La ciudad que nunca duerme es, además de Nueva York, Madrid. Es muy posible que no te hayas fijado nunca en un edificio emblemático que ocupa la esquina que une la inconfundible calle de la Montera y el cruce con Gran Vía. Camino a la Plaza del Sol, bajando por esa transitada y popular calle, hay un hotel con exactamente cien años de antigüedad. Un lugar ideal para aquel cliente que busca ubicación, categoría y marca.
Con la incorporación del Hotel Montera la cadena Hilton suma ya seis en esta ciudad bajo seis de sus marcas más distintivas. Este es su Curio Collection, sello que ofrece alojamientos únicos en enclaves singulares, como este edificio del siglo pasado.
Hablamos de un hotel de lujo -cinco estrellas- que junto a otros espacios hoteleros y gastronómicos de la zona, es el reflejo inequívoco de la energía y del alma cosmopolita de la nueva Milla de Oro situada en pleno corazón de Madrid.
Pero hablemos del hotel, porque es de todo menos convencional. Para empezar, su lobby se ubica en la 9ª planta del edificio. En segundo lugar, el alojamiento allí es sorprendente por ser una especie de museo donde el arte y lo taurino son el tema central.
El edificio histórico estilo neoclásico, construido en 1924 y cuidadosamente restaurado, fue el antiguo Metropol. Su elegancia está reflejada en todas sus estancias desde una óptica atemporal, dinámica y desenfadada.
Al tratarse de un edificio protegido, el Hotel Montera ha mantenido elementos originales como la fachada, el zaguán de la entrada, la escalera y el patio central. En el resto de las zonas se hizo una remodelación total que permitió optimizar el número de habitaciones, dotándolas de unas dimensiones perfectas para un hotel de estas características.
La memoria lo es todo. Y este hotel, ubicado en una de las intersecciones más preciadas de la capital, conserva el secreto de lo que un día fue. Como decíamos, el edificio está lleno de obras de arte que refuerzan su carácter taurino. Ese que, de forma contundente, ha sido hilo conductor y de conexión entre los diferentes estilos.
Cada una de sus 93 habitaciones (ocho de ellas exclusivas suites) ha sido restaurada atentamente por Lázaro Rosa-Violán. Un interiorista que fue elegido para dar forma a un concepto desarrollando una estética atemporal.
Podríamos decir que como diseñador reivindica el espíritu madrileño y a la vez recoge la herencia de la finca original. Tanto es así que cuando recorres el hotel entiendes el porqué de todos los estímulos visuales.
Hay un autor estadounidense enamorado de España que dijo: «El vino es la cosa más civilizada del mundo». No era otro que Hemingway, que lo habría idolatrado por su temática torera. El hotel, claramente influenciado por su nombre, la Montera (el sombrero de los toreros), ha tomado como inspiración este objeto artesanal cuyas referencias se encuentran en todas partes.
Destaca la presencia del galán de noche rematado con una montera, un elemento singular que da a la habitación un toque sofisticado e icónico. También está en las obras de arte de los pasillos y las zonas públicas, en los tiradores de las puertas, en los adornos de los cabeceros de las camas, en los uniformes y en el diseño gráfico de la marca.
El interiorismo de este hotel multicultural, cercano y castizo que ha sobrevivido al tiempo está diseñado a partir de un estilo contemporáneo. Cuenta además con una gran variedad de piezas únicas procedentes de anticuarios y con mucha historia detrás. El espacio juega así con los contrastes. Todo en él son guiños modernizados de un antiguo estilo decorativo muy español.
En cuanto a los materiales, encontramos mármol de cantera, artesanía en cristal, cerámicas y metales nobles de tradición local. No obstante, son las obras de arte en las habitaciones y en los pasillos las que cuentan historias. Esas a las que se suman las vidas de las gentes que pasan por allí.
Los espacios públicos del hotel invitan al encuentro y a la vida social pero a medida que nos adentramos en la zona de habitaciones, el ambiente se vuelve más calmado y oscuro transmitiendo esa sensación de refugio que se agradece viniendo del bullicio de la Gran Vía. Desde los ventanales de las habitaciones se ve pasar lo cotidiano desde el cobijo. Cientos de personas chocan en esta esquina de la capital, cuyas vidas anónimas corren aquí y allá.
Un elemento clave en este proyecto es la obra gráfica, muy presente en La Braserí donde se puede apreciar la historia de la Movida madrileña. El restaurante ofrece una experiencia culinaria castiza con acentos del mundo con una propuesta informal que recuerda las Braseries francesas, con toques neoyorquinos, pero sin olvidar la parte más madrileña.
En el zaguán de entrada se admiran algunos cuadros de inspiración picassiana con motivos artísticos sobre la tauromaquia. En las circulaciones del hotel, la cartelería adopta la influencia del grafiti en homenaje a los innumerables diseños de la calle Montera.
En la planta número 10 se encuentra la coctelería del hotel. Un rooftop panorámico que viene de la mano de El Cielo de Chicote en dos terrazas exteriores con vistas privilegiadas de la Gran Vía. Una propuesta que invita no solo a turistas sino también a aquellos que busquen un pretexto para bajar hasta el downtown.
Ascendiendo desde la planta baja hasta el décimo piso se puede ver, a través de los ventanales panorámicos del ascensor principal, un lienzo de 40 metros de altura. Este representa personajes y escenas identificadas de Madrid, pintadas en el característico estilo del artista madrileño Miguel Caravaca. Ya desde las alturas, con las mejores vistas panorámicas, sientes el honor de visualizar una de las esquinas míticas e inconfundibles con sus diferentes puntos de fuga.
El director, Íñigo Sánchez-Crespo (quien obtuvo el Premio a Joven Director de Hotel 2014 – Consejo Regulador D.O. La Mancha) ha estado presente en los cinco años de remodelación en cada etapa y detalle del proceso de rehabilitación y diseño que ha sido concebido desde una perspectiva sostenible.
Nos despedimos desde el décimo piso de un hotel difícil de categorizar, castizo y cosmopolita a la vez. Este hotel madrileño y “con mucho arte” tiene todos los ingredientes para ser perfecto. Este minimundo, uno de los favoritos en la capital, es elegido por muchos y cuenta ya con una considerable legión de seguidores. Madrid es adictiva. No importa de dónde vengas, que te engancha. La hospitalidad de la cadena Hilton siempre a la altura, y aquí tocando el cielo.
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