Cuando llegan las vacaciones, a todos nos apetece disfrutar. Esto implica cambiar de aires y alejarse todo lo posible de las obligaciones más cotidianas. Entre ellas está la de cocinar o hacerse cargo de la casa, tareas para las que muchas veces se cuenta con una ayuda que desaparece durante las vacaciones de verano. Como consecuencia, habitualmente tenemos que asumir ese papel que no necesariamente nos gusta, como es cocinar. Y es ahí, precisamente, cuando aparecen en el supermercado, a modo de salvación para todo el verano los alimentos ultraprocesados.
¡Son tan cómodos y fáciles de preparar! Y encima están buenos y a los niños les encantan. Aunque sabes que no es la mejor opción, la tentación es demasiado fuerte como para no caer en ella. Sin embargo, lo mejor es huir de los alimentos procesados y lo sabes. A continuación, te explicamos por qué no conviene excederse con ellos ni, por supuesto, convertirlos en una solución definitiva para el verano.
Estamos de acuerdo en que comer de forma saludable en verano, cuando las tentaciones del alcohol y de los alimentos ultraprocesados y calóricos son fuertes, puede ser todo un desafío. Sin embargo, con un poco de autocontrol y estableciendo algunas pautas desde la sensatez, es posible mantener una dieta equilibrada en la que haya espacio para todo.
Especialmente para alimentos naturales y sanos. Al fin y al cabo, no se trata de amargarse durante las vacaciones, pero tampoco de echar por la borda todo ese estilo de vida saludable con el que nos identificamos plenamente el resto del año.
De los ultraprocesados podría decirse que son hasta bonitos. No estaríamos diciendo ninguna tontería. De hecho, parte de su éxito está en el marketing que se hace de ellos. Son productos atractivos y asociados a la comodidad, a la indulgencia y a las ocasiones especiales.
En suma: son alimentos vinculados a la modernidad, además de estar presentados en envoltorios que son, en sí mismo, un reclamo. Sobre todo, para los niños, tan susceptibles de las campañas de marketing dirigidas a ellos. Los asocian con colores llamativos o personajes de dibujos animados que ellos conocen.
Además del formato y facilidad de preparación, los alimentos ultraprocesados gustan por su sabor, pero tampoco están ricos por casualidad. Lejos de ello, su formulación está orientada a ser muy sabrosa y atractiva sensorialmente. A menudo a base de combinaciones específicas de azúcar, grasa y sal para incentivar el consumo excesivo, generando adicción. A ello se une la conveniencia de no ser perecederos y de durarnos en el congelador durante meses.
Siendo tan bonitos y ricos, y gustándoles a los niños, entonces, ¿qué tienen de malo? ¿Por qué siempre los nutricionistas nos recomiendan huir de los alimentos ultraprocesados, o al menos no abusar? La respuesta a esta pregunta está en la propia definición del tipo de comida. Así, un alimento se considera ultraprocesado cuando ha sido sometido a múltiples procesos industriales y contiene ingredientes que no se encuentran normalmente en una cocina doméstica.
Esto significa que contienen componentes industriales. Conservantes que ni siquiera sabemos lo que son: aceites hidrogenados, almidones, proteínas hidrolizadas, jarabes de maíz y de fructosa, colorantes, saborizantes, emulsionantes, conservantes… Si te suenan es por haberlo visto en las etiquetas, que, por otra parte, son complejas y difíciles de entender.
A todos estos aditivos se les añade, como es lógico, la materia prima original que pensábamos comer en el producto. Sucede, sin embargo, que las cantidades de fruta, verdura, carne o pescado, son mínimas. Además, están transformadas mediante complejos procesos industriales de nombres que tampoco acabamos de entender, como la extrusión, el moldeado o la carbonatación.
Como resultado, consumidos en exceso, los alimentos ultraprocesados son perjudiciales para la salud por un buen número de razones:
Como no podía ser de otra manera, nuestros hábitos alimenticios tendrán una repercusión directa en términos de hábitos, pero también en lo psicológico y en lo emocional. Así, el consumo frecuente de ultraprocesados, comida basura o junk food a menudo supondrá el reemplazo de comidas caseras y equilibradas por opciones rápidas y menos saludables. Esto puede también influir en la relación emocional con la comida, promoviendo patrones de alimentación poco saludables.
La clave para no dejarse llevar por la tentación de este tipo de alimentos en momentos como el verano pasará por planificar tanto las comidas como los aperitivos con antelación. Para ello, lo mejor será optar por snacks saludables como la fruta, los frutos secos o las verduras cortadas.
En cuanto a los dulces, siempre hay versiones saludables en forma de helados caseros, por ejemplo. Lo importante no es estarse privando siempre de todo, sino disfrutar de todo con moderación. Tomarse las pequeñas concesiones del verano como el comodín del “cheat meal”.
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