Posiblemente los tintos del Priorato sean la última gran aportación española a la gran clase mundial: allá por los noventa, sus severos precios y sus producciones limitadas –pocas botellas y también pocos elaboradores- impulsaron una fiebre solo comparable a la pasión riojana de los primeros setenta.
No era únicamente cuestión, claro, de esnobismo y escasez: el Priorato demostraba cómo, de la mano de buenos elaboradores, una zona conocida por tener algunos de los vinos de pasto más baratos de España podía detonar un potencial desconocido si se le prestaba la atención debida al ‘terroir’. Ha pasado tiempo desde entonces, y no todos los Prioratos son aquellos ‘clos’ iniciales, de viñedo escarpado y suelos de licorella. Sin embargo, en las mejores entregas, esa fiebre prioratina sigue estando plenamente justificada: hablamos de vinos opulentos, carnosos, plenos de fruta y de nervio y de intensa mineralidad.
De este Dofí 2003 cuesta pensar que estamos ya casi a tres lustros de su vendimia. Vino siempre bien afamado, esta botella explica el porqué: catado con 2004 y 2005, este fue el más elegante, complejo y seductor de la terna, ejemplo pintiparado de la calidad que puede alcanzar este viñedo. Este Dofí, en definitiva, está pleno, y con ese extra que es siempre verlo evolucionar en la copa, jarreemos o no jarreemos la botella. El mérito no es menor: 2003 fue, por antonomasia, el año del calor, y sólo el esmero en la elaboración de Álvaro Palacios logró esta calidad y una capacidad de guarda que disipa las dudas sobre el añejamiento del buen Priorato. Las buenas críticas le han acompañado: para Elmundovino.com, 2003 fue el tercer Dofí, sólo por detrás de 2008 y 2000. (Cata de I. Peyró y J. Rocamora).
Bodega y personaje.
Álvaro Palacios es riojano, descendiente de la familia propietaria de la bodega Palacios Remondo. Formado en Burdeos, realizó sus prácticas en nada menos que Pétrus. Conoció el Priorat invitado por René Barbier. Decidió instalarse allí, en Gratallops, en el año 1989. Adquirió viñas viejas de Garnacha y Samsó (Cariñena) en laderas y barrancos de pizarra. L’Ermita –ese vino descomunal- es su alto de gama… y uno de los altos de gama de España entera. Más tarde inició otra aventura con la difícil mencía del Bierzo.
Precata:
Cata. En Cuenllas, en enero de 2017.
En conjunto: ¡Un mini-Ermita encantador! que evoca a su vez a los buenos Vintages de Oporto. Con mucha extracción, como corresponde a los prioratos punteros de esa época, y a la vez misteriosamente longevo. Su magnífica evolución en botella aporta luz sobre la discutida capacidad de envejecimiento de los vinos del Priorat, más aún cuando se trata de una añada tan difícil, tan calurosa, como fue la 2.003.
Calificación. 9,5/10
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