La mirada ingenua

Alain Ducasse guía la cocina del restaurante del Hotel Le Meurice de París. Probamos su exquisito y delicado menú.

Jesús Andreu. 19/02/2016

En España llevar corbata es hoy una actitud inconformista y alternativa; en arte, el figurativismo parece provocación y en Francia, el retorno a la sencillez una prueba de modernidad. Alain Ducasse, el pope de la cocina francesa, predica lo esencial de los sabores, la sencillez de las preparaciones y la preservación de los aromas.

Lujo y estilo se conjugan en el restaurante del Hotel Le Meurice
Lujo y estilo se conjugan en el restaurante del Hotel Le Meurice

Perecería como si después del viaje a la modernidad, hubiera que olvidarlo todo para volver a las esencias y eso es lo que practica en todo su imperio, porque ni se puede hablar de su restaurante ni seguramente de su cocina ya que, llevando al extremo la práctica del taller artístico, él guía e idea y los discípulos ejecutan.

Mesas amplias y mobiliario clásico para una comida de lujo
Mesas amplias y mobiliario clásico para una comida de lujo

Uno de los más aventajados es Jocelyn Herland y tan lejos ha llegado que su restaurante, situado en el opulento y famoso Hotel Le Meurice, es el único del imperio en París que posee tres estrellas. El salón donde oficia es una orgía de espejos, molduras doradas, suelos de mosaico y enormes pilastras de mármol de una sola pieza, un entorno sacado directamente del II Imperio y que ni el mismísimo Philippe Starck, que lo ha ‘revisitado’, se ha atrevido a alterar.

Los espejo
Los espejos multiplican la profundidad del local

Los espejos multiplican sonrisas y miradas. Las mesas son enormes, se agradece la gran distancia entre ellas y cuanto surge sobre los límpidos manteles blancos es de un refinamiento máximo, lo que traducido a números significa precios imposibles, con la mayoría de los platos superando los 100€ y menús en torno a los 400.

Ostra infusionada, para comenzar el menú
Ostra infusionada para comenzar el menú

Como podrán imaginar, hube de aprovechar esa magnífica costumbre francesa del menú déjeuner, nada barato –120€ con tres platos y postre– pero posible. Empezamos con una deliciosa ostra suavemente infusionada y envuelta en un perfecto crujiente que matizaba su esencia babosa. Les recuerdo que odio las ostras, pero basta disfrazar su agresivo sabor y su blanda textura para convertirme en ostrero. Ésta, además, venía escondida entre conchas y promesas de perlas.

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Verduras de la estación entre rocas de sal rosa del Himalaya

Las verduras de la estación se cuecen al vapor de hierbas en una bella vaporera japonesa y se esconden entre rocas de sal rosa del Himalaya. Untadas en ellas cobran vida salada y bañadas en la emulsión de hierbas que las acompañan resultan perfectas.

Panaché de verduras con toque de hinojo
Panaché de verduras con toque de hinojo

Sigue el menú de la sencillez con más verduras, mezcladas ahora con algo de fruta en una sabia reinvención del panaché. Unas son cocidas, otras salteadas y otras acariciadas por la plancha. Hay algo de confitado y leves toques crudos. Contrastan con una manzana enana, toques de hinojo y algo de aguacate mezclando en un mismo plato colorido, falsa sencillez y muchos aromas.

Lubina al hinojo, jugosa y perfecta
Lubina al hinojo, jugosa y perfecta

La lubina al hinojo no es tampoco la de siempre. La carne del pescado está perfecta, sellada y jugosa, y la piel, seguramente cocinada aparte, tiene una consistencia delicadamente crujiente. El hinojo no ofusca el sabor del pescado como es tradición, sino que se sirve a modo de refrescante e intensísima ensalada. Es un gran acierto este amor francés por el hinojo, tan sabio como incomprensible el desinterés español.

Su famoso suflé de chocolate de Ducasse
Su famoso suflé de chocolate de Ducasse

En ese momento, llega el plato que para los franceses es seguramente el rey, el postre. Para remarcarlo se produce un pequeño cambio de vestido y aparece una finísima servilleta de hilo bordada con frutas. Amablemente cambiaron uno de los postres por el celebérrimo suflé de chocolate de Ducasse. Obviamente es perfecto, algo crepitante en el fondo y con un chocolate único, pero yo no pude resistir al Vacherin de cítricos, otro festival de texturas (blando, crujiente, al dente, cremoso…), temperaturas y sabores, amargo, ácido y dulce.

Tejas para tomar con el café
Tejas para tomar con el café

El acompañamiento de los cafés es asombroso. Las delicadas tejas de frutos secos son translúcidas de puro leves y se deshacen al tocarlas. La caja de bombones contiene auténticas maravillas elaboradas cuidadosamente con los mejores chocolates del mundo y el carrito de frutas (piña, pomelo y mango) y sorbetes (mango, pomelo y pera) es una verdadera delicia.

Los mejores chocolates del mundo para terminar
Los mejores chocolates del mundo para terminar

Hay una enorme voluntad en esta cocina de volver a un pasado que en realidad nunca existió -porque la cocina francesa es todo menos sencilla- y otra más de disimular todo lo sabido, porque todos los platos atesoran técnicas refinadas y aprendizaje centenario, pero hay que reconocerle la enorme humildad y sabiduría de no querer asombrar, de esconder la maestría y de intentar mirar la gastronomía con la ingenuidad de un aprendiz cuando en realidad ya se ha visto y aprendido todo. *Fotografías: Jesús Andreu. *Portada: Hotel Le Meurice.

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