A partir de una edad, prácticamente todos estamos a dieta o creemos que deberíamos estarlo. Al margen de nuestra conducta alimentaria, el deseo de quitarnos esos cinco kilos de encima que sentimos que sobran en nuestro cuerpo prevalece a nivel mental, manteniendo en nosotros un eterno sentimiento de culpa por comer aquello que no “debemos”. Pero, ¿y si te decimos que de vez en cuando, saltarse la dieta es lo mejor que puedes hacer? En eso precisamente consiste la práctica del cheat meal o comida trampa. Una fórmula para poder darte pequeños homenajes y que tu dieta lleve a resultados sin tanto sufrimiento. Te contamos en qué consiste y cómo aplicar el cheat meal esta Navidad, de forma que puedas seguir adelgazando sin echarlo todo a perder, pero a la vez permitiéndote tus comidas favoritas.
Si algo caracteriza a la Navidad en nuestros días no es el espíritu religioso. Es la comida y la cantidad de celebraciones que se organizan en torno a ella. Si lo piensas, la comida cobra un papel protagonista en todas las culturas cada vez que se presenta la ocasión de festejar algo. La realidad es que a todos nos encanta comer y además nos gustan particularmente un tipo de comidas. Por ejemplo las que prepara nuestra madre, nuestra abuela o el que más cocine en casa y se sirva en las ocasiones especiales.
Si al gusto por comer se le unen la tradición y un espíritu de alegría en el que parece que hay permiso para tirar la casa por la ventana con el menú, ya tenemos garantizada la ganancia de peso. Y es que, cualquier cosa que sucede repetidamente en un mismo contexto, con la misma gente, y compartiéndose emociones colectivas, se convierte fácilmente en una tradición, también en términos de comida. Es por ello que en casi todas las casas se suele comer lo mismo todas las navidades, como una forma de llamar a la tradición y de regodearse en esa nostalgia de la Navidad y su celebración.
Según el Instuto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), los españoles engordarán de media entre tres y cinco kilos en los ágapes navideños, si no ponen ningún remedio. No ayudan ni tantas reuniones alrededor de la mesa ni todos los alimentos presentes en ella, mucho más atractivos de lo habitual, y generalmente regados de bebidas alcohólicas para acompañar el espíritu festivo-tradicional.
Todos sabemos que para adelgazar hay que privarse de algo, por más dietas milagro que vayan saliendo en el mercado. En cuestión de dietas, los milagros no existen, según dicen los nutricionistas. Pero también dicen que querer es poder con un poco de voluntad y, sobre todo, con una buena adhesión a la dieta prescrita. Esta adhesión supone seguir las normas estipuladas por el médico o el nutricionista, ya que de otro modo la dieta no va a funcionar y nunca se llegarán a los objetivos de pérdida de peso.
El gran problema es que la restricción alimentaria produce ansiedad, hecho que con frecuencia lleva a su abandono o a saltársela un día sí y otro también con atracones poco recomendables. No tener en cuenta esta variable suele estar detrás del fracaso en la mayoría de los intentos de perder peso.
Afortunadamente, los planes nutricionistas suelen tener presente esta ansiedad, que a veces llega a convertirse en toda una obsesión por la comida. Y parte de la estrategia de muchas dietas contemplan el implantar estrategias psicológicas de autocontrol y otros trucos comportamentales como es la adopción del cheat meal.
Como se traduce al español, con cheat meal se trata de adoptar una “comida trampa” de vez en cuando, habitualmente una vez a la semana. Una que nos permita saltarnos la dieta y comer aquello que verdaderamente nos apetece. Vaya por delante que esto del cheat meal es un poco como hacerle trampas al solitario. En el fondo, no estamos engañando a nadie, ni siquiera a nosotros mismos: estaremos comiendo alimentos prohibidos expresamente en la dieta. Sin embargo, a cambio de esta sobreingesta calórica puntual y regulada, recibiremos una recompensa emocional. Esa que nos motivará a seguir cuidándonos durante el resto de la semana.
Parece raro comer cosas que incluyan grasa e hidratos de carbono y a la vez estar a dieta. Aunque es una incongruencia difícil de asimilar, no debes sentirte culpable tras tu cheat meal semanal, sino celebrarlo. Este pequeño homenaje a tus platos preferidos está contemplado.
Lo importante es “comer bien” casi siempre, y que “comer mal” sea la excepción. Concretamente, los estudios que amparan los principios del cheat meal hablan de que el 80 % de las comidas deben ser sanas y congruentes con la dieta hipocalórica que tengamos que mantener. El otro 20 % pueden ser un poco más relajadas.
Psicológicamente, tu cheat meal te ayudará a sobrellevar mejor la renuncia durante la semana, pero además esta sobreingesta puntual actuará sobre tu metabolismo, favoreciendo la dieta. Lo hará gracias a la producción de leptina, una hormona involucrada en el peso corporal y en la sensación de hambre, y cuyo aumento incidirá en el aumento del metabolismo y gasto calórico. Otro efecto será el incremento de glucógeno en los músculos, pero esto no debe preocuparte si practicas deporte. Aunque habitualmente se procure limitar esas reservas para que el metabolismo tire de grasa, si entrenas, esa energía de los hidratos de carbono será el primer combustible del que disponga el organismo.
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