Un viaje al alma del silencio
La bodega Fuentes del Silencio recupera la actividad vitivinícola del Jamuz con un fascinante proyecto que evita la pérdida de viñedos centenarios.
En el valle del río Jamuz, al sur de la provincia de León, se encuentra la bodega Fuentes del Silencio. Aislada de los ruidos en un valle rodeado de viñedos y a faldas de la Sierra del Teleno. Un lugar que fue una explotación de oro, pues este territorio formó parte del Conventus Asturum durante la época romana (quienes consideraron que estas laderas eran perfectas para viñedos) aquí encontraron Miguel Ángel y María José su lugar en el mundo.
El pueblo donde está situada la bodega, Herreros de Jamuz (pedanía del municipio Quintana y Congosto) era conocido hace siglos como “el pueblo de las Fuentes”. El nombre de la bodega Fuentes del Silencio proviene de este paraje famoso por las innumerables sugerencias de manantiales, arroyos y fuentes que se dan en el lugar. El propio río Jamuz se extiende de oeste a este y emerge de una fuente (manantial) en el Monte Teleno.
María José Galera y Miguel Ángel Alonso dejaron atrás su vida y cumplieron su sueño, tener una bodega
La nueva bodega fue creada en 2013 por María José Galera y Miguel Ángel Alonso, ambos médicos cirujanos, que tras haber vivido en varios países y aún no habiendo nacido en la zona, regresaron a Herreros de Jamuz donde vieron el lugar idóneo para establecerse. El lugar donde poner la estaca final y encontrar el ángulo adecuado para empezar de nuevo. Entusiasmados con la posibilidad de conservar un patrimonio vitivinícola tan excepcional volvieron a sus orígenes con el fin de recuperar y evitar la pérdida de aquellos viñedos centenarios, la mayoría de ellos plantados entre finales del siglo XIX y principios del XX que se habían mantenido hasta la década de los 60.
Sus antepasados, abuelos de la familia paterna y autóctonos de estos parajes, ya elaboraban vino en la zona hace más de 100 años. Miguel Ángel Alonso nos dice que “el arranque masivo de los viñedos, unido a la situación de abandono de los restantes, conllevaba la pérdida de un patrimonio irrecuperable, muchas parcelas están muertas o fueron recuperadas por el bosque. Son viñedos muy antiguos, viñas abandonadas porque no había relevo generacional”.
La bodega fue excavada en la montaña en el siglo XVIII
El respeto a la tradición llevó a la Miguel Ángel Alonso a recuperar también la bodega excavada en la propia montaña datada del siglo XVIII, como las que antaño regían la provincia, que había sido de su abuelo. Su objetivo, recuperar el saber hacer tradicional combinándolo con las técnicas más modernas de elaboración, apostando por unos viñedos centenarios que de otra forma se hubieran perdido o arrancado.
La comarca Tierra de Jamuz cuenta con un saber vitivinícola ancestral y con cepas autóctonas de una zona que dio vinos antaño históricos. Según indican las fuentes señaladas al menos desde el siglo IX-X, en plena Alta Edad Media, debió de existir una producción vitivinícola importante en la zona del Valle del Jamuz.
El Valle de Jamuz, una zona con una biodiversidad única y de gran valor
Este valle contuvo la mina de oro más importante del Imperio Romano, existiendo todavía en la actualidad trazas de oro y metales pesados lo cual ha llevado a una selección única de levaduras y bacterias. La empresa californiana “Biome Makers” ha certificado este “terroir” por su biodiversidad como uno de lo más excepcionales del mundo, a partir de su base de datos de Estados Unidos, Italia, Chile, entre otros. Con el fin de mantener esta biodiversidad única se cultivan todos los viñedos de manera ecológica. (La bodega está actualmente a la espera de la certificación ecológica).
Miguel Ángel Alonso asegura que “nuestro proyecto está fundamentalmente basado en el mantener este patrimonio genético excepcional en vías de desaparecer y estos viñedos centenarios así como promover el trabajo en una zona deprimida».
