Hace unos años, mucho menos que una década, la palabra algoritmo no se había popularizado hasta tal punto que socialmente la incorporáramos en nuestras conversaciones. Hoy lo hacemos, pero conservo ciertas dudas de si cuando la pronunciamos sabemos exactamente su significado. Estamos rodeadas de algoritmos; nuestras vidas cada vez más se estrechan por sus cadenas, que sin poder evitarlo deciden por nosotros. Nos marcan qué ver en las plataformas Premium, con quien relacionarnos, a quién leer, a quién admirar y dónde mantenernos informados. Sin embargo, este es sólo un reducido ejemplo de los resultados de estas fórmulas matemáticas, bautizadas como el petróleo del siglo XXI.
En su libro Armas de destrucción matemática, la científica y matemática Cathy O’Neil destaca que las decisiones de los algoritmos –“aumentan la desigualdad”-, dejando en las máquinas la decisión de ser quienes concedan o no un préstamo, evalúen a los empleados o monitoricen la salud de los ciudadanos. Los algoritmos –conjunto de instrucciones o reglas para procesar datos, realizar un cómputo o solucionar un problema– se han convertido en nuestra tiranía silenciosa, que condiciona nuestra vida. Sin ir más legos, Google o Facebook determinan a través de algoritmos la jerarquía de sus publicaciones, creando un dibujo seccionado de cualquier ámbito de nuestra vida.
Es por ello que se han creado campañas, como la llamada Girl Algorithm, que piden a Google que altere su fórmula para dar visibilidad a las mujeres científicas y facilite la incorporación de rols models femeninos. La iniciativa, hecha desde la Fundación española Esperanza Pertusa, parte de la necesaria acción contra la gran brecha digital de género que existe. Según la OCDE sólo 1 de cada 5 graduados en ingeniería es mujer. Desde la fundación reclaman mayor conciencia social en los grandes buscadores para evitar una imagen desvirtuada y sesgada, en este caso de la mujer.
Como supongo que después, o durante este artículo harás, yo me dispuse antes a hacerlo. Escribí la palabra mujer en el buscador y, aunque no encontré una sorpresa para mis sospechas, me sentí decepcionada con las acepciones. Primero Mujeres asesinadas 2019 y, en décimo lugar, Mujer Bruja.
Lo terrible es que esas son las búsquedas más usadas relacionadas con la palabra mujer. También hice lo propio con hombre y, debo reconocer que me sorprendió, porque el primer uso está en –hombres guapos. Reconozco que en mi propia incapacidad para analizar con peso esta realidad, es preciso colaborar en la creación de nuevos algoritmos para evitar caer en sesgos contrarios a las políticas de responsabilidad social,que tanto empresas públicas como privadas debieran comprometerse a cumplir. El cuarto poder: el de los medios de comunicación, se ha extendido y ampliado, y hay que comenzar a activar políticas inclusivas, no sólo dentro de las empresas sino también en la construcción del mundo virtual.
A través de un pendrive, la fundación entregó a Google España la solución para la actualización correcta del algoritmo. Porque el movimiento del cambio también debe apuntar a la red, al entramado invisible que sigue perpetuando conceptos erróneos sobre la sociedad, y repitiendo errores como es la invisibilización.
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