Qué es y cómo acabar con el peligroso hábito de chuparse el dedo
La mayoría de los niños lo hacen sin darse cuenta pero este hábito adquirido muchas veces en el vientre materno puede ser muy perjudicial si se prolonga más allá de los 4-5 años.
La succión digital o lo que comunmente conocemos como «chuparse el dedo» es un reflejo inconsciente que muchos niños tienen desde el periodo intrauterino y que puede alargarse a los primeros meses o años de vida. Digamos que es un acto «normal» durante la primera etapa de la vida pero que puede ser problemático si continúa más allá de los 4 o 5 años, cuando ya han salido los dientes de leche.
De hecho, este hábito de manera prolongada puede producir patologías de distinta consideración. El motivo es que los dedos actúan como un elemento ortodóntico que puede modificar la posición de los dientes, la musculatura de la boca o la posición de los huesos del paladar. Así nos lo explica la odontóloga Beatriz Gutiérrez Orío, que añade además que «en estos casos, solo se podrá recurrir a la ortodoncia para corregirlo».
¿Por qué se chupan el dedo?
Chuparse el dedo, generalmente el pulgar, proporciona al niño sensación de tranquilidad, placer y seguridad. No obstante, esta «succión no nutritiva» también se asocia generalmente al hecho de llamar la atención ante un hito o episodio importante para el menor. Es el caso del comienzo del colegio, la llegada de un hermano o la separación de los padres… Pero no solo.
La psicóloga clínica Ana Villarrubia explica otras posibles causas: «Puede ser una conducta regresiva reflejo de un sufrimiento que el niño no expresa porque no puede; también puede ser solo una manía o una conducta de seguridad que se ha de sustituir por otra; quizás pueda ser reflejo de un tipo de estrés que el menor no puede gestionar de otro modo». En cualquier caso hay que extinguir la conducta y es importante ayudar al niño a hacerlo.
Cómo corregir el hábito de chuparse el dedo
Así, es importante tratar el problema desde un punto de vista psicológico. La primera opción debe ser siempre convencer al niño para que abandone el hábito de forma voluntaria, aunque le cueste. Habrá que hacerlo acompañándole y apoyándole, haciéndole ver que valoramos lo difícil que es para él pero intentando hacerle entender que es lo mejor; por su bien y para evitar problemas de distinta índole.
«Es posible que a partir de los 4-5 años el niño empiece a sentir presión social sobre este hábito. Percibir que esto no es normal puede acabar en un problema de autoestima si no se trata bien. Por eso es muy importante ayudar al niño y no reñirle ni hacerle sentir culpable por chuparse el dedo», explica la odontóloga.
Técnicas físicas para ayudar
Por supuesto, este convencimiento puede ir acompañado de técnicas ‘físicas’ que dificulten la succión. Hay múltiples, y su efectividad no está probada, dependerá de cada niño que funcionen o no. Hablamos de técnicas aversivas como untar los dedos en alimentos o productos desagradables para el niño como el limón o el ajo, etc. O productos de farmacia que pintan los dedos y tienen mal sabor.
También hay otras técnicas de prevención de respuesta como poner apósitos en los dedos o coser manoplas en los pijamas, para evitar la succión por la noche. En cualquier caso, todas deben utilizarse tras hablar con el niño y explicarle que no son un castigo, sino una solución para mejorar las cosas.
Todo esto puede ser el paso previo a acciones más drásticas, más costosas y más invasivas. Es el caso de los aparatos de ortodoncia o las rejillas palatinas que, según explica Gutiérrez, no tienen por qué ser definitivas: «Si el paciente no tiene el convencimiento de dejar de chuparse el dedo, volverá a hacerlo a pesar de haber usado ortodoncia». Por eso hablar del problema, ver fotografías sobre los daños que puede generar y apoyar incondicionalmente al niño para superarlo es fundamental.