Un proyecto que busca mantener y cuidar la naturaleza y evitar la perdida de patrimonio
Han recuperado viñedos centenarios situados cerca de 900 m de altura y únicos, no sólo por su altura, sino porque variedades como la Mencía, que aunque más propia del Bierzo y de la Ribeira Sacra, se proclama en este valle como una Mencía más continental, claramente diferenciada.
En esta zona se trabaja además de Mencía con Alicante Bouschet (más conocida como Garnacha tintorera) y Palomino principalmente, también con Prieto Picudo (que aporta más estructura) siendo este último el viñedo mayoritario en la zona de León. Esta diferencia de variedades al norte o sur de León puede ser debido al tratarse, inicialmente, de plantaciones efectuadas por monasterios muy ligados a Galicia, por la proximidad del Camino de Santiago.
Gracias al trabajo de la bodega se han podido recuperar viñas de más de 100 años
En estas parcelas históricas de Herreros se trata de respetar el ecosistema y las variedades autóctonas del lugar. Viñas centenarias como motor y una producción muy limitada. Se han recuperado cepas de más de cien años trabajando 35 hectáreas en 90 microparcelas. Según el catastro la mayoría datadas de 1920-30, alguna otra previa a estas fechas (prefiloxérica).
Puesto que tienen una variedad de tierras espectacular hicieron un estudio de suelos, que según los geólogos concluyó que el Valle del Jamuz es un territorio muy especial, un paraje único.
Fuentes del Silencio se centra en el cultivo de la variedad Mencía, un tipo de uva autóctona del Bierzo
Marta Ramas y Miguel Fisac son la pareja de enólogos que trabajan dando forma a este proyecto. Marta nos dice que “se trata de un suelo muy curioso que no se ha abonado, ni corregido, ni ha habido una explotación del terreno en muchísimos años, es un suelo muy virgen. Hablamos de Mencías de altura a 850-900 metros, un patrimonio genético espectacular, por ello tratamos de revalorizar la viticultura de la zona elaborando vinos singulares de producción muy limitada.”
Mencías continentales muy bien adaptadas a las condiciones extremas del lugar, con una oscilación térmica muy alta entre día y noche. El perfil de las Mencías depende mucho de la climatología pues esta variedad, autóctona del Bierzo, es muy expresiva, floral, muy poco tánica, no tiene mucha materia en boca, como la Pinot Noir, pero bien trabajada puede ser muy elegante.
“La Mencía es muy reductiva y necesita maduraciones lentas y progresivas, poca intervención. Elaboramos vinos para potenciar la altitud que nos diferencie del resto de Mencías, aquí más frescas por su mayor acidez. Estamos en un marco singular ya que al estar en un valle entre montañas, queda preservado de las heladas, proporcionando un ambiente templado durante la época del otoño y la primavera y creando un microclima. Aquí se vendimia un mes después que en el Bierzo y estamos sólo a 50 kilómetros”, afirma la enóloga.
Los vinos son producto de una elaboración artesanal que le aporta una mayor frescura y sabor
Fermentación alcohólica espontánea con levaduras autóctonas en tinas de madera vinificando por separado las diferentes parcelas, no por edad sino por la zona. Prensado de racimos enteros en porcentajes entre el 70% y el 100% el raspón, el cual mantiene la frescura aromática de estos vinos pero les obliga a una elaboración artesanal. El raspón da más tanicidad, y no es que busquen tanicidad pero con el raspón se mantienen más los aromas florales de juventud. Pocos remontados para extraer pocos taninos, maceraciones suaves en barricas borgoñesas de 500 litros, más largas en el tiempo pero con menos intervención.
Marta Ramas asegura que “en la elaboración nuestra filosofía es una vuelta a las técnicas ancestrales, más respetuosas con la materia prima, queremos oler, tocar, sentir el vino…”. Uva pisada con pies y trabajada con las manos, vinos muy artesanales. Utilizan barricas de gran volumen, poca barrica nueva con pocos tostados para no maquillar el potencial de sus vinos.
