Si alguna vez ha habido un coche que nunca pasa desapercibido, cuyas líneas lo hacen absolutamente inconfundible y que representa el paradigma del superdeportivo de lujo, este es un Ferrari. Y el Portofino podría ser, hoy, ese Ferrari.
En la marca de Maranello ha habido modelos que han jalonado su historia, rompiendo en algún aspecto con los estándares a los que aquella nos tenía acostumbrados. Esto sucedió con el California, el primer deportivo convertible con techo retráctil. Puede que los “ferraristas” de toda la vida no lo vieran con buenos ojos, pero fue una sagaz maniobra para acercar los Ferrari a clientes que hasta entonces creían que no eran coches de fácil conducción (lo que no implica que el California no sea un verdadero deportivo). Sin duda, acertaron, pues este modelo llegó a ser el más vendido de la gama mientras estuvo vigente.
Ferrari lo ha vuelto a hacer con el Portofino: de nuevo un convertible, de líneas imponentes a la par que elegantes, con un techo duro retráctil que se repliega. Con tal agilidad que en 14 segundos permite transformar las fulgurantes prestaciones del deportivo en la situación perfecta para gozar de la brisa y del sol al volante, sin prisa pero sin pausa. De hecho, cuando uno observa el intrincado proceso de plegado del techo (maniobra que puede realizarse incluso circulando como máximo a 40 km/h), uno de los más sofisticados del mercado, se da cuenta del tiempo que habrá llevado dar con un mecanismo tan perfecto.
El pequeño puerto pesquero y las casas de vivos colores de Portofino han sido inspiración para que uno de los colores, el Special, recibiera justamente el nombre de Rosso Portofino, de entre otros 27 que contiene la carta de colores. Como decíamos, astuto golpe maestro de la marca del “cavallino rampante”, que hace sus codiciados automóviles más accesibles a un público que quizás no se siente tan tentado como para tener un F430, un 458 o un 488, pero sí se ve al volante de uno de los convertibles más bellos y versátiles del mundo.
En el diseño ha sido determinante el “savoir faire” de Flavio Manzoni, que desde el Ferrari Design Center, ha echado mano de una solución inhabitual en una unidad con techo rígido retráctil y lo ha configurado en dos volúmenes “fast-back”, logrando con ello una línea elegante que mantiene intacta toda su deportividad.
De delante hacia atrás, en el frontal encontramos tecnología LED en unos faros angulosos que aportan personalidad al diseño y originalidad gracias a las entradas de aire en sendos lados exteriores. Estas soluciones aerodinámicas se completan con dos amplias entradas laterales en el parachoques, y el conjunto se realza con una nueva parrilla de lamas horizontales cromadas.
Para garantizar una penetración perfecta del vehículo a través de la masa de aire, el Portofino incorpora en sus laterales, y justo por detrás del eje delantero, unas aletas (Side Air Vent) que canalizan el flujo de aire hacia la parte superior de la puerta. Que a su vez remonta la parte superior de la aleta del tren trasero garantizando así un mayor coeficiente aerodinámico.
Por último, en la parte posterior, el portón del maletero acoge dos pilotos circulares, y por debajo un paragolpes con cuatro salidas de escape y un difusor central que canaliza el aire que circula por debajo del coche hasta la parte trasera.
El Portofino no decepcionará a quienes esperen de él el alma de Ferrari bajo el capó. El motor es un bloque V8 de 3,9 litros biturbo de 600 CV de potencia a 7.500 rpm, con un par motor de 760 Nm entre las 3.000 y 5.200 rpm. No solo es más potente que el anterior California T (del que procede su motor) o el 458 Italia, sino que además incorpora todos aquellos avances tecnológicos que ya se integran en otros modelos como el 812 Superfast o el GTC 4Lusso.
Modelos que también hemos tenido ocasión de probar gracias a la cortesía del Concesionario Oficial Ferrari-Maserati, Cars Gallery que pertenece a la red de concesionarios Quadis. Con esta dotación y gracias a su efectivo sistema Launch Control, sientes cómo te pegas al asiento acelerando de de 0 a 100 km/h en solo 3,5 segundos, o de 0 a 200 km/h en 10,8 segundos, para alcanzar con gran facilidad los 320 km/h.
Ya dentro del Portofino, el cockpit resulta algo estrecho pero innegablemente acogedor, distinguiéndose con esto de otros modelos de la marca. Para los asientos se ha optado por una estructura de magnesio que ha permitido aligerarlos en un 20% y hacerlos más delgados, con lo que se gana en mayor espacio para conductor y copiloto. Además, cuentan con múltiples reglajes eléctricos que facilitan encontrar la postura cómoda e idónea para conducir.
En las plazas traseras, Ferrari asevera que un 30% de sus clientes las utilizarán incluso para llevar a sus hijos pequeños. Son más holgadas que las del California, pero no están hechas para acoger a un adulto. Respecto al maletero, cuando el techo rígido no está replegado, llega a ofrecer 292 litros de capacidad, algo nada desdeñable para un automóvil configurado como motor delantero y 2+2 plazas.
