Las camareras voladoras

Es tal el refinamiento vivido esta pasada noche de marzo en el hotel Mandarin Oriental Barcelona que cualquier siseo pudo quebrar sin quererlo el concepto sublime del silencio y la fragilidad comensal.

Fernando Gallardo. 10/07/2018

Al final de una cena exquisita y solo en el momento de servir los postres, a una de las camareras le tembló el pulso e hizo gorgotear el agua mientras servía el vaso. «Diablos, ¿qué ha sucedido?», enseguida, quienes estábamos en el restaurante, nos enteramos.

La desdicha ocurrida aquella noche en Barcelona parecía no tener perdón. Se había producido una ruptura fatal en la cadencia armónica del servicio, un descuido imperdonable en la quietud del comedor, por culpa seguramente de un paso anticipado o de un gesto retrasado. El ambiente, de repente, rompió su estro zen. Como un navajazo, todas las miradas confluyeron hacia aquel vaso de agua en cuyo regazo se había percibido un leve, pero ostensible, gorgoteo.

Cuando se habla de lujo asiático estos refinamientos han de ser tenidos muy en cuenta

La camarera, avergonzada, se disculpó con una sonrisa amable de que le hubiera sonado el agua en su servicio y, además, una gota se eyectara sobre el mantel mojándolo en un puntito ámbar. «No pasa nada, es solo una gota de agua», le susurré mientras intentaba secarla con la yema de mi dedo índice. Pero el mal ya estaba hecho. La paz celestial de aquel lugar se turbó al restallar en el aire envolvente de la mesa un «¡glup!» seguido de un «¡clap!»

Es tal el refinamiento vivido esta pasada noche de marzo en el hotel Mandarin Oriental Barcelona que cualquier siseo pudo quebrar sin quererlo el concepto sublime del silencio y la fragilidad comensal. Seguramente el lector yace atónito por la importancia que le estoy concediendo a semejante nimiedad. «Qué tontería», pensará. Negar una liturgia de servicio como la que se brinda en el restaurante Moments por culpa de un chasquido de agua en el vaso y una gota salpicada en el mantel… ¡Qué estupidez la del crítico de hoteles!

Emociones evanescentes en todos los hoteles de la cadena Mandarin Oriental

Sin embargo, cuando se habla de lujo asiático estos refinamientos han de ser tenidos muy en cuenta. El baile de los camareros en la sala, la delicadeza en el habla, la finura de sus gestos, el escorzo de los cuerpos en grácil actitud, la simpatía de sus actos, la sapiencia de sus evoluciones entre la cocina y la mesa… Toda esta liturgia, como otras muchas liturgias que se celebran cada minuto en los espacios de este hotel, encuentran una razón de ser en la exquisitez como concepto supremo del lujo.

Una delicatessen cuya expresión audiovisual me ha llegado al alma en Barcelona, como también me afectaron a los tuétanos en Bangkok, Tokio, Hong Kong, Shanghai o Singapur. Me refiero al vídeo promocional de la cadena Mandarin Oriental que expresa a través de sus paisajes visuales oníricos, transgresores, divertidos y sensoriales el valor emocional de una marca quintaesencia del lujo asiático.

Lo publico aquí dado que es una gozada para la retina y porque a través de sus secuencias podemos aproximarnos mucho más convincentemente a la idea del hotel experiencial de la que tanto solemos hablar aquí. Yo quisiera ser un principito saintexuperiano y encontrarme algún día en otros hoteles fuera de Asia a un camarero que se tira a la piscina, un luchador de sumo sumergido en un onsen, un nadador sobre un lecho de manzanas, un peluquero de la vieja escuela barbera, un dragón en la selva, un astronauta detrás de los cristales, unos senescales que vuelan… y cruzarme en los pasillos con Gong Li.

Emociones evanescentes en todos los hoteles de la cadena Mandarin Oriental sobre las que se han inspirado las imágenes de este corto promocional, al decir de algunos evanescentes en opio y propias de una cohorte oriental de fumados. Pero indiscutiblemente sedantes, si no puramente espirituales. Paisajes y secuencias inspirados en películas de ambiente oriental como Las dagas voladoras, El paciente inglés, El último emperador o Ran. Porque ser exquisito es la inexcusable condición de ser cultivado.

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