Las uvas resultantes de los viñedos son de alta acidez y de moderada concentración en azúcar
“Hacemos lotes parcelarios que se mantienen separados desde la fermentación hasta el embotellado, en la bodega la Mencía es agradecida pero en la viña es exigente. Un viñedo unido al antiguo sistema de plantación proporciona uvas de alta acidez natural y moderada concentración de azúcar, dando un perfil organoléptico floral y silvestre que nos permite elaborar vinos de guarda de alta calidad”, asegura la enóloga.
En cuanto a variedades blancas utilizan la Godello de cepas viejas, Doña Blanca que tiene un cierto toque oxidativo, Palomino, Bruñal, Gajo arroba, Jeromo, Merenzao y otras variedades autóctonas practicamente desconocidas.
La bodega ha conseguido formar pare del grupo Grandes Pagos de España
La Jaras procede de parcelas más soleadas y podría considerarse como un vino de pueblo; Las Quintas corresponde a parcelas más frescas y de mayor altitud y es un vino de un paraje; y La Gándara corresponde a su mejor parcela; Mataperezosa es obtenido a partir de la uva blanca de los viñedos más antiguos. (vinos: V.T. Castilla y León y D.O.León)
Vinos elaborados de manera muy artesanal, frescura, matices minerales que expresan el suelo, las variedades locales y una capacidad de expresión del terroir que da vinos aromáticos y aterciopelados. Miguel Ángel Alonso nos dice al respecto que “el reconocimiento a ello es que ahora hemos pasado a formar parte del grupo Grandes Pagos de España de lo que estamos muy orgullosos.”
Un trabajo que ha sido posible gracias a la calidad de la materia prima
Pocas veces he visto tanto esfuerzo, entusiasmo y empuje juntos. Miguel Ángel Alonso ha conseguido extraer la esencia del lugar y enfrentarse a los riesgos que conlleva iniciar un proyecto desde cero sabiendo rastrear lo que al inicio fueron sólo hipótesis.
Recuperar la tradición y darle forma, ¿cuál es el secreto? Cuando hay buena materia prima, se elige una tierra virgen, se organizan los vínculos correctos y se trabaja con esta fuerza es imposible que el resultado no sea magnífico. No basta un adjetivo para calificar la brillantez de este proyecto, la agudeza de cada fragmento de tierra seleccionado a las decenas de pequeños viticultores. Destapar capas de historia acumuladas en cientos de registros de parcelas a las que todo el mundo giraba la cara.
La capacidad de hilvanar todo punto por punto, en un encadenamiento infinito, leyendo entre líneas con una inteligencia intuitiva, y el respeto con el que se ha hecho es impresionante. Todo parece llevado a cabo con la mayor naturalidad y es que defender el patrimonio de un abuelo es como despertar lo que amamos. Miguel Ángel Alonso ha descifrado el enigma construido a partir del silencio, sin perderse en las ramificaciones de una historia que revela que con criterio y una buena dosis de paciencia los frutos acaban llegando.
Da vértigo echar la vista atrás y ver cómo comenzó este proyecto, y han transcurrido ya casi siete años en los que Fuentes del Silencio ha pasado desapercibido, sólo algunos críticos como Robert Parker han vislumbrado su futuro dando hace pocos meses 92 puntos a La Gándara 2016 que en la añada anterior Jancis Robinson había calificado con 17/20. Incluso José Peñin que conoce de cerca el proyecto ha etiquetado este lugar de “terroir de oro”. Habría mucho que decir acerca de ellos quizá alguna vez coincidáis con alguna botella, podáis sincronizar vuestra mirada a través del rojo rubí y sepáis “comprender” la autenticidad que irradian estos vinos.
Podría pensarse a simple vista que poco se puede extraer de una tierra salvaje pero este es un proyecto cargado de significado, de fuerza y de seducción en un lugar especial en medio de la nada, no del vacío, del silencio.