¡Por fin! Está pasando y ya es oficialmente verano. Es el momento de pensar en términos de vacaciones y, como quien dice, comenzar a hacer maletas o planificar lo que vamos a meter en ellas. Para muchos, este proceso ya ha comenzado hace tiempo con la “operación bikini”. Este grupo tan numeroso de personas seguramente ha vivido algunos meses de privaciones para tratar de quitarse los cinco kilos (como mínimo) que nos sobran a todos en nuestras fantasías estéticas.
Lamentablemente, y con independencia de haberlo conseguido o no, toca disfrutar del verano, y no entra en los planes de nadie seguir a dieta. Así las cosas, casi todos nos preguntamos sobre el papel del alcohol en el temido efecto rebote, por no decir claramente en nuestros michelines. ¿Hay alguna manera de consumir alcohol sin engordar más de la cuenta y echarlo todo a perder? Toma nota de cómo hacerlo a continuación.
La buena noticia es que tomar unas cañas o alegrarte el día con un llamativo cocktail o un vino con la comida no debería suponer un drama para nuestra cintura si lo hacemos con moderación. O, lo que es lo mismo, controlando el consumo de alcohol con conocimiento de causa, desde la psicología y el autocontrol. Dentro de nuestro balance etílico personal deberemos ser honestos y manejar un cierto autocontrol para no pasarnos, eso sí. Más que nada por no echar por tierra todo el esfuerzo de meses.
Se puede seguir bebiendo alcohol dentro de una dieta saludable, siguiendo estos consejos. No te lleves a engaño: el alcohol no es un nutriente y en realidad no lo necesitas para nada. Así de rotundo es Álvaro Sánchez, del centro de adelgazamiento y nutrición Medicadiet. “El cuerpo no lo necesita para realizar sus funciones vitales y por tanto, no es esencial añadirlo en la dieta. No tiene valor nutricional y sí un gran aporte energético”. El nutricionista da cifras para dejárnoslo realmente claro: “El alcohol aporta 7 kilocalorías por gramo, por contraste a las 4 de los hidratos de carbono y las proteínas, y a las 9 kilocalorías por gramo que aporta la grasa”.
No alimenta y encima engorda. Pero, a cambio, alegra y euforiza el espíritu, y por eso lleva consumiéndose desde tiempos inmemoriales. Siglos después, la mayoría de nosotros lo tenemos incorporado como un hábito social o festivo. Pues bien: salvo que uno esté inmerso en continuas bacanales, no pasa nada por tomarse una copa con amigos y en un contexto de socialización. La clave estaría en la cantidad. Desde Medicadiet nos recuerdan que “una unidad de alcohol son 10 gramos y la OMS recomienda que no se sobrepase la unidad en las mujeres y las dos unidades en los hombres”.
Muchas veces no somos conscientes de estar abusando de algún alimento o sustancia, pero nos sorprende no ser capaces de mantener a raya la curva de la felicidad al creer que estamos haciendo las cosas bien. Los nutricionistas nos aconsejan hacernos sensibles a las cantidades de consumo, que en el caso del alcohol, pasarían por contar el número de copas que nos tomamos a la semana. Pero sin trampas. ¡No vale ponérselas dobles y contarlas como una! Usa un medidor para alcanzar las medidas reales y no las que tú crees que son.
¿Bebes una copa de vino con las comidas o una cañita de vez en cuándo? Si es así, perfecto, porque es lo que se considera un consumo moderado, y “si además es de vino tinto y en un contexto de dieta mediterránea, se ha estudiado que puede ayudar a reducir la hipertensión y el riesgo cardiovascular”, añade el experto.
Tomar una copa con amigos o un vino en las comidas: sí. Beber porque uno ha tenido un mal día, o para contrarrestar un estado de ánimo: no (rotundamente). El alcohol, tomado de forma sana, jamás debe ser un medio para conseguir fines de evasión o de pérdida de control. En Magna Coaching así lo explican dentro de su programa Allow 360 grados, en el que ponen en relación los hábitos alimenticios con el autoconocimiento y haciendo uso de la inteligencia emocional: “Al incorporar el conocimiento personal al proceso de control alimentario, la persona se hace consciente de su realidad y aprende a descubrir cuándo se está autoengañando o realizando autosabotaje”, explican desde este centro.
Para mantener una dieta sana, especialmente si queremos reducir un poco el consumo, “además de conocer la cantidad que bebemos diaria o semanalmente, debemos conocer cuáles son los motivos por los que bebemos y qué sensación nos produce cuando lo hacemos”, aclara Javier González, CEO de Magna Coaching. “Saber dónde estamos y las emociones que esa situación nos producen es el primer paso para avanzar en cualquier proceso de cambio, también en la moderación alcohólica”.
En la psicología hablan de control estimular para referirse a la supervisión y modificación de las situaciones, personas o elementos que acompañan e intervienen en mantener una determinada conducta. Tendrás que vigilar cuáles son “tus campanitas de Pavlov” . Y si hace falta, dejar de frecuentar aquellos escenarios o alternar con aquellas personas que no te convienen y con las que habitualmente te pasas de la raya en lo que a copas se refiere.
¿Cuántas copas vas a tomar a la semana y en qué situaciones? ¿Cenando fuera los viernes?, ¿viendo el partido de fútbol? Procura no ponerte metas demasiado ambiciosas, para evitar la ansiedad y la temida recaída a los hábitos de siempre. “Si la bebida tiene una componente social, valorar cuándo vamos a beber, con quién lo vamos a hacer y hasta dónde queremos llegar. Así controlaremos cualquier situación en la que nos encontremos”, aconsejan desde Magna Coaching.
No bebas por beber, o al menos, sé consciente de lo que bebes, advierten desde Medicadiet. Los cócteles tienen mucho peligro porque en su mayoría contienen, además de bebidas destiladas, que son las de mayor graduación y que más engordan, un montón de azúcares que no nos aportan nada bueno.
Mejor opta por el vino y la cerveza. “Las bebidas destiladas sólo se deben consumir de forma muy esporádica”, asevera este nutricionista. Como alternativa, sugiere las bebidas fermentadas como el vino y la cerveza, que tienen menor graduación alcohólica. Por otra parte, “un consumo moderado de vino se ha asociado a la reducción de la tensión arterial por los flavonoides antioxidantes, como el resveratrol del vino tinto”.
Respecto a la cerveza, “contiene vitaminas del grupo B, sobre todo la B9 o folatos y minerales como silicio, magnesio o potasio”. Pero insiste en las cantidades: una copa de vino (que algunos científicos restringen a media copa) y máximo dos cervezas al día para que tengan un efecto positivo para la salud. Sus explicaciones son acordes con las del doctor e investigador del Hospital Clínico de Barcelona Ramón Estruch, especializado en los efectos del alcohol sobre la salud de nuestro organismo.
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