Todo el mundo conoce a Peter Sisseck, aunque sea de oídas. Es ese enólogo que hace ya 25 años revolucionó el panorama vitivinícola de España y que desde la Ribera del Duero puso en el mercado el vino más caro de nuestro país y que todos conocemos por el apodo de Peter: Pingus.
Este nuevo negocio no pasó desapercibido ni siquiera en la primera añada, en la que Robert Parker encumbró su vino. Hoy en día, el Pingus está entre los primeros puestos del ranking de los mejores vinos del mundo.
En la bodega de Quintanilla de Onésimo, en Valladolid, y bajo los auspicios de la Denominación de Origen Ribera del Duero, se elabora esta variedad de vino. Es una bodega pequeñita y nada ostentosa, de hecho, por fuera parece una casa normal, aunque lo que se elabora dentro es extraordinario.
Las botellas de sus vinos Psi, Flor de Pingus y Pingus oscilan entre los 30€ y los 1.500€ (o más, dependiendo de la añada y presencia en el mercado). El Pingus es un vino de culto. Y es que Peter Sisseck no solo sabe hacer vino, sino también otras muchas cosas.
Aunque se afinco en España en el año 1990, parte de su vida la pasó en Francia, quizás, el país del queso para muchos. Allí empezó a conocer el mundo del queso y, como ingeniero agrónomo además de enólogo, no le fue difícil enamorarse del láctico producto.
Allá por el 2011, Sisseck ya anunciaba su intención de dedicar un espacio en su proyecto para la horticultura y la ganadería. El queso ya era uno de sus objetivos y, todos estos años después, se ha transformado en realidad. Peter Sisseck, hace queso.
Está elaborado con la leche de ocho vacas Montbéliarde y que solo se alimentan de lo que tienen en la propia granja de veinte hectáreas: hierbita rica, heno y alfalfa. Estas vacas no han visto el pienso nunca. Todo esto después se ve reflejado en la leche y, por ende, en el queso.
De esta leche se hacen seis quesos diarios de entre cuatro y cinco kilos. Quizás podemos observar un estilo un tanto suizo o francés por el tipo de pasta que va mermando con los doce meses de maduración previstos. Su objetivo es llegar a las trescientas piezas al año.
Teniendo en cuenta el precio del vino y la poca producción del queso, estamos seguros de que nos encontramos ante un producto de lujo que no estará al alcance de muchos.
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