Cuando hablábamos de reforma o rehabilitación de edificios antiguos en el pasado, hablábamos de aprovechar la envolvente y generar nuevos espacios en el interior para el nuevo uso. Con el tiempo, este concepto ha ido cambiando y matizándose más. Ya no es lo habitual tirar abajo y montar de nuevo, ahora las empresas de diseño prefieren hacer un análisis exhaustivo de lo que existe y lo que requiere el cliente, adaptando el espacio a ambas necesidades.
El edificio que hoy os mostramos fue construido entre 1862 y 1866 por el arquitecto Juan de Madrazo y Kunt, para Don Mariano Miguel Maldonado y Dávalos, conde Villagonzalo, de ahí el nombre con el que hoy lo conocemos. El palacio tiene forma trapezoidal y su dirección es calle Hortaleza número 85 de Madrid. Su estilo nada entre el racionalismo y el neogótico, del que se nutrió la obra de Madrazo. Materiales de la época narran su historia: aleros de madera, piedra tallada, ladrillo por doquier, empleo de rejas en los miradores de las esquinas y, lo mejor, colocación de pizarra en la cubierta.
Pero, en realidad, lo que nos atañe no es el conjunto arquitectónico global, sólo vamos a tratar la base, el local que tiene entrada por el número 2 de la calle Mejía Lequerica, que hasta hace poco estaba ocupado por una ferretería. Este fue el lugar elegido por la empresa de interiorismo Batavia para ubicar su buque insignia, un comercio donde mostrar lo último de la marca, nacida en 1996 como tienda de muebles, y que, hoy día, compagina muebles contemporáneos con piezas antiguas o vintage, de un nutrido grupo de diseñadores de alto nivel, tanto actuales, como clásicos.
La ejecutaron en 2016, junto al estudio de arquitectura Ábaton, convirtiéndose en una de sus mejores actuaciones en cuanto a proyectos de interiorismo se refiere. Y no es que lo digamos nosotros, lo dicen desde los internacionales premios de Global Architecture & Design Awards 2018, que han distinguido el proyecto con mención de honor en la categoría de Interior-Corporativo, todo un éxito si pensamos que se han presentado al concurso de este año, denominado Rethinking the Future, unas 748 propuestas de más de 50 países, casi nada.
El tándem formado por Batavia y Ábaton se lanzó a diseccionar el antiguo edificio, que fue ferretería desde 1906, con una idea en mente: respetar la esencia de su último inquilino, conservando los elementos que pudieran ser útiles y al mismo tiempo, reforzaran la idea de fusión entre los dos grandes conceptos que la tienda posee: lo contemporáneo y lo antiguo.
Distribuyeron de esta forma los 400 metros cuadrados de local, configurando seis salas de exposiciones, la mayor de 101,52 metros cuadrados y la menor de 18,92, salvando los distintos niveles entre ellas con pequeñas rampas, adaptadas para todos los usuarios imaginables, bueno, salvo para los de las Star Wars, claro está. Bromas a parte, el local se completa con dos oficinas, dos almacenes y dos aseos que dan al interior, al patio del edificio.
Se han conservado el pavimento de mosaicos originales, se han tratado y expuesto las paredes conformadas por sillares de piedra maciza, de gran belleza, todo hay que decirlo, y como elemento de transición entre estancias se han colocado enormes marcos de acero de formas trapezoidales, así, realzan y distinguen la apertura salvando los desniveles de forma elegante… ¿No es genial la idea? (a mí me da que sí…).
Aprovecharon muy bien las estanterías originales de la ferretería, donde colocaron una nueva sección de regalos de diseño, para ello limpiaron y sanearon bien los mentados muebles, dejando visibles las huellas que el paso del tiempo han dejado en ellos, y realzando la zona expositiva mediante un sistema de iluminación muy discreto y de última generación. Este aire de fusión perdura en toda la Flagship store de la marca, mezclando de forma generosa artículos de diseñadores locales, con artículos de artesanos, muebles contemporáneos con muebles antiguos, además, con un buen elenco de alfombras vintage.
Está claro que Ábaton consiguió lo que su cliente le había pedido, que no era otra cosa que transformar un viejo local en un espacio provocador pero sereno, donde los opuestos puedan entenderse a la perfección, el pasado y el presente, lo moderno y lo antiguo, lo comercial y lo tradicional, etc. La morfología del local es, en este caso, ideal para la función a la que se ha destinado, produciendo diferentes secciones donde poder disfrutar distintos conceptos de interiorismo.
La generosa apuesta por el verde, introduciendo abundantes y diferentes tipos de plantas, de gran porte como las plataneras o de menor como los helechos, hacen que las estancias no te resulten artificiales, es como estar en casa, una bonita casa en la pueden ver el paso del tiempo mirando las paredes desnudas de ladrillo y, al mismo tiempo, observar cómo se funde el falso techo en las paredes de sillares o como se quiebra para poder ver el antiguo forjado tratado con cemento. Una madrileña tienda cuya visita es muy aconsejable, sin duda.
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