No exagero si os digo que el hotel Orfila merece un viaje a la capital. Si hablamos de tendencias y modos de hacer, en alta hotelería hay una jerarquía. Y en lo más alto del escalafón están los Relais & Châteaux, en el que se agrupan los hoteles y restaurantes más prestigiosos del mundo. A este exclusivo grupo pertenece Orfila, siendo el único de Madrid.
Lo clásico y lo moderno comparten siempre una frontera confusa. Lo moderno aquí reivindica mantener sus raíces en lo clásico, en busca de un delicado fondo de austeridad. Y lo clásico, en ocasiones, se atreve con lo moderno aunque con mesura y equilibrio. Dos términos tan diversos y contradictorios que siempre han vivido un “enfrentamiento” sin cuartel y que en Orfila se complementan con la mayor naturalidad.
Desconocer los entresijos de la historia de un lugar puede hacernos perder valiosa información sobre él. Por ello remarco que este no es solo un hotel de lujo cinco estrellas. Diría que hay que acercarse a lo que fue en el pasado, conjugando a la perfección la funcionalidad con el encanto.
Orfila Relais & Châteaux fue la mansión aristocrática de una familia de la alta burguesía madrileña. Esta construyó en 1886 un palacete, que durante los primeros años del siglo XX logró mantener su vinculación con el mundo de la cultura. De hecho albergó numerosas representaciones artísticas en el espacio que ahora ocupa la terraza.
Lógicamente, su conversión en hotel requirió la profunda rehabilitación del edificio. Este se modernizó completamente buscando una reinterpretación de la estructura decimonónica y conservando la fachada (que era la entrada de carruajes), así como el zaguán y la escalera principal de la mansión original.
En 1999 el palacete se transformó en hotel respetando el aire señorial con el ‘savoir faire’ de antaño. Y al tiempo, fue dotado de todas las comodidades propias de un establecimiento de lujo.
La pandemia, que tan duramente afectó al sector hotelero, obligó a cerrar provisionalmente el hotel. Así que sus responsables aprovecharon el impass obligado para someterlo a una reforma integral. Ahora, un paseo por el barrio en medio del frenético ritmo de la capital (a apenas 100 metros de Plaza Colón y Alonso Martínez) hace que valoremos más la tranquilidad de hospedarnos en un hotel de estas características. Uno que devuelve la vida a la secreta calle Orfila, en el exclusivo barrio de Chamberí.
Las 32 habitaciones (12 de ellas suites) están diseñadas con un gusto innegable por el interiorista Lorenzo Castillo. Él ha logrado armonizar el clasicismo con espacios acogedores y atemporales, con el convencimiento de haber llegado a una exitosa combinación de lujo clásico y comodidades del siglo XXI.
Me llama la atención la cuidada estética y el respeto con el que ha abordado este proyecto su diseñador, quien al final no deja de ser alguien que te cuenta la historia del edificio en clave subjetiva. Lorenzo Castillo quiso recoger la antorcha de su antecesor, Jaime Fierro, heredando el concepto con el que el edificio fue concebido como punto de partida de inspiración y elegancia.
También se dedica especial atención a los estilos y formas en este deslumbrante palacete. Estas muestran la diversidad de piezas de arte únicas luciendo una imagen fresca, con un brillante toque contemporáneo. Repartidas por sus salones y habitaciones descubrimos las obras de arte que el hotel atesora. Además de muebles de época procedentes de distintos países de Europa, telas estampadas, terciopelos y papeles de pared ingleses de la firma Gastón y Daniela, que aportan calidez. Pero también pasamanería y suelos de mármol policromado, bronce, maderas nobles, mullidas moquetas… La sutileza de matices lo llena todo.
En el caso de las 12 suites de lujo, se ha subrayado un carácter menos cauteloso y visiblemente más dramático. En ellas hay damascos grises y cortinas en color oro envejecido, prueba de la habilidad del diseñador.
Fundamental, cuando uno se hospeda en un buen hotel, es poner especial atención al ocio cultural y gastronómico del mismo. En Orfila está en manos del chef Mario Sandoval y su personal e intransferible cocina con dos estrellas Michelin.
El restaurante «El Jardín de Orfila« resulta un verdadero oasis de paz en medio de la ciudad donde disfrutar de una deliciosa cocina internacional junto a una esmerada selección de los mejores vinos.
Orfila Relais & Châteaux es símbolo de los nuevos tiempos en cuanto a alta hotelería se refiere. Los huéspedes pueden viajan a través de dos siglos para desembarcar en las habitaciones que recobran vida y seducen al huésped desde la más rigurosa coherencia. Aquellos lectores que quieran sumergirse en esta impresionante experiencia, están a tiempo de visitar su belleza y su calidad.
Orfila sorprende y cautiva a aquellos acostumbrados a las tradiciones enraizadas en su justa medida. A lo largo del tiempo el hotel ha sabido mantener una voz clara y ajustarse a los tiempos modernos. Con esa fuerza simbólica que lo caracteriza ha logrado condensar el refinamiento del gusto y una singularidad indudables. Clasicismo en un contexto cosmopolita de Madrid como una vuelta al pasado.
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