En el espíritu Ferrari de pilotar más que de conducir, el salpicadero y los mandos se concentran en el espacio del conductor para facilitarle la vida al volante, si bien de un tiempo a esta parte, algunos modelos incluyen un pequeño display TFT de 8,8” en la parte del acompañante. Donde este puede ver proyectados algunos datos como la velocidad o el modo de conducción seleccionado mediante el “manettino”, y así sentir más de cerca la experiencia de pilotar un Ferrari.
El cuadro de mandos aloja, como en un guiño vintage, un bonito y claro cuentarrevoluciones analógico. A ambos lados muestra dos pantallas de 5,5” que permiten controlar, dependiendo del modo de conducción seleccionado mediante el “manettino”, diversos datos dinámicos de conducción, como por ejemplo la presión del turbo.
Justo bajo las salidas de climatización, se halla la consola central dotada de una pantalla táctil de 10,25”. El sistema de navegación y entretenimiento (Infotaiment) es muy intuitivo y fácil de manejar, y la representación de los grafismos es muy visual, de las mejores del mercado. Finalmente, por debajo de los mandos del climatizador, se han dispuestos en vertical el botón para activar la marcha atrás, el botón para cambiar a modo automático, el que conecta el Launch Control, y el del sistema de apertura del techo retráctil.
El Ferrari como expresión de su deportividad no admite ambages en la parte motriz. Se ha dotado al Portofino de una caja de cambios de doble embrague y siete velocidades que es un portento, en especial en su modo manual: los cambios son instantáneos y muy precisos. Y, además, para llevar al límite la mecánica, una barra de leds indica cuándo el régimen de giro del motor llega a su máximo, y así poder cambiar a una marcha superior a voluntad. Esta solución inspirada en la Fórmula 1, Ferrari la incorpora desde hace años a sus modelos. Por su parte, el famoso “manettino” situado en el volante, ofrece tres ajustes: Comfort, Sport yESC Off.
Asimismo, para facilitar el dominio de semejante mecánica, Ferrari ha echado mano de las más recientes innovaciones tecnológicas, como es el caso del diferencial trasero electrónico E-Diff III, el mismo que encontramos en el 812 Superfast y que, como su nombre indica, está ya en su tercera generación. Este revolucionario mecanismo se aúna al control de tracción F1-Trac para obtener una respuesta dinámica que roza los límites de la física.
En cuanto a estabilidad, con el fin de asegurar que el confort no sea la antítesis del carácter deportivo del Portofino, el sistema de amortiguación magnética (SCM-E) garantiza que, en carreteras con firme irregular, previa selección del modo Bumpy Rad con el “manettino”, podamos disfrutar a fondo del poderío del motor sin percibir balanceos en la carrocería. Incluso cuando tenemos activado el modo Sport o ESC Off.
Ahora bien, con el mencionado modo ESC Off, al desconectarse el sistema SSC2 que controla el deslizamiento lateral del vehículo, el diferencial trasero parece más elástico y las reacciones de este Ferrari se hacen más bruscas, sintiendo cómo la parte posterior invita a jalearlo a fondo en la salida de las curvas.
Y para que esta maravilla permanezca perfectamente agarrada al asfalto, el Portofino calza llantas de 20”, dotadas de neumáticos Pirelli P Zero 245/25/20 para el tren delantero y 285/35/20 para el trasero, y en la parte de frenado, va equipado con unos tremendamente efectivos discos carbocerámicos con pinzas de 6 pistones en el tren delantero y de 4 en el trasero.
Por poner algún pero, y siendo esto una apreciación muy personal, a nosotros no nos ha convencido del todo el sistema de dirección asistida eléctrica EPS, pues en cualquiera de los tres modos de conducción posibles, la dureza del manejo del volante parece la misma, y, ciertamente, a altas velocidades un volante más rígido en sus movimientos se agradecería.
Donde el Portofino despliega todo su “charme” es cuando lo conducimos sin la capota. Además de disfrutar de una sensación de libertad y contacto con el exterior casi imposible de concebir si no es con un convertible, lo que realmente es una delicia es ir acompañado del musical rugido del motor V8. No en vano, y dado que otro de los mitos de Ferrari es el sonido de sus motores, la marca de Maranello ha estrenado un nuevo sistema de escape y de válvulas de escape que es capaz de acentuar el sonido del motor en conducción deportiva y sin embargo reducirlo en circulación por autopista, por ejemplo, lo que se agradece en trayectos largos.
A modo de colofón, debemos decir que, en una ocasión en que lo probamos por primera vez, sentimos que el Portofino quizá no llegaba a la altura del Ferrari California T, por ejemplo. Sin embargo, ahora que en nuestra prueba hemos podido rodar con él muchos más kilómetros, a pesar de que no tienes las mismas sensaciones que en un 488 Spider, no cabe duda de que la impronta del “cavallino rampante” está en el ADN de este coche. El Portofino es un Ferrari con todas las de la ley.
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