada la competitividad de sus productos. Dicha imagen puede dar a entender que el gigante asiático presenta un enorme superávit en la balanza de pagos de bienes y servicios (balanza comercial) y así ha sido durante muchos años. De hecho en 2007 el superávit comercial de China era del 10 % de su PIB, lo cual se podía considerar un factor desestabilizador de la economía mundial, sobre todo habida cuenta que el gobierno chino ha manipulado su divisa para no perder competitividad.
En una situación de fuerte superávit comercial, la reacción lógica de una divisa en el mercado es revaluarse. Sin embargo, una de las principales críticas que ha venido recibiendo la administración china es su constante manipulación del renminbi. Además, China ha venido ejerciendo un considerable proteccionismo en sus mercados y un férreo control sobre la inversión extranjera.
La situación de balanza de pagos ha cambiado radicalmente no ya porque China haya frenado el ritmo de sus exportaciones, sino porque sus importaciones también han crecido mucho. Los chinos ya son menos remisos a ahorrar y más a gastar en bienes y servicios extranjeros, y sobre todo a viajar allende sus fronteras. Es precisamente el turismo la principal causa de distorsión del equilibrio comercial chino, cuyo superávit en la actualidad es de solo un 0,7 % del PIB, habiendo la posibilidad de que acabe el año con déficit, algo que no sucede desde 1993.
Otros factores que han contribuido a la caída del superávit exterior chino son más coyunturales, como lo son el elevado precio del petróleo o de los semiconductores. Cuando dichos componentes estabilicen sus precios también lo hará la posición comercial de China.
Cuando Pekín organizó los Juegos Olímpicos en 2008, los visitantes extranjeros salieron un poco más a China que los chinos al exterior. Desde entonces, el número de llegadas de extranjeros a China se ha estancado, mientras que los viajes de salida de China han aumentado. Como es sabido, los chinos que viajan al extranjero son grandes consumidores de bienes de lujo y de hecho, la industria del lujo está muy condicionada a esa tendencia de los viajeros exteriores asiáticos.
Esto es un arma de doble filo, dado que en épocas de menor crecimiento económico, como la que parece que se avecina, estas ventas pueden caer drásticamente. “No puedes confiar en el turismo chino para tener éxito en tu negocio. Es muy arriesgado”. La frase es de Pam Danziger, de la consultora Unity Marketing, de EEUU, y evidencia una inquietud entre las marcas más exclusivas: las turbulencias en la economía china pueden tener un grave impacto en el sector.
Por otro lado, las autoridades chinas quieren que las ventas de bienes de lujo tengan lugar en el interior del territorio chino, por razones de creación de empleo así como por que contribuyen a una mayor capacidad recaudatoria. Ante las señales de ralentización del gasto doméstico y para despejar las dudas del futuro de la economía china el Gobierno rebajó los aranceles de los artículos importados para incentivar las compras dentro de su territorio, lo que repercutir en caída de ventas de las marcas de lujo en otros países.
Desde el distrito comercial de Ginza, en Tokio, hasta en las tiendas de la Quinta Avenida en Nueva York o en los casinos de Macao, cada vez se ven más señales de que el gasto del turista chino, el más elevado del mundo, está cambiando. Las razones puede ser la ralentización de la economía del gigante asiático o las políticas gubernamentales de incentivar el gasto dentro de sus fronteras. Si bien algunos de los grupos de las marcas más exclusivas aseguran que no detectan nada de qué preocuparse, como LVMH o L’Oreal. otras no están de acuerdo y compañías como Tiffany’s detectan una ralentización.
Como sucediera con los atentados tanto en Bélgica como en París de hace unos años, las noticias de los disturbios protagonizados por los llamados “chalecos amarillos”. Aunque recientemente, algunos operadores turísticos franceses han cambiado sus planes para garantizar la seguridad de los turistas chinos. Dicha seguridad o sensación de seguridad es fundamental, dado que cada año hay más de 900 000 turistas chinos que viajan a París con un presupuesto promedio de 1200 euros, con un tercio dedicado a las compras. Se han observado desde noviembre importantes cancelaciones, motivadas por las imágenes emitidas en canales de televisión o redes sociales chinas.
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