Aunque a algunos el nombre Nikkei les suene de los mercados bursátiles, hoy vamos a hablar de la gastronomía y no del valor del dinero. ‘Nikkei’ significa más o menos “japonés fuera de Japón”. En el caso de la gastronomía, es la fusión o mestizaje de la cocina japonesa con la peruana.
La historia empieza en 1899, cuando ambos países acuerdan en un tratado llevar mano de obra desde Japón a Perú, ya que los campos de algodón y de azúcar necesitaban más trabajadores. Dicho y hecho, el país del sol naciente envió barcos con unos 800 japoneses. Y en este caso hablamos en masculino, ya que solo fueron hombres que con el tiempo se “fusionaron” con las mujeres peruanas, como no podía ser de otra manera si seguimos el ciclo evolutivo de las especies.
En unos años, los japoneses se habían adaptado perfectamente a Perú y la coincidencia en arroz, pescado y vegetales, materias primas recurrentes en ambas cocinas milenarias, hizo un poco el resto. Se empezaron a unir platos tradicionales japoneses con toques peruanos y viceversa. Así, a groso modo, nació la cocina nikkei.
Hoy en día, este estilo de cocina ya consagrado pone enormes etiquetas de calidad y excelencia en muchos locales de todo el mundo. Unos espacios dedicados a la fusión de ambas cocinas en las que se aglutinan raíces, tradición y técnicas de vanguardia. Algo que convierte a esta tendencia en una de las más exuberantes de los fogones. Una cocina llena de sabores potentes y únicos que no siempre es fácil de acompañar con una bebida que no reste protagonismo al plato y pueda potenciar y complementar sus sabores.
Uno de los platos que para mí expresan la fusión en todo su esplendor es el tiradito, unas láminas de pescado crudo o sashimi con una salsa de limón o leche de tigre. En la simplicidad de sus ingredientes y en la técnica del corte del pescado encontramos un delicioso plato que me encanta maridar con dos cosas: un Sake Junmai Daiginjo de Ichishima, con una excelente acidez y grado alcohólico, y con una manzanilla pasada Pastora de Barbadillo.
Un típico ají amarillo de gallina con choclos se puede maridar perfectamente con un espumoso de larga crianza, como por ejemplo un Exvite de Llopart; o con un extraordinario Chenin, como es La Calma de Can Rafols del Caus.
El sanshiku, que es una bondiola de cerdo con umeshi y vegetales, puede maridarse perfectamente con un graciano de Dehesa de Luna. Ambos elementos, comida y bebida, combinan potencia y frescura a la vez, lo que sin duda es el equilibrio perfecto de la gastronomía.
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