Hace unos días, varios medios británicos publicaban una noticia que podría tener en vilo a la Casa Real británica. Según la misma el príncipe William tendría desde hace un tiempo una supuesta amante, Rose Hanbury, antigua amiga de Kate Middleton. Ambos habrían cenado juntos el pasado día de San Valentín escogiendo para la cita un popular restaurante italiano de Londres.
Cuentan que las paredes de ese local no solo habrían sido testigos de una cena romántica. El príncipe le habría regalado a su «amiga especial» un costoso collar de perlas. Algo chocante ya que las perlas eran unas de las piedras piedras favoritas de su madre, la princesa Diana, y lo son ahora de su esposa, Kate Middleton.
De hecho, las perlas siempre han sido unas joyas muy valoradas por la familia real que se han lucido en collares, pulseras y en las diademas más famosas de la Corona.
Pues bien, en medio de los rumores de crisis y como si nada sucediera entre ellos, Kate Middleton y el príncipe William acudían este domingo a la ceremonia de entrega de los premios BAFTA.
Manteniendo la compostura e incluso derrochando complicidad, la pareja real se mostró muy compenetrada delante de las cámaras. Sonrientes y divertidos, la princesa de Gales se atrevió incluso a dar una palmadita en el trasero a su real marido.
La mujer que podría precipitar el divorcio de los actuales Príncipes Gales es una antigua amiga de Kate. Al menos lo fueron hasta el 2019 cuando comenzaron los rumores de una relación entre ella y el heredero de la corona. Rose Hanbury está divorciada, tiene 37 años y tres hijos. Fue marquesa por su matrimonio con el séptimo marqués de Cholmondeley, David Rocksavege. Y lo cierto es que la buena fama nunca la ha acompañado.
Se casó estando ya embarazada de gemelos, algo que se supo dos días después del anuncio de su matrimonio. Causó un gran revuelo en una sociedad tan estricta y formal como es la inglesa. Ella y su hermana Marina han sido protagonistas de escandalosos titulares a lo largo de los últimos años. Como cuando fueron fotografiadas en un chiringuito de playa junto al ex-ministro Tony Blair, del que siempre se dijo que habría sido infiel a su mujer.
De cualquier manera, toda esta historia de «cuernos reales» no ha hecho más que traer a la mente de los británicos viejos fantasmas. La infidelidad de Carlos III a Diana con la actual reina consorte resultó una fatalidad. «Éramos tres en el matrimonio y eso es mucho» dijo la princesa del pueblo en aquella famosa entrevista a a la BBC.
En todo caso, la historia demuestra que la infidelidad ha estado presente en palacio desde hace décadas. Comenzando por Enrique VIII y terminado por el citado Carlos III, los monarcas llevarían en sus genes ser infieles. Por delante se llevarían la vida de las bellas princesas y reinas consortes que, por la Corona y su papel institucional, han tenido que callar. Todas menos Diana. ¿Se repetirá la historia con Kate? ¿Seguirá los pasos de su suegra? Veremos… ¡Dios salve a Kate Middleton!
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