Se acerca el mes de junio y con él una nueva edición de La Cata del Barrio de la Estación. Este exclusivo acontecimiento, dirigido a los amantes del vino, la gastronomía y el turismo, lo organizan las siete bodegas del famoso barrio de la Estación de Haro (La Rioja): López de Heredia Viña Tondonia, Bodegas Muga, La Rioja Alta, CVNE, Gómez Cruzado, Viña Pomal Bodegas Bilbaínas y Roda.
La finalidad de este evento es fomentar el enoturismo y mostrar a todos los asistentes cómo son estas bodegas, sus vinos y las personas que trabajan en ellas. Cada bodega tendrá habilitadas zonas para los visitantes, donde podrán degustar dos de sus vinos más emblemáticos y representativos, acompañados de una tapa gourmet elaborada por los “estrellados” Francis Paniego (El portal de Echauren, 2 estrellas Michelín) y los hermanos Echapresto (Venta Moncalvillo, 1 estrella). A lo largo del día se podrá probar 14 vinos y 7 tapas diferentes, en lo que promete ser un sábado especial e inolvidable. Así que, ¿a qué esperas? Compra tu entrada ya, ¡que vuelan!
Pero realmente de quien quería hablar hoy es de uno de los organizadores de este evento. No puedo decir que sea mi bodega favorita de Haro, porque tengo el corazón partido, pero desde luego es una de mis preferidas de España. Me refiero a Bodegas Muga. Desde que Isaac Muga Martínez la fundara en el año 1932 y hasta hoy, con la tercera generación al mando, Bodegas Muga no deja de crecer en calidad y en conquistas, ya que me atrevo a afirmar que pocos son los que aún no conocen sus vinos.
Bodegas Muga se encuentra en un viejo caserío riojano bicentenario de roble y piedra, en el que trabajan siendo fieles a los métodos tradicionales, a la vez que procuran ser lo más respetuosos posible con el medio ambiente. Esto se ve reflejado en sus vinos, ya que poseen un equilibrio perfecto entre tradición y modernidad. Y esto se debe en parte a que son de los pocos que continúan clarificando el vino con clara de huevo, trasegando las barricas por gravedad (evitando así la agresividad que puede tener la acción de los motores sobre el vino), además, que Bodegas Muga es la única bodega de España que cuenta con un maestro cubero y tres toneleros propios. No existiría Muga sin su historia, tradición y amor por la viña y el vino.
Y digo viña porque la calidad de sus vinos también la define su viñedo. Por cierto, no se trata de un viñedo cualquiera, ya que tienen 200 hectáreas en propiedad y 150 más de otros agricultores fijos (pero que gestionan y controlan ellos) a las faldas de los Montes Obarenes. La base de los vinos de Muga es su fabuloso terroir, marcado por los suelos arcillo-calcáreos, el clima tan complejo que tiene (mezcla de mediterráneo, atlántico y continental) y las viñas de las variedades tempranillo, graciano, garnacha, mazuelo, viura y malvasía. Y ahora hablemos de dos de sus vinos, un rosado y un tinto, con los que siempre disfruto.
Flor de Muga Rosé 2016
Este vino es un claro ejemplo de la tendencia actual que tienen las bodegas famosas por sus vinos tintos, y que ahora se atreven con los rosados pálidos de corte provenzano. Pero la cuestión es que no todos los rosados consiguen la finura y elegancia que tiene Flor de Muga Rosé.
Puede que sea por su mimada elaboración, en la que el mosto flor de la garnacha fermenta en depósitos de madera de entre 500 y 1.000 litros de capacidad, y luego permanece un mínimo de cuatro meses criando sobre sus lías finas. Su color atrae por su palidez y brillantez, aunque en nariz impresiona. Rosas, fresas y melocotón dominan sus aromas, mientras que en boca resulta un vino voluminoso, sedoso, con notas minerales y con una acidez perfecta que le otorga frescura y finura.
Prado Enea Gran Reserva 2010
Un vino que gusta a todos y que apasiona a los amantes del vino tinto. Un Gran Reserva riojano, de corte más bien clásico, que tiene una personalidad tan única que marca cuando lo pruebas. Un vino que te apetece volver a beber. Beber y beber. Prado Enea se elabora con un 80 % de uva tempranillo, y el resto de garnacha, graciano y mazuelo. El mosto fermenta en depósitos de madera de 10.000 litros de capacidad, para luego pasar 12 meses de crianza en depósitos de roble de 16.000 litros, 36 meses en barricas de roble y 6 meses en botella, como mínimo.
De esta compleja elaboración aparece un vino de color cereza y capa alta. Sus aromas están repletos de frutos rojos, canela y otras especias, resultantes de la larga y compleja crianza en madera. En boca es elegante, un vino serio con taninos firmes pero pulidos, que nos auguran un largo y prometedor envejecimiento. Un vino para beber ya, o dentro de unos años. Pero lo que está claro es que es un vino para ser feliz bebiéndolo.
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