Una mirada inesperada y fascinante nos hace aterrizar en este hotel de la ciudad Condal, así que si estás pensando en viajes o en puestas de sol, en Nobu encontrarás algunas respuestas. Alguien dijo que si te quedas en una ciudad es porque responde a una de tus preguntas. Este lugar pertenece a la reconocida marca de hoteles y restaurantes Nobu Hospitality, fundada en 1994 por Robert De Niro, el productor cinematográfico Meir Teper y el afamado chef Nobu Matsuhisa, con presencia en los cinco continentes. Nobu Barcelona es el tercer establecimiento de la compañía en España y décimo en Europa.
Jordi Mestre, presidente del Gremio de Hoteles de Barcelona y del grupo Selenta, fue quien promovió la llegada de Nobu a la capital catalana. Pero ya no es el propietario del hotel ya que lo tuvo que vender a finales de 2020 al grupo inversor ASG por unos 80 millones de euros.
En 2019 se reinauguró como Nobu tras una profunda reforma, reabrió hace pocos meses tras dos años cerrado por pandemia. El hotel alberga 259 habitaciones y suites, además de la ultrapersonal “Nobu suite” de 150 metros cuadrados ubicada en la planta 22. Una planta más arriba, y con las mejores vistas panorámicas de la ciudad, se ubica el mundialmente conocido restaurante.
Estamos en una ubicación singular junto a la Estación de Sants, a un paso del Eixample, la Plaza de España, y el centro de convenciones Fira de Barcelona. “Barcelona sigue siendo una ubicación y un destino clave para la marca”, nos dice Laurence Dubey, directora general del hotel. “Nuestra pasión es ofrecer un servicio desde el corazón “Kokoro” y hacer sentir al cliente como en casa “Omotenashi”: son los principios que rigen la filosofía de los hoteles Nobu”.
Una vez en el hall del hotel dejamos atrás una fachada anónima, y un tanto ignorada, del que fue el icónico edificio de la Torre Cataluña. Llegados a ese punto nos damos cuenta de lo inadvertido que puede pasar un rascacielos a pesar de sus cien metros de altura (construido en el año 1970). Visto desde fuera a nadie se le ocurriría sospechar lo que ocurre en su interior. En el mismo pasamos de una arquitectura vertical a una horizontal donde verificamos visualmente que la armonía de todo parece dispuesto para nosotros.
Llegados a la suite lo efímero y transitorio de la estancia pasa a ser lo único importante y su provisionalidad nos hace centrar más la atención en los detalles, porque en Nobu todo está pensado. El reconocido estudio neoyorquino de arquitectura Rockwell Group consiguió un mismo discurso lógico, concreto y cotidiano en todos los hoteles de Nobu Hospitality.
La voluntad de los arquitectos fue sintetizar, a través del minimalismo, ese sentido del orden tan japonés siguiendo el aforismo ‘less is more’. Poner énfasis en la expresión de formas simples y austeras, no como un apéndice decorativo sino funcional. Diríamos que un “lujo elegante” es el rasgo distintivo de identidad que se expresa a través de materiales naturales y orgánicos como la madera, colores, texturas, medidas, proporciones que te envuelven con su propio romanticismo.
Habitaciones ¿meridionales o septentrionales? Una vez planteado el interrogante permítanme sugerir que en ambas opciones hay una vista por explorar. Precisando, perfilando y en ocasiones insinuando las vistas en ese afán de aproximarnos a la ciudad en su papel mediador entre el espectador y el lugar.
Desde las habitaciones de la fachada sur entramos en contacto con el orden esencial de la geometría del mar y de la infinitud del cielo, o podemos fijar la mirada y encontrarnos de frente (a menos de un kilómetro) con el Museo Nacional de Arte de Cataluña en Montjuïc. Desde las habitaciones de la fachada norte, la magia del urbanismo de Barcelona con el Eixample nos atrapa a pocos metros, y la Torre Foster insinuándose al fondo en la montaña de Collserola, ambas fáciles de reconocer.
Se requiere de una cierta creatividad visual para profundizar en estas vistas excepcionales y también para reconocer algunos de los diseños en todo el hotel algunos de inspiración catalana. Como el del trencadís modernista de Gaudí, que se mezcla con la técnica tradicional del Kintsugi, el arte de reparar piezas de cerámica rotas con oro, plata o platino, para generar collages de materiales.
Continuamos explorando el lugar hasta la planta 23 donde está ubicado el internacionalmente conocido restaurante Nobu. Allí entramos en un territorio conectado con la familiaridad de un espacio totalmente diáfano. Aspira a hacerse comprensible en cuanto entras en él. Grandes ventanales te conectan de una manera abierta y acogedora con el mundo que hay al otro lado del cristal. Una impactante vista 180 grados y una ciudad imposible de eludir se suman a la posibilidad de disfrutar de una experiencia gastronómica única.
Desde su reapertura con un nuevo chef ejecutivo: Sergio Martínez, relevando a Hervé Courtot, dirige ahora el restaurante con las herramientas propias del oficio manteniendo una cocina de autor y la filosofía iniciada por el innovador chef Nobu Matsuhisa. La carta es por supuesto predomina una excelente materia prima y una fantástica puesta en escena con la opción del menú degustación Omakase. O bien con una carta con los signatures dishes de Nobu como, el Yellow tail Sashimi con Jalapeños el Black Cod con Miso u otras creaciones como el Toban Yaki de Ternera, la ‘pasta’ de calamar o el sushi de caballa, lubina, calamar y gamba roja.
El primer restaurante Nobu abrió en 1994 en Nueva York, seguido de la apertura del primer hotel en Las Vegas en 2013. Desde entonces, la marca ha evolucionado en 50 restaurantes y 27 hoteles. Nobu Bar después de la cena. Buena música, luz tenue y una extensa variedad de cócteles o sakes en exclusiva para todos los Nobu del mundo, según nos comentó su sommelier Mateo García.
Todo esto hace que no podamos resistirnos a la tentación de visitar el alma de Nobu. Si vienes, simplemente déjate llevar y siente el lugar en ese diálogo incesante con la ciudad que consigue convertirnos en espectadores silenciosos…y abstraernos de todo… Podría considerarse que estoy registrando la vida cotidiana, destinada a perderme en mi propia ciudad profundizando en territorios que creía ya conquistados… en el arte de la contemplación con este el sol del Mediterráneo poniéndose frente a mí.
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