Aunque estacionalmente el verano no haya terminado todavía, metafóricamente para la mayoría, ya ha terminado. Esta es la semana bautizada como la de «la vuelta al cole» y creo que llega mucho más inclinada que la cuesta de enero. Un conocido me comentaba hace unas semanas su teoría que este verano no ha sido como el resto. «La gente ha desconectado de verdad. Es la primera vez en años que la gente se tomaba varios días en contestar con el pretexto de –perdona pero estoy de vacaciones».
Al principio me lo tomé a guasa, pero como me ocurre con la mayoría de observaciones de mi alrededor, luego pruebo de aseverarme con un pequeño muestreo. Y ¡Coincide! No se si hemos desconectado más, pero hemos tenido una necesidad imperiosa de olvidarnos de la realidad vivida; de lo que asoma todavía y nos queda por vivir de esta pandemia que no termina.
Hemos practicado la higiene mental por necesidad, incluso diría que por supervivencia y poder sentirnos otra vez vivos, con capacidad de tocar y de que nos toquen. Siempre tomando las medidas necesarias – ¿Cuántos test de antígenos se habrán vendido este verano en las farmacias?-
Mucha sal de mar, baños, risas, amigos, familia y estar desconectados más que nunca. Por esa misma razón, nuestra vuelta al cole se ha convertido en una día largo de resaca después de una buena fiesta. Estamos más lentos que de costumbre; nos cuesta enfocarnos en las tareas y por encima de todo intentamos no volver a lo vivido: el confinamiento, estar pendientes de los números… La vuelta no es fácil.
Tampoco aceptar que somos distintos y, aunque no lo aceptemos los extraños se han vuelto doblemente extraños. Los paseos por la calle –con mascarilla o sin ella- tensan el cuerpo ante desconocidos que se acercan demasiado. Debemos aceptar que seguimos en la lucha y mostrar nuestra disconformidad con decisiones tan incoherentes como la subida inexplicable de la luz o el abandono de las mujeres en Afganistán a los ojos del mundo.
Ojalá el mundo cambiara a la velocidad de la luz y no pareciera que nos metemos cada vuelta al cole en la rueda de Hamster de incoherencias y herencias que ya creíamos superadas. Como decía, la vuelta al cole no es fácil y por eso llevo semanas deseando que llegue el otoño porque llamarlo todavía verano a esto, me hace sentirme más extraña y confusa.
Mi piel y mi estado de ánimo comienza a teñirse de nostalgia. Las hojas de los árboles del parque del Retiro, tan adelantadas como yo, se han caído señalando el camino de la nueva estación. No hay peor cosa que sentirse fuera del tiesto; con el cuerpo y la mente extraños de saber que dentro de una ya no es verano, y sin embargo… todavía es.
Aunque es una incoherencia que tengo que afrontar cada año, aprovecho éste para reclamar ¿No podrían los que saben dejar de juntar el verano con la vuelta al cole? Por favor, que llegue el otoño.
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