«¡Me vacunan!». En las últimas semanas puede que ésta sea una de las conversaciones mas recurrentes para muchos. En pandemia estar vacunados es volver a la vida, volver a coger oxígeno y salir sin el miedo acumulado. Son muchas las celebrities a nivel mundial que han querido inmortalizar el momento de la vacuna.
José Coronado, Joan Collins, Norma Duval, la ministra Margarita Robles… todos vacunados con AstraZéneca y todos, no sólo agradeciendo a los sanitarios sus servicios sino tranquilizando a la población de la demonizada vacuna.
Pero más allá de las polémicas, comparto reflexiones sobre el efecto que produce en mí, despertarme y ver la foto de alguien: anónimo, conocido o famoso, con los pulgares levantados, el brazo desnudo y recibiendo la primera dosis.
Pronto empezarán a preguntarte nada más conocerte: «¿Estás vacunado?», porque se convertirá en la llave del portal de la ansiada ‘normalidad’. Esa que no llegará como deseamos porque no podemos arrancarnos lo vivido y lo que ha quedado impregnado en nuestro ADN vital.
Esta semana recibíamos el testimonio del periodista Carles Francino, su ingreso en la UCI por Covid, su ictus y el contagio de algún ser querido que no superó el virus. Decía no saber si le había picado el síndrome de Coello porque nos invitaba a la importancia de las pequeñas cosas y del amor frente a las descaradas escenas de quienes celebraron sin respeto ni consciencia el pasado domingo el fin del Estado de Alarma.
Francino no ha sido el único en dar su testimonio humano y alertador de los peligros de la sinrazón y el incivismo. Ya en países como Estados Unidos, se anuncia que la población vacunada podría ir sin mascarilla en los espacios cerrados. Eso marcaría mucho más la diferencias entre los que ‘están a salvo’ y los que no.
Si fuéramos protagonistas de una serie que se emite en cualquier plataforma estoy convencida de que nos resultaría más fácil ver las consecuencias colectivas e individuales que la pandemia no deja.
Más atención al cuidado y a la salud en general. Más aislamiento social y como consecuencia, soledad de aquellos que han atravesado todos estos meses con la compañía de ellos mismos. A las puertas del verano, recibir la vacuna se ha convertido en el motor de la ilusión de muchos. Poder volver a abrazar a los tuyos sin el temor a contagiar o ser contagiados. Muchos sólo piensan en abrazar y en sentir que, después de un año y dos meses, están al fin a salvo.
La OMS aconseja que los gobiernos tomen medidas para futuras pandemias. Quizá la pervivencia social de algunos que erradicarían de nuestro ideario la vuelta de lo que fuimos y cómo vivíamos. El mundo se divide ahora en aquellos que se despiertan sabiendo que están contagiados y aquellos que van a ser vacunados. Una fractura cada vez menos estrecha, pero que este verano va a marcar la diferencia en muchas familias deseosas de compartir, salir y abrazar.
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