Al entrar en el hotel me pregunté si podía un edificio ser inmortal. Entrar en Palacio Vallier fue como detener el tiempo. Allí había que pensar históricamente, ese era un requisito imprescindible para entender que estaba ante un edificio hecho de trozos fragmentados de historia congelada. Y es cierto, para entender Palacio Vallier hay que mirar en perspectiva. Su poso histórico está latente en cada milímetro del edificio acompañado de un potencial semántico desbordante.
No es sencillo hablar de este ecléctico y sofisticado hotel por su propia estética que conmueve. Obviamente hay elementos comunes a otros hoteles pero este, os aseguro, no es un hotel cualquiera. Una experiencia en el hotel Palacio Vallier nos va a permitir viajar al siglo XIX gracias a su carácter hedonista totalmente excepcional e incomparable.
Se respira el lujo en sus 31 habitaciones y es el buque insignia de la compañía hotelera valenciana MYR. Se trata de un edificio modernista construido en 1883 e integrado en el área de protección en la declaración de Bien de Interés Cultural del Palau de la Generalitat.
El edificio tuvo diferentes usos, debido en gran medida, a su excelente ubicación. Pasando de ser casa particular a edificio institucional, y así fue rodando por distintas manos haciendo de este edificio, con ciento treinta años de historia, un codiciado objeto de deseo. Finalmente MyR logra la concesión para convertirlo en un hotel de lujo abriendo sus puertas en 2019.
En sus orígenes fue la Baylía general, una casa que albergaba al Bayle o responsable de la administración de las finanzas de la casa real, y el archivo del Real Patrimonio. En 1878 la casa acabó en manos de un rico hacendado, Francisco Royo; que en 1883 pidió al arquitecto Salvador Monmeneu que le diseñara su nuevo domicilio particular.
Anteriormente fue sede del Tribunal Supremo durante la Guerra Civil, y en los años setenta, fue sede de la Casa Americana. Tras la guerra civil el edificio fue incautado y acabó siendo sede judicial del Tribunal Supremo de la IIª República. Posteriormente la Casa Vallier acogió oficinas y despachos de la Diputación valenciana.
Edificio modernista semipalaciego de carácter residencial burgués convertido en hotel de lujo, eso es. La reconstrucción y rehabilitación fue encargada al estudio de arquitectura e interiorismo Janfri&Ranchal. Este supo entender y mantener elementos originales del siglo XIX con estética contemporánea basándose en el Art Decó valenciano.
La premisa era respetar al máximo los elementos originales de la construcción decimonónica reformando la totalidad de las estancias. Todo con el objetivo de recrear la atmósfera original del inmueble modernista, acompañado de la cerámica de Lladró. Conservación meticulosa de techos, escalera y suelos de la época que se encontraban en un buen estado de conservación. La inversión del grupo hotelero ascendió a 14,6 millones de euros.
Importante remarcar que se trata de un hotel ubicado en un marco histórico de relevancia, la Plaza Manises; un enclave único en Valencia, junto al Palacio de Fuentehermosa (sede del Palau de la Generalitat) edificio de estilo gótico valenciano e intervenciones renacentistas del S. XV.
Los arquitectos hicieron un auténtico trabajo de orfebrería del que salieron 28 habitaciones diferentes, una junior suite y dos suites presidenciales: la Presidencial y la Lladró, ambas conservan la bañera de mármol del S. XIX que ya estaban en la casa, una verdadera joya que se pudo conservar y trasladar a las habitaciones con más personalidad del edificio.
La suite más especial del hotel, la Suite Lladró, fue un antiguo salón de baile del Palacio respetando el escenario barroco de paredes enteladas, rosetones, molduras y un techo de escayola originales con artesonados barrocos restaurados en colaboración con un taller especializado en escayola histórica.
El nombre le viene dado por la famosa casa de porcelana valenciana Lladró (porcelana española artística reconocida a nivel internacional), que selecciona piezas de su colección expresamente para decorar este espacio cuya decoración, tallas y relieves originales. La singularidad de sus habitaciones como una escenografía digna de ser disfrutada.
Entre las paredes de este palacete del siglo XIX se descubrieron, en su última reforma, los restos de una perfumería de época romana. Hablamos del Restaurante La Perfumería ubicado en el ala derecha de la planta baja. Debe su nombre a los restos encontrados por sorpresa en el subsuelo durante las obras del hotel de una tienda de perfumes romana del siglo III similar a las que hay en las ruinas de Pompeya.
El restaurante está decorado con restos de pinturas murales y fragmentos de las botellitas de vidrio que se utilizaban para enfrascar los perfumes que allí se fabricaban y que la reforma ha salvado del olvido.
En la misma planta baja, pero en el ala izquierda, la Lladró Lounge Bar coctelería inspirada en la atmósfera de sus homólogas americanas de los años 30. Este se ha convertido en poco tiempo en un referente de la alta coctelería de la ciudad donde disfrutar de una amplia carta de cócteles diseñada por Esther Medina Cuesta (responsable de coctelería del grupo hotelero).
Un espacio que acoge las últimas novedades de la cerámica de Lladró con una decoración muy personalizada. Como por ejemplo los apliques de nightbloom del diseñador Marcel Wanders amenizados por un equipo profesional de bartenders y buena música.
Y desde la azotea del hotel una agradable terraza permite disfrutar de vistas a campanarios, cúpulas como los de la la Catedral de Valencia y el Palacio de la Generalitat. Podemos imaginar a la alta burguesía local de finales del XIX y principios del XX pasear por la plaza de Manises sin saber que algunos años después aquel edificio histórico se convertiría en un hotel de lujo.
El interés principal recae en el impresionante patrimonio que se esconde entre sus paredes. Estamos inmersos en un mundo lleno de cientos de detalles y objetos valiosos que recorren este hotel-museo. Figuras de porcelana con una decoración barroca que se fusiona con detalles inspirados en el movimiento artístico del Art decó.
Detalles como por ejemplo la escalera del hotel que alberga la lámpara Niágara de porcelana hecha a mano de 17 metros de largo con Ninfas con fibra led 100% customizable de la casa Chandelier, colección “Belle de nuit”. Es una de las chandeliere más largas del mundo.
Panteras Origami que se basan en la ancestral técnica japonesa donde cualquier forma imaginable se puede llevar a cabo. Fierce Portraits, máscaras africanas que intentan atrapar a los espíritus de los animales para atraer protección, hechas en porcelana y lustre de oro de 24 quilates.
El hotel ofrece de forma exclusiva amenities de la famosa firma Guerlain. Sólo cinco hoteles en España pueden trabajar con la exclusiva marca de cosméticos Guerlain, y por supuesto Palacio Vallier es uno de ellos.
Una mezcla de historia, diseño y confortabilidad recorren los espacios con materiales nobles y muebles antiguos. Estos recurren a la reconstrucción manual con talleres de la zona para definir el estilo señorial y original del edificio. Garantizando el confort y la sofisticación de una manera sobria y distinguida.
Es difícil resumir Palacio Vallier, su inherente carácter histórico ha sabido sobrevivir al tiempo como un espléndido ejemplo de rehabilitación con una estética barroca bien entendida, fusión de lo recuperado con lo actual.
Cualquier lectura que hagamos de este maravilloso hotel sería posible en clave de patrimonio histórico y donde no es cuestión de ver sino de mirar. Aquí el pasado está a salvo. Ahora sólo resta refugiarnos en este hotel, de gozo y belleza, y entenderlo en toda su complejidad.
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