Lorenzo Quinn, el joyero de la sensibilidad
Lorenzo Quinn desembarca en el mundo de la joyería con la misma genialidad con la que ha labrado su éxito como uno de los mejores escultores del mundo.
A lo largo de los años la experiencia me ha demostrado que talento y categoría humana andan de la mano. He comprobado que genios, de Spielberg a Plácido Domingo (por citar sólo a dos a los que tenido el honor de conocer), resultan tan cercanos en unas horas de conversación como enorme es la magnificencia de sus trabajos. Con esta sencilla vara de medir, no me queda otra que admitir que Lorenzo Quinn es un genio.
Lo acaba de demostrar en el mundo de la joyería al que llega después de haberse hecho un hueco en el de la escultura a partir de materiales primarios, tan significativos como sensibles. Quinn, un ser enorme en su humildad nata, pudo ser actor. De hecho lo fue en algunas películas, con o sin su padre, Anthony Quinn, una de las leyendas de la gran pantalla de todos los tiempos, de quien sin duda heredó, a falta de bienes materiales, su enorme humanidad.
Lorenzo Quinn, el artista
Lorenzo, el artista, habiendo estudiado Bellas Artes en Nueva York, abandonó la gloria del séptimo arte y se dedicó a transmitir sensaciones a partir de elementos nobles. Piedra y metal configuraron su obra iniciática, texturas que ha preservado y le han llevado a ser el artista universal cuyas obras se reparten por el mundo. Como esos abrazos, amables referencias, que lo conforman. O esos equilibrios a veces imposibles como las piruetas de la vida.
Los museos de todo el planeta tienen sus esculturas, así como ocho de las diez primeras fortunas las tienen en sus residencias. La Bienal de Venecia se rindió a sus pies y lo volverá a hacer el próximo año en el que, coincidiendo con la muestra de barcos, el trabajo del artista saldrá al canal. Y del mismo modo que sus brazos, emergiendo de las aguas del Gran Canal, sostenían en mayo de 2017 la fachada del palacio que alberga el hotel Ca S’agredo, tomarán la ciudad desde siete distintos puntos de vista… y de afecto.
Lorenzo Quinn, el sentimental
Quinn tiene un secreto, complementario a su talento y trabajo, que no es otro que el manejar sentidos y sentimientos justificándolos sin premisa previa. Son obras que destilan amor desde sus enorme dimensiones, como si quisiera hacer partícipe a todo el mundo del mismo abrazo. Empezó su andadura con la serie Give & Receive (‘Dar y recibir’), con ese primer contacto de las manos que te reciben al nacer, te saludan al conocerte, te acarician y envuelven tus mejores momentos.
Son nomenclaturas de las relaciones humanas con las que juega Lorenzo, porque las conoce y maneja bien, pues son parte de su universo. Finding love (encontrando el amor); Love (de innecesaria traducción y asimilación); Infinity (infinito); Heart & Soul (corazón y alma); Gravity (gravedad); Moments (momentos); Love is blind (el amor es ciego), Harmony two worlds (armonía de dos mundos) y Fingen-ring dan nombres a sus colecciones y a partir de ellas es fácil imaginar el universo creado a su alrededor.
Y si gigantes son sus expresiones para las grandes espacios, pequeñas y manejables son las que se refieren a este mundo en el que sorprende con las pequeñas aventuras de gran calado emocional que dan respuesta, sin palabras, a algunas de las cuestiones fundamentales de nuestro existir. Para ese intercambio de emociones, Lorenzo tiene a su disposición un juego de equilibrios donde cambia piedra y metal por joyas, siempre más acorde a los compases emocionales del alma.
Quinn el joyero
La simple relación de sus colecciones joya ya dará una idea de las piezas que, aunque pueden adquirirse online, pueden tocarse en la joyería Rabat de Barcelona, donde tienen su propio espacio esas pequeñas grandes obras de lucir, junto a algunas esculturas de pequeño formato. Imprescindible admirar su última creación, la línea Paw print personalizada con la huella del ser amado, amada si es ella quien recibe el presente en forma de pendientes barrocos o cualquier otro aderezo. Y si se trata de pareja, la joya se resuelve con la mitad de la huella de cada uno de los dos.
Para caballeros discretos se recomienda la que la reproduce en el interior dejando en el exterior espacio para otras piedras nobles: Carlo Ancelotti y Pelé pueden dar fe de ello. Todo un jardín de delicias que Lorenzo Quinn explica con delicadeza y afecto, como si algo tan especial como la sensibilidad tuviera necesidad de ello: sólo es preciso mirar y emocionarse; acariciar y sentir.
Lorenzo Quinn, el hombre
El escultor, en esa faceta más íntima, puede decir que ha abierto otra brecha en su carrera profesional, con curiosidades que dan fe de la duplicidad del artista. En Estados Unidos no hay una muestra pública de sus joyas, ya que es el país líder de ventas online, mientras que en Londres, que dispone de varias esculturas en museos, galerías y espacios públicos, aún no ha entrado con ellas.
Así que lo de actor (llegó a encarnar a Dalí como protagonista de un filme), ha quedado varado en dique seco. Su única relación con el séptimo arte la tiene a través de su esposa, la
impresionante Giovanna Ciccuto, cuyo hermano Roberto es el presidente del grupo que comanda los míticos estudios Cinecittà de Roma. Con ella ha conformado una armoniosa y feliz familia con tres hijos, Christopher, Nicolás y Anthony, tres hombretones (están sobre los dos metros o casi) tan encantadores como sus progenitores, con quienes comparten vida en la zona costera de Barcelona.
El hogar, su lugar de reposo cuando no está en su macro taller de fundición, en su despacho o entrenando en enduro, una pasión con la que libera tensiones y le acerca a ese otro mundo, menos espiritual, pero también repleto de otras sensaciones.