BucketFeet: Pisar con Arte

Cuando te las calzas unas BucketFeet nunca sabes si el arte se ha hecho moda o la moda arte.

Luis Jiménez. 23/03/2015
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BucketFeet, NYC 2015

Las zapatillas, deportivas, bambas… se han convertido en una parte esencial de nuestro outfit. Más allá de la comodidad que suponen, sirven como forma de expresión de nuestro carácter. Algunos hasta las customizan para desmarcarse del resto. BucketFeet va un paso más allá: cuando te las calzas nunca sabes muy bien si el arte se ha hecho moda o la moda arte.

Para muchos jóvenes estadounidenses es esencial tomarse un año sabático y recorrer el mundo, así que a nadie sorprendió que, en 2008, Raaja Nemani, un joven del Medio Oeste, comprara un billete solo de ida a Buenos Aires. Quiso el destino que Nemani tropezase allí con un artista llamado Aaron Firestein. El artista de Berkley, que había ido a Argentina a aprender español, se dedicaba a pintar zapatillas y venderlas a sus amigos. Nemani se llevó unas puestas y no se las quitó de los pies mientras visitaba los 6 continentes.

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BucketFeet store in Nolita, NYC.

Allá donde fuese Namani – ya fuese Australia, Botswana o Nepal-, sus zapatillas se convertían en el centro de toda conversación. A algunos les parecían bonitas y a otros feas, pero a todos les interesaba la historia que había detrás. Y sobre esa premisa, la de la historia detrás de unas zapatillas tan creativas como originales fundó, junto con Firestein, BucketFeet.

Hoy, el cordón de BucketFeet enlaza a más de 12.000 artistas de más de 80 países distintos, con admiradores dispuestos a pagar por su arte. Acaba de abrir tienda en el cotizado barrio de Nolita en Nueva York, y en la última ronda de inversión, recaudó 7,5 millones de dólares.

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BucketFeet shoes. Haz clic para comprar

Desde que empezaran en Chicago en 2011 con tiendas itinerantes, Nemani y Firestein, siguen siendo fieles al leit-motiv de conectar a través del calzado a artistas y anónimos. Todos los diseños van siempre acompañados de una pequeña bio del artista que los ha creado. Es una situación óptima (de win-win) en la que nadie pierde: el artista se da a conocer y obtiene un estipendio económico de BucketFeet que, a su vez, genera beneficio vendiendo el diseño. Por ‘último, el cliente, se lleva una creación original en los pies, que no solo ayuda a extender la fama del artista, sino que como la tradición marca despertará miles de conversaciones.

Ahora que los recortes se ceban con las artes, este tipo de plataformas son las que permiten a los creadores emergentes llegar de forma masiva a un público que, a priori, no hubiera estado expuesto a su obra. BucketFeet vende en más de 20 países y en este año espera añadir seis flagstores más –con Asia en el punto de mira- a las dos que ya tiene en EE.UU. Entre los inversores de esta última ronda están Yunsan, un distribuidor internacional; Gordon SEgal, fundador y ex presidente de la marca de hogar Crate&Barrel; Jeff Cantalupo, fundador de Listen Ventures y Glen tullman, CEO de Livongo Health. Con este aval no es de extrañar que Namani y Farenstein ocupen un codiciado puesto en la prestigiosa lista «30 under 30 (30 por debajo de los 30)» que elabora la revista Forbes. 

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BucketFeet 2015. Haz clic para comprar

El siguiente paso para BucketFeet es ampliar plantilla y expandir su huella en todo el mundo -sus ventas fuera de Estados Unidos suponen ya un 50%-. Además de las zapatillas, tienen en mente lanzar líneas adicionales de accesorios y calcetines con las mismas premisas.  “Estamos increíblemente satisfechos con el resultado de esta ronda de financiación, porque nos permite seguir ampliando nuestra red de artistas y potencial, y nos ofrece la oportunidad de desarrollar productos más allá del calzado deportivo”, dice Raaja Nemani. “Poner siempre por delante la historia y experiencia de los creadores es primordial para nosotros. Gracias a eso podemos ofrecer un producto realmente exclusivo”.

De momento no hay ningún artista español en sus filas, pero si alguna vez alguno da el paso, se expondría a una audiencia potencial de 24 millones de personas solo a través de las redes sociales. Caminar con arte no es sencillo, pero llevar el arte puesto en los pies debería facilitarlo bastante.

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