#CloseTo Toni Cantó: “Estos años en política he vivido un curso intensivo en naturaleza humana”
Reconoce que actualmente está viviendo un momento personal muy especial, porque tras varios años de ausencia, vuelve a casa.
Larga vida en experiencias e intensa en emociones es la que ha vivido y sigue disfrutando, Toni Cantó. El mítico Jesús Hermida le dio una primera oportunidad que él supo aprovechar y que, transitando por esa interpretación que no abandona, le ha traído a la política. Acaba de despedirse del Congreso de los Diputados porque vuelve a su tierra, a sus raíces. A esas a las que todos, en algún momento, añoramos regresar. Su próxima parada puede ser la presidencia de la Generalitat Valenciana. Esa aventura acaba de empezar…
The Luxonomist: ¿En qué momento te encuentras, Toni?
Toni Cantó: “¡Jo, qué pregunta! (suspiro). Te voy a contestar con una percepción y una sensación que he tenido estos días en Valencia. Estoy en un momento personal muy especial, porque intelectualmente he tomado la decisión de presentarme a las primarias de allí y encabezar la candidatura a la Generalitat, porque quiero cambiar las cosas. Ya he encontrado prácticamente piso y haré en breve la mudanza. Valencia es mi ciudad, es donde están toda mi familia, mis amigos, es mi vuelta a casa. Estos días, caminando por sus calles, viendo el piso, la zona y empezando a trabajar allí con mucha más intensidad de lo que llevo haciéndolo desde hace mucho tiempo, me he sentido muy bien.
TL: El pasado siempre vuelve…
TC: Es verdad. Me he sentido muy bien, con muchas ganas de volver a mi tierra, de trabajar allí y de aportar mi granito de arena.
TL: Enorme cambio va a implicar todo eso…
TC: Sí, sí… Lo había vivido de una manera intelectual, pero no me había hecho a la idea de cómo me afectaría emocionalmente. Estos días, de repente, fui al Mercado Central que estaba cerca de mi casa, al pasar subía a ver a mi padre, a mis hermanos, a amigos que estaban tomándose una caña en un lugar y me acercaba. Caminar así la ciudad fue como ¡ostras!, tuve una sensación de euforia. Volver a casa me viene muy bien.
TL: Son sensaciones que vivimos los de provincias. Los que hemos dejado las raíces para probar suerte en otro lugar…
TC: Es verdad. Yo reivindicaré siempre Madrid como la ciudad a la que tuve que ir para buscarme la vida y trabajar, porque no podía vivir de lo mío en Valencia. Y como una ciudad modélica en cuanto a apertura, generosidad y un modelo completamente distinto al que otros quieren imponer en otras grandes ciudades de España.
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El mix de arte y política
TL: ¿Estás en modo político o actor?
TC: Este mes he estado al 50% porque pude hacer algo que procuro realizar de vez en cuando al no tener plenos. Hace dos veranos me hice ‘Aquiles’ en Mérida y este mes de enero pude hacer, en el Nacional de Madrid, una función con un texto maravilloso. Fue un esfuerzo enorme pero, para mí, dedicarme a lo que yo me considero realmente, que es ser un hombre de teatro, me ha dado la vida porque me aporta salud mental.
TL: ¿Cómo consigues convivir con esa bipolaridad?
TC: No es tal… Bueno, yo no querría que fuese tal. Lo es, y fundamentalmente solo creo que hay una lección que no debo olvidar. Me he “tirado” muchos años intentando derribar cualquier obstáculo que me construía a la hora de expresar. En política hay que tener mucho cuidado cuando uno se expresa. (risas)
TL: ¿Me estás diciendo que eres mejor actor desde que eres político?
TC: Eso lo he comentado alguna vez y lo he dicho por una sencilla razón. Yo creo que en política, al ser un espacio tan apretado y tan condensado de vida, al ser un espacio en el que se juega tanto, uno puede tener contacto con lo peor pero también con lo mejor de la naturaleza humana, fuera y en sí mismo. Para un actor, lo mejor y realmente necesario es conocerse cada vez mejor a sí mismo y a la naturaleza humana. En la medida en que eso ocurre, uno es mejor actor. Yo creo que en los 6/7 años que llevo como político, he tenido un curso intensivo en naturaleza humana.
TL: ¿Descubriste un Toni Cantó diferente desde que eres político?
TC: Yo me descubrí diferente desde un poquito antes de dedicarme a la política, como consecuencia de un palo gigantesco que me dio la vida. Eso me hizo cambiar la perspectiva y enmarcar las cosas de forma distinta. La política también me ha dado muchas alegrías y algún que otro palo, que me ha ayudado también a ver dónde está la importancia de las cosas y, sobre todo, otra cosa que me parece fundamental como lección de vida: quédate con el lado bueno y sigue hacia adelante, no te enganches con el pasado ni con lo malo. Hay que usar las malas experiencias para aprender de ellas, porque solo así se aprende.
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Positivo ante todo
TL: ¿No sueles mirar atrás?
TC: He aprendido a mirar lo justo porque creo que el equilibrio, cuando uno recibe un palo muy grande, está entre no mirarse y distraerse. Por lo tanto no asumir algo, ni vivirlo, ni superarlo; o el otro extremo que es quedarse enganchado en la rueda. El camino de en medio, como en todo, es el bueno. Yo he aprendido a eso, a ir centrándome un poquito más y recordarme día a día que, cuando algo es malo, ya lo he aceptado y he aprendido la lección, hay que pasar página y ver la parte positiva. Siempre la hay en todo.
TL: El vaso medio lleno es fundamental para vivir.
TC: Lo es. Yo creo que los chistes son muy buenos porque nos permiten relajarnos de las cosas que nos incomodan o expresar alivio, pero también creo que con los chistes favoritos, uno conecta con su naturaleza. Uno de mis favoritos es aquel de Eugenio de: “Tío, qué bien te veo, estás estupendo ¿Cuál es tu secreto? Y él le responde: Nunca le discuto nada a nadie. ¡No será por eso!, le responde el otro. Y entonces él le dice “bueno, no será por eso” (risas) Esa filosofía, junto con la de quedarse con el lado bueno, me parece perfecta.
TL: ¿Tú eres discutidor?
TC: Sí, soy muy cabezón y muy discutidor pero, con el tiempo, he aprendido a diferenciar cuándo estás discutiendo por ego y por querer ganar o porque realmente te interesa la discusión. La mayoría de las veces uno se enzarza por querer llevar la razón y, a lo largo de la vida, te vas dando cuenta de que nunca te la van a dar si no la tienes y, sobre todo, que no se gana nada ganando.
TL: ¿Eso crees?
TC: Igual con mis hijos sí merezca la pena, porque se trata de una cuestión educativa, tengo que argumentar con ellos y hacerles entender algo. Y porque se supone que tengo que tener cierta autoridad (risas). No estoy siquiera seguro de que sea bueno hacerlo así con la pareja, por ejemplo. En una relación, hay un momento en el que la discusión empieza a convertirse en una batalla de egos y deja el paisaje, después de esa batalla, convertido en un páramo.
TL: ¿Cómo es el Toni padre?
TC: Soy un padre separado. Disfruto de mis hijos todo lo que puedo, aparte de cuando me tocan. Los tengo a los dos, uno ya en adolescencia con 16, y la pequeña empezando a llegar a eso, así que me toca ahora una buena temporada de argumentar y discutir. Probablemente no tenga la razón nunca frente a ellos por el hecho de ser su padre, pero procuro ser una persona que les dé, sobre todo, un espacio de confianza en el que puedan contarme cualquier cosa. Ese equilibrio entre permitir y la autoridad es delicado, pero a mí me parece que es muy importante. Y luego soy un padre muy juguetón, me divierto mucho con ellos, hacemos mucho el ‘chorra’ juntos, nos reímos mucho y procuro que haya siempre sentido del humor en casa, aunque haya veces en las que tenga que ponerme serio.
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La decisión de ser actor
TL: Somos otra generación y, a veces, cuesta ponerse en su lugar…
TC: Mi padre vive todavía, mi madre por desgracia no. Yo tuve la suerte de tener unos padres con mucho sentido del humor y muy modernos para la época. Se separaron cuando yo tenía 13 años, lo que a mi edad era poco habitual. En los años 70 y algo, ser el hijo de unos divorciados o separados era la comidilla de la clase, era el “rara avis”. Ahora es lo contrario. Esa es otra lección vital: yo siempre estaré agradecido a todo lo que hicieron mis padres y estuve más agradecido cuando empecé a tener hijos y me di cuenta de lo que es realmente.
TL: ¿Qué dijeron en casa cuando les comentaste que lo tuyo era la interpretación?
TC: Mi padre era uno de los mejores cirujanos torácicos del mundo y quería que yo lo fuera también. Siempre digo que le he dado dos grandes disgustos en su vida: el primero, cuando le dije que quería ser actor y, el segundo, más grande todavía, cuando le dije que me dedicaba a la política. Con esto te das cuenta de la mala percepción que tienen los ciudadanos con respecto a los políticos. Respecto al mundo del actor, mi padre lo que temía era la precariedad. Y, en relación al mundo de la política, la diana en la que estamos situados, el salvajismo con el que se nos juzga a diario y el blanco que somos de tantos odios, que tiene mucho que ver con una política populista y de trinchera que a mí no me gusta nada.
TL: La familia acaba entendiéndolo todo…
TC: Fíjate. Yo adoraba a mis cuatro abuelos, pero en especial a mi abuela Hortensia, la madre de mi papá. Yo era su nieto “el bonico”, como me llamaba ella. Si estuviera ahora aquí y me viera en la política ¡alucinaría muchísimo! Hay veces que pienso que sufriría una barbaridad con todos los momentos duros, con las críticas, con los ataques. Mi abuela lo habría vivido muy mal.
TL: ¿Cómo encajas tú todo eso? ¿Es necesaria una coraza?
TC: Yo soy una persona bastante sensible. Me sorprende, sobre todo en redes sociales, cuando la gente se refiere a mí como un broncas o un tío duro porque la realidad es muy otra. Soy un tío muy sensible y me afectan mucho las cosas. También debo decir que he ido aprendiendo a que otras muchas me resbalen. Dependiendo de donde vengan los ataques… a veces ni los registro. Una de las trampas fundamentales en política es querer gustar a todo el mundo y es un gran error. Estoy en esto porque creo en ello y me lo paso bien. Siento la política desde niño. Con 6/7 años me leía tres periódicos al día. Era un cerebrín. Tenía unas notas espectaculares hasta 8º de EGB, que acabé con 5 sobresalientes y 3 notables, aunque luego ya empecé a despistarme un poco.
TL: ¿Y la interpretación cuándo aparece?
TC: Siempre quise ser actor, aunque hubo una época en la que lo olvidé, lo reprimí. Sin saber cómo, llegué a la interpretación, lo que te demuestra que lo que reprimes, si lo sientes, termina dirigiéndote. Un día descubrí una caja, que estaba en casa de mi abuela, con un dibujo. Con 11 años, yo había dibujado un teatro, la puerta de un camerino, escrito una función de teatro. El día que me encontré esa caja, mi cabeza hizo ¡zoom! Y me vino todo: el recuerdo de cuando hice ese dibujo y de lo que yo soñaba de niño. Lo había borrado todo de mi mente, supongo que porque yo quería ser el hijo bueno, el que hacía aquellos que sus padres esperaban de él.
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Siempre encima del escenario
TL: ¿Qué te ha hecho crecer más por dentro, la interpretación o la política?
TC: El cambio más grande en mi vida tiene que ver con un palo muy grande, que recibo justo antes de entrar en política. La interpretación me ayudó muchísimo a lo que yo creo que es el camino, que es el conocerte a ti mismo. Si no lo consigues, es imposible que puedas encarnar a otro.
TL: ¿Has dejado de subirte al escenario alguna vez por algo?
TC: No, nunca. Me habré subido al escenario unas dos mil veces. Es una barbaridad. Solamente falté un día porque tenía riesgo grave de coger una neumonía. No debería haber nada que nos impida subir a un escenario. Cuando yo sufrí la desgracia más grande de mi vida, me subí y fui muy criticado por ello. Lo que no entiende la gente es que, en el único momento al día en el que yo pude escapar durante esos días de un infierno, era cuando estaba encima del escenario. Lo que yo viví fue un auténtico infierno durante muuuucho tiempo, hasta que pude digerir todas las cosas.
TL: Algo así es imposible de digerir…
TC: Se digiere, pero se queda ahí ya para siempre y, cíclicamente, llega y ¡pam! te pega. Pero lo que la gente no parecía entender era que esa hora y media de función que yo hacía al día, era el único momento en el que podía escapar del infierno y, cuando estás dentro, es vital escapar un ratito.
TL: Si tuvieses que elegir entre interpretación y política ¿Quién ganaría?
TC: El teatro. Por fortuna no tendré que elegir nunca, porque me basta con subirme a un escenario unas poquitas veces al año. Me basta. No necesito demostrarme nada a mí ni a nadie, pero sí quiero seguir viviendo unos días al año esa experiencia. Me bastan dos espectadores, no necesito un grandísimo teatro. Para que en el escenario las cosas salgan bien, tú no has de estar, es el personaje el que manda. Cuando todo fluye y ya no eres tú ¡esa sensación es indescriptible!
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Las cosas claras
TL: ¿Te imaginas gobernando en Valencia?
TC: Sí y también seguiría haciendo teatro ¡claro! ¿Por qué no?
TL: ¿Lo entenderían?
TC: ¡Y qué más da! Yo creo que la gente lo entendería y se lo tomaría con total naturalidad. Soy el primer actor de este país que es diputado, así que algo habré contribuido a normalizar eso. Cuando lo decidí ¡fue un notición!, pero ahora todo se ve de otra forma. No creo que haya ningún problema para que un presidente de la Generalitat, además de hacer bien su trabajo, en su tiempo libre –insisto, en su tiempo libre- se pueda subir a un escenario. Tendré poco tiempo libre pero ¡la aventura es tan apasionante!
TL: Como ha sido esta conversación. Te agradezco que no hayas tenido ningún filtro para mostrarte por dentro. A los políticos les cuesta…
TC: Porque existe la percepción de que hay poco que ganar y mucho que perder. Y es algo que se piensa siempre en política (risas). Conocer al político como persona es, a veces, más importante que su ideología. Yo he conocido gente muy alejada de mi manera de pensar que son excelentes personas y eso me ha permitido confiar en ellos. Hay políticos que aunque no estén en tu partido ni piensen como tú, creen que lo que hacen por la gente es importante. Y es bueno no olvidar también eso. Lo fácil es caricaturizar al adversario y yo creo que hay que procurar no hacerlo.
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TL: ¿Te reconocería ese niño que leía tres periódicos al día en el hombre que aspira a gobernar en su tierra?
TC: No lo sé (risas) Ese niño quería que yo fuera Rodríguez de la Fuente. Yo siempre fui muy de bichos desde pequeño. Muy deportista, jugaba al rugby y llegue a jugar en la selección de honor. Ese niño habría alucinado, pero tampoco se habría extrañado mucho. Me has dicho esto y me ha venido un flash de ese niño, en EGB, discutiendo y debatiendo de política con compañeros de clase. Y me has hecho recordar ese momento como sintiéndome muy bien.
TL: Señal de que no te has equivocado de camino…
TC: A pesar de los golpes duros que hemos hablado, me considero una persona privilegiada en el sentido vital de la palabra.
TL: ¿Nos vemos en Valencia?
TC: ¡Ojalá! Sería una buena señal. Espero que sí.
*Localización: Congreso de los Diputados * Próxima semana: Inés Sáinz.