Llegadas estas fechas nada me puede gustar más que enlazar historias románticas que hablen de sensaciones, emociones y tradición. Si además nos sirven para brindar por un nuevo año, mucho mejor. Así que hoy nos remontamos a los siglos XVIII y XIX cuando el mejor vino del mundo se reconocía de Alicante. No lo digo yo, lo decía el Duque de Saint-Simon, biógrafo del Rey Sol quien afirmaba que solo con Fondillón Louis XIV aceptaba tomar sus medicinas. Más aún, escribió que antes de expirar, el primer día de septiembre de 1715 en su palacio de Versalles, pidió dos bizcochos y una copa de Fondillón para tomarlos bien mojaditos en el caldo singular.
Ya en el siglo XIX era el vino más caro del mundo y en Alicante se bromeaba con la posibilidad de cambiar una casa por una barrica de Fondillón. Aquel elixir se guardaba de generación en generación y tan especial era, que la tradición mandaba tomarlo solo en Navidad junto a dulces y turrones. En la literatura siempre estuvo asociado a palacio y sobre él escribieron Shakespeare, Dostoyevski, Defoe, Azorín o Alejandro Dumas en El Conde de Montecristo.
El vino Fondillón toma su nombre de “fondo”, el fondo o posos de los fudres monoveros que dotaban de un carácter especial a los vinos que en ellos reposaban. Se elabora exclusivamente en cepas viejas alicantinas de uva Monastrell. Pero las que hacen de este vino algo tan único y especial son principalmente dos exigencias.
La primera es que tiene que estar al menos diez años en toneles de roble centenarios; y la segunda es que no se fortifica añadiendo alcohol, sino que su alta graduación (llega a los 23º) se obtiene gracias a la sobre maduración de las uvas en la propia cepa. Además, para su elaboración solo se escogen las mejores añadas y se utilizan uvas semi pasificadas y vendimiadas en noviembre.
La Denominación de Origen, una de las pocas Reales, exige además que para su fermentación solo se usen levaduras (lías) autóctonas y su grado de alcohol mínimo sea de 16º. Fue precisamente su alta graduación alcohólica natural la que hizo de él un vino perfecto para largas travesías en barco y el Fondillón, no solo dio la vuelta al mundo con Juan Sebastián Elcano y Magallanes, sino que llegó a las monarquías del mundo entero.
Durante la Generación del 98´ tuvo su repercusión literata gracias a Azorín, hijo de Monóvar, quien, sin olvidar su origen alicantino, se empeñó en alabar y dar a conocer uno de los grandes placeres de su tierra natal. Así escribió del Fondillón: “Vino centenario, su sabor es dulce, sin empalago; por su densidad empaña el cristal; huele a vieja madera de caoba”.
Rafael Poveda, enólogo de Bodegas Monóvar nos recordó también lo que solía contar a sus amigos: “En la bodega de Monóvar guardábamos celosamente un tonel de Fondillón; cada año le sacábamos un cántaro que reponíamos con otro nuevo. En cierta ocasión le envié a Don Antonio Maura al Congreso unas botellas bien lacradas”.
¿Qué pasó para que tras cinco siglos de tradición alicantina se rompiera el hilo a tan especial producto? Según contó Rafael Poveda, fue la filoxera primero y las guerras Carlistas y Civil española, los factores clave para comprender el abandono de los viñedos y la elaboración de un vino que requería tantos años de inmovilizado.
En la década de los cincuenta, fue el enólogo Salvador Poveda quien reparó en el peligro de perder para siempre el tonel de Alicante y, por ende, el Fondillón. Su empeño en que esto no sucediera le llevó a adquirir todos los toneles que aún quedaban en Monóvar y cercanías. Comenzó a elaborar su propio Fondillón que sumó a las soleras de su padre y abuelo.
Tal y como marcan las exigencias de los mejores fondillones, Salvador Poveda tuvo que esperar hasta 1976 para embotellar su cosecha de 1959, y el “vino de reyes” recuperó su nombre cuando durante un almuerzo en Alicante, el propio Juan Carlos I hizo llamar a su mesa al enólogo para que le explicara el origen de aquel caldo misterioso.
Sus hijos y nietos han continuado elaborando Fondillón y con la integración de sus soleras en 2015 al Grupo MGWines se abre un nuevo mundo de crianza y esplendor para este vino centenario.
En el año 2008 se descubrió un pecio inglés en el Delta del Ebro en cuyas bodegas llevaba una botella de Fondillón envasado en estilo “Tortuga”. Ahora MGWines Group embotella el Vino Real del mismo modo, rosca a son de mar, que se utilizaba en navegación por su perfecto equilibrio. En la actualidad tienen tres categorías de Fondillón.
El vino resulta soberbio, con un intenso aroma de evolución oxidativa y alcohol perfectamente integrado. Concentrado de roble viejo, meloso, avocado, puro caramelo que podrán probar los más exigentes amantes del Fondillón a 800 euros la botella. Un vino que cayó en el olvido y que vuelve a ponerse en valor como si el tiempo no hubiera pasado